¿Por qué escribo? ¿para quién? ¿sobre qué? ¿cómo?
Algunas de estas preguntas hacen que me deslice hacia otro tipo de interrogantes: ¿quién soy? ¿cómo soy? ¿qué pretendo hacer y ser? Preguntas difíciles de responder de un plumazo, siempre revisables y, en otro orden de cosas, tremendamente íntimas.
Y así, recogiendo este cabo, el de lo tremendamente íntimo, volvemos a las dudas metabloguísticas: ¿por qué o para qué escribo? ¿para quién?
Recuerdo haber intentado responder a estas preguntas en un cuaderno de tapas negras. Me levanto a buscarlo. No lo encuentro, debe de estar en casa de mis padres (qué raro me resulta no decir simplemente "en mi casa"), en Tenerife. Recuerdo a grandes rasgos lo que albergan las cuadrículas de aquel cuaderno: una defensa del onanismo, algunos comentarios algo ingenuos sobre la estética de las "tribus urbanas", poemas de amor adolescente, delirios, reflexiones del género que podríamos bautizar "contra el tiempo" (preludio de estas notas) y, también (no pierdas el hilo, andriu), alguna metareflexión, algún escrito sobre la escritura y su sentido.
Aquellas páginas no tenían destinatario imediato alguno. Se trataba de un mero diario. Pasaría todavía un tiempo antes de que la fiebre de las bitácoras o blogs inundara la red. El terreno era por tanto menos movedizo que éste de los blog, con su carácter bífido o bifronte, en el que se conjugan frágilmente el ensimismamiento introspectivo y el exhibicionismo desvergonzado.
Y sin embargo, pese a ser terreno conocido, las preguntas acerca del sentido de la escritura estaban ahí. Lo más sencillo hubiera sido responder: escribo para mí mismo. Y argumentar: eso me permite desahogarme, eso me relaja, eso me libera, eso me permite ser más libre, más iconoclasta, no venderme, no ceñirme a un código, a un estilo, a un canon determinado.
Pero no sería verdad. Aunque quedara mejor (¿ante quién? ¿ante mí mismo? ¿ante la galería?) proclamándome un paladín de la libertad absoluta en cuanto a la forma y el contenido de lo que uno escribe, aunque afirmase que escribo sin pensar en quién me leerá, dictado exclusivamente por el propio instinto, esto no sería verdad. Mentiría como un bellaco.
"Escribo para que me quieran".
Creo que fue a Saramago a quien se lo oí decir. Y creo que es verdad. Creo que la escritura no está exenta de este elemento narcicista. Este afán de gustar y ser queridos condiciona inevitablemente nuestro modo de escribir. Hace que, por ejemplo, ahora mismo, trate de hacer un esfuerzo de contención, de síntesis, para no cansarte ni aburrirte y que me sigas leyendo... si es que has llegado hasta aquí.
Yo también, como Saramago, escribo para que me quieran. Obviamente -qué presunción la mía- lo único que comparto con él es la intención... no los resultados. Pero no es el único móvil:
"Escribir es una forma de enmendar nuestra ignorancia".
Ésta no es de Saramago, sino mía. Creo que escribir me sirve para descubrir y conocer. El famoso "conócete a ti mismo" socrático siempre me ha resultado un poco sospechoso, quizás por haber sido tan manoseado y haber abusado de él las pseudofiosofías a lo "pequeño saltamontes" y la literatura de autoayuda. Pero en definitiva, conocerse a uno mismo es lo más difícil y apasionante que pueda haber. Alguien tan antisocrático como Nietzsche lo expresó así:
"Sólo cuando el hombre haya adquirido el conocimiento de todas las cosas podrá conocerse a sí mismo. Pues las cosas no son sino las fronteras del hombre".
Las cosas son relativamente fáciles de conocer, tardan en cambiar y en dejar de ser lo que son. Pero los hombres estamos en continua metamorfosis y, más importante aún, es al conocernos mejor cuando más cambiamos y cuando, por tanto, necesitamos volver a conocernos... Pues bien, la escritura ayuda a propiciar ese conocimiento y ese cambio sobre uno mismo. En eso mismo estoy ahora mismo embarcado, sin rumbo definido, aunque inmerso en los cauces que marca el encontrarle sentido a este blog.
Como apenas he empezado a sacar a la luz (como hacía Sócrates con las ideas ajenas y su matrona madre con los hijos ajenos) esta madeja que lleva poco a poco enrrollándose a lo largo de la semana, te recomiendo que hagas una pausa para hacer un pis o comer algo (si es que no eres tú quien tiene mi cuaderno de tapas negras y ese escrito a favor del onanismo) mientras yo me cocino un arroz.
(MÁS DE 10 HORAS DESPUÉS: ¿Qué pasó anoché? ¿qué cené? Desde luego, no fue arroz: lo recordaría y habría un caldero más que lavar en el fregadero... Al final me lié con algo, o me entró sueño, o me olvidé. Retomo el post. Por cierto acabo de percatarme de lo absurdo que resulta eso de "aprovecha para hacer un pis mientras yo cocino un arroz", como si tú pudieras hacer una pausa en la lectura antes de que yo publique el post)
1ª DUDA METABLOGUÏSTICA: ¿De qué coño va todo este rollo sobre la muerte y el paso del tiempo? ¿este tipo tiene realmente 30 años o 90? ¿a qué se dedica cuando no escribe en el blog? ¿hace necrológicas? ¿vende ataúdes en una funerararia?
No sé si me verán así quienes me conocen, pero la verdad es que leyéndome esta es la imagen que cualquiera se hace. No consigo recordar en qué novela había un personaje que escribía una tesis doctoral sobre la muerte. Se desarrollaba en Lisboa y Pessoa estaba de algún modo presente. No era La última noche de Ricardo Reis porque no la he leído. Hay premio para quien la acierte. Pues bien, me veo a veces a mí mismo escribiendo este blog como ese personaje: gris, ensimismado, acogotado por la parca, muerto en vida.
¿Cómo empezó todo? ¿cómo empezó este blog? Fue una especie de proyecto para el 2007: "La foto de la semana". Me propuse hacer una foto semanal que resumiera lo ocurrido o reflejara lo más importante de los últimos siete días. Y un comentario a la foto. Quería por una parte seguir en contacto con un puñado de buenos amigos (Tenerife, Madrid, Barcelona, Méjico) y por otra parte, supongo, registrar, almacenar, coleccionar imágenes, sucesos, momentos. Ahí estaba en germen el blog. Se trataba ya de medir el tiempo, de detener un poco el ritmo vertiginoso de los días, de trastocar la monotonía de las semanas siempre iguales con el fogonazo de un hito que la hiciese diferente a la anterior, a la siguiente y a todas las por venir. Supongo que este es el precio a pagar por no gustarme el fútbol...
Entonces uno de esos buenos amigos me dio la idea de sustituir esa foto con comentario a pie de página enviada a Mis favoritos vía e-mail por un blog de blogger. A mí eso me sonó un poco complicado. "Buff, crear una página web, con lo coñazo que es ese lenguaje html y toda esa vaina". Me sonroja decirlo, pero aceptémoslo: era y soy un analfabeto informático (aunque con propósito de enmienda). Cuando me di cuenta que hacer un post era más fácil que enviar un mail, cuando descubrí el inabarcable y ancho y extraordinario mundo de la blogosfera... sentí cuán maravilloso universo de posibilidades y nuevos horizontes se abría ante mí... y cuán limitado nuestro tiempo para intentar siquiera otearlo. La blogosfera: Gran Biblioteca mutante aquejada de una metástasis que la hace multiplicarse y crecer incesantemente. ¡Cuántas perlas por descubrir en este océano! ¡y todas ellas en constante proceso de fornicación creadora! Gracias, amigo, por el consejo, por el hallazgo.
¿Un blog? Siempre había querido hacer una página web. Y siempre, supongo, me había amparado en mi inutilidad tecnológica como pretexto para no hacerlo. Ya no había excusa: al menos bajo este formato, estaba chupado. Ahora bien: ¿qué poner? ¿para quién? ¿para qué? Todas estas preguntas estaban ligadas y eran cruciales. Creo que mucha gente escribe blogs sin planteárselas en serio, al menos las dos últimas. Yo preferí no planteármelas, lanzarme a escribir sin más, dejarlas de momento en suspenso.
Y pensé que mi blog había de tener un perfil propio, una especie de leit motiv, de ideario, de código genético, de hilo coductor, de... bueno, creo que se ha entendido. Desde el primer momento, creo que sin otro candidato a la vista, me decidí: el tiempo. Es fácil relacionar casi cualquier tema con esa constante. Eso me daría libertad y flexibilidad a la hora de elegir los temas. Además, creo que el tiempo, el pasado, la memoria y criaturas semejantes están emparentadas de un modo esencial con la escritura. Por otra parte, para qué negarlo, se trata de un asunto ineludible, que el hombre desde que es tal no ha podido dejar de plantearse: tempus fugit, carpe diem, etc... Y al menos en mi caso he de reconocer que debo de tener un corazón melancólico, sensible a la pérdida, a la aniquilación, a la devastación que el tiempo imprime en todo lo que toca... cuando no está la escritura y el recuerdo que la vertebra dispuesta a disimular o a enmendar dicha pérdida (otra vez el mismo verbo: la escritura es enmienda).
Y como es enmienda, creo que escribiendo me he aclarado un poco y he encontrado mis respuestas a la duda metabloguïstica nº 1. Son éstas: a) me importa una mierda lo que piensen los demás (me conozcan o no) acerca de si mi comportamiento y opiniones son de nonagenario en vez de treintañero; b) me importa lo que YO piense al respecto, que después de pensarlo un poco es esto: ¡menos mal que pienso y actúo -casi siempre- como suelen hacerlo los de mi edad y mayores! La adolescencia es una enfermedad que es mejor pasar cuanto antes: ¿qué modelos iba a encontrar ahí? Por otra parte, lo que hay de elogiable en la juventud (dejando aparte la plenitud física que representa) no depende de la edad ni disminuye necesariamente a medida que ésta aumenta: la ilusión, la energía, la esperanza, el optimismo, la entrega, la capacidad de soñar. Anoche Eduardo Galeano afirmaba en una entrevista en la radio: "El único pecado que no tiene redención es el pecado contra la esperanza". Tiene 65 años. Mis alumnos con 15 años son infinitamente más cínicos y desencantados. Y no precisamente porque hayan visto -frente a Galeano- cuán cruel es el mundo; y c) pero no obstante no veo por qué ceñirme inncesariamente a moldes autoimpuestos; cuando el "tiempo" se vuelva un corsé castrador e incómodo, dejaré libremente de alumbrarlo desde estas páginas demasiado graves a veces.
2ª DUDA METABLOGUÍSTICA: ¿es éste un blog anónimo o un blog con nombre y apellido?
Sin lugar a dudas, lo mejor que he leído nunca acerca de los blogs se lo debo a Southmac en su Diariodeunimpresentable. Allí advierte que sobre blogs no hay nada escrito: no hay normas, leyes, criterios que definan lo que es blog y lo que no lo es. Y sí infinitos géneros de blogs: cuerdos, dementes, esquizoides, sexuales, paternalistas, solitarios, "blogs que parecen la puta Gran Vía a hora punta"... No obstante, yo haría una clasificación importantísima: hay blogs anónimos y blogs con nombre y apellido.
Ésa fue otra de las decisiones que no tomé, que preferí postergar. Al final, al menos por ahora, la cosa se ha quedado en una solución intermedia. Por una parte, en "mi perfil" no aparece una foto mía, sino un retrato de una exposición de pintura expresionista que visité en Madrid hace unos meses; tampoco hay datos personales. Por otra parte, casi todos los posts tienen un carácter autobiográfico o, sencilla y directamente, hablan sobre mí y cuento en ellos cosas sobre mí que hacen que puedan fácilmente identificarme.
Lo del anonimato tiene sus ventajas. Básicamente, es más fácil desnudarse cuando nadie sabe quien eres. Ten ven así, en pelotas, tal cual eres, y no pasa nada: no hay nadie que te saque una fotografía y la lleve al curro y todos digan "¡es andriu! ¡qué pequeña la tiene!". Bajo el anonimato uno es más libre y escribe sin el yugo del qué dirán los que me conocen, los que saben que bajo el nick de "andriu" se esconde un hombre de carne y hueso llamado Jaime Peralta Pompidou, que trabaja en un intituto de la isla de Lanzarote y que en el post de ayer ha dicho muchas palabrotas y ha contado con prolija obscenidad cómo desvirgaba a una alumna quinceañera, cínica y desencantada cuyo mejor pecado no era precisamente, no obstante, contra la esperanza, sino contra el decoro.
Pero no sólo ventajas. El anonimato también nos esclaviza. Nos hace en principio más libres, mostrarnos tal cual somos. Pero en seguida nos expone a la tentación del exhibicionismo y la sobreactuación para complacer a un público que le interesa más que le mientan con esa historia de la quinceañera pecaminosa y no que le cuenten las pajas mentales que se hace un tal Jaime Peralta o un tal andriu (que para el caso es lo mismo) a medida que envejece. Qué fácil es venderse desde el anonimato, qué fácil masturbarse en público, porque eso es lo que pide ver la masa incondicional.
¿Para quién se escribe? La pregunta es crucial y su respuesta cambia, pues, en función del tipo de blog: anónimo o con rúbrica. Pero siempre se escribe, en parte, para alguien. Siempre buscamos que alguien nos quiera. Y como a mi entender este es un fin legítimo de la escritura pero no el único, es importante estar alerta para evitar que se convierta en el único fin y pervierta el otro pilar de la misma: la autenticidad, la originalidad, la honestidad. Acaso la síntesis de ambos polos es lo siguiente: hay que esforzarse en escribir para quererse uno más a uno mismo; sólo así resulta legítimo buscar la aprobación y el calor y comprensión de los demás: tras haberla encontrado en nuestro "yo ideal", que viene a abrazar y lamer las heridas del "yo real".
(Breve paréntesis para que me bajen los colores: esto es lo que tiene de malo un blog, que tarde o temprano acabaré pulsando el botón de "PUBLICAR ENTRADA" y todos los que conozcan a Jaime P.P. se acordarán de estas cursiladas que parecen pretender emular a Harold Bloom pero se quedan en un refrito de Paulo Coehlo y Jorge Bucay; y al hacerlo dejarán escapar una sonrisita...)
¿Qué hacer, pues, al respecto? ¿cómo resolver el dilema que plantea la 2ª duda matabloguística? Este fin de semana fantaseé con la idea de crear otro blog con una identidad anónima y no darle a nadie conocido la dirección; en todo caso colgarlo como un link más en mi sección de afinidadades electivas. Pero finalmente he desechado la idea por dos motivos: 1) ¿de dónde sacar el tiempo? Podría hacerlo ahora, en mis vacaciones (que, por cierto, empiezo oficialmente mañana) pero ¿y luego? ¿qué pasaría en septiembre? ¿qué sería de mis 2 blogs cuando la esclavitud de mi absorvente curro me atenace de nuevo?; y 2) creo que es más interesante, al menos por ahora, no ir a refugiarme en el anonimato; creo que me resulta más estimulante y un reto mayor ir desnudando poco a poco aquí al verdadero Jaime, consciente de que no hay nada que deba, al menos por ahora, ocultarse. Siempre tenemos 2 caras, qué digo 2, 200 en realidad, en función de a quién se la mostremos: mamá y papá, la abuela, los colegas, el ligue de una noche, el ligue de tres meses, la novia, los alumnos, los profes, el camarero que te sirve los cafés por la mañana, los cuatro gatos que leen este blog... El número de caras que adoptamos varía en función de cómo somos. Supongo que mientras más fuerte es nuestra personalidad y menos necesidad de aceptación tengamos, menos caretas habremos de gastar. Yo soy un ser introspectivo y algo tímido, con muchas caras, aunque a a alguno le parezca lo contrario. Voy a seguir como "andriu", como el autor de NaDa PeRmAnEcE, sin saber bien si así me voy alejar o no de J.P.P., del nombre que delata mi DNI. No me interesa la cáscara, el caparazón: el DNI. Me importa encontrar y no ocultar al verdadero andriu: quiero ir quitándome caretas, disfraces, sonrisas innecesarias, palabras de más: quiero verme la cara, la de andriu: y quiero que se vea.
Duda resuelta.
3ª DUDA METABLOGUÍSTICA: ¿Tengo talento para escribir? ¿tiene valor lo que escribo?
Tengo un hermano que estudió guión. Quiere ser guionista o director de cine o ambas cosas. Está en Madrid, buscándose la vida, haciendo sus primeros pinitos. Supongo que alguna vez se preguntará: ¿Tengo talento para escribir? ¿puedo ser un buen guionista o un director de cine?
Tengo un amigo que quiere ser actor. Tiró a la basura unas oposiciones a la Caja de Ahorros y su licenciatura en Derecho para ingresar en la Escuela Oficial de Actores. Está haciendo sus primeros pinitos e intentando realizar su sueño. Supongo que alguna vez se preguntará: ¿Tengo talento para actuar? ¿puedo ser un buen actor?
Tengo otro amigo que, siendo aparejador, mide casi 2 metros y siempre ha jugado al baloncesto en equipos de ámbito regional aunque a veces como profesional. Tras haberlo dejado durante 2 años ahora han vuelto a ficharlo para la próxima temporada. Es consciente de hasta donde puede llegar y hasta donde no. Con 30 años, salvo en deportes como el ajedrez o el tiro al blanco, no suele haber grandes sorpresas ni incertidumbres. No obstante, cuando empezó a jugar y a despegar, cuando lo fichaban ya para los mejores equipos de la isla y uno seguía de suplente en el equipucho del mismo colegio público al que asistíamos, supongo que algua vez se preguntaría: ¿Tengo talento para el basket? ¿puedo convertirme en un jugador de élite?
Soy profesor de filosofía en un instituto, pero lo que en realidad me gustaría es ser escritor.
La frase es pretenciosa, ingenua, casi infantil. Pero honesta. En ella se desnuda andriu.
Acaso suena más realista y más pedestre simplemente decir: "me gustaría escribir". Pero eso es compatible con cualquier otra profesión, desde profesor de filosofía hasta deshollinador (especialmente con esta última: hoy los deshollinadores no tienen tanto curro como en los tiempos de Mary Poppins). Y yo quiero sólo escribir, escribir y leer, leer y escribir. ¿Filosofía? Sí ¿por qué no? Pero sobre todo ficción, literatura. Ése es mi ideal de vida: ganármela escribiendo, vivir de ello, aunque sea modestamente.
No obstante, yo también me pregunto: ¿Tengo talento para escribir? ¿puedo ser un buen escritor? Supongo que entenderán que yo también me lo pregunte.
Miro a mi alrededor y me siento como una anoréxica (o bueno, como un anoréxico) acomplejado por la belleza que ve en otros cuerpos (en otros textos) y que le niega su espejo. Así, cada vez que miro a Southmac, o al Pequeño Nefastófeles o a Ezcritor.
A la anoréxica no le provoca angustia la exultante belleza (o delgadez) de una Martina Klein, de una Linda Evangelista o de una Naomi Campbell. Ellas son profesionales, top models, están en otro nivel, en otra categoría. Lo que la deprime es pasearse por unas galerías comerciales cualesquiera y ver que todas están más delgadas y guapas y felices que ella.
Del mismo modo, leer a Vargas Llosa, a Proust o a Alejo Carpentier no me produce angustia alguna sino placer y admiración. Pero encontrar "escritores amateurs" como los linkeados más arriba que me dan mil vueltas y ello tan sólo con mirar en rededor de un modo casual y fortuito, es decir, a partir de escasos y puntuales escarceos por la red, me acompleja, me dice que no sirvo, que no valgo, que puedo agradar a amigos y familiares y ganar algún concursito regional, pero no dedicarme a esto, ganarme la vida escribiendo.
Me consuela pensar una cosa: que acaso Southmac, el Pequeño Nefastófeles y Ezcritor son verdaderos filones, verdaderos escritores que -si quisieran: ¿y quién de ellos no quiere cuando se nota a la legua que les apasiona escribir?- podrían dedicarse a ello, subsistir con ello. De hecho, Ezcritor ya va en camino, a raíz de haber ganado el concurso "20blogs" del periódico "20 minutos". Quizás por azar, sin necesidad de buscar, tropecé con tres perlas, con tres diamantes brutos. Quizás pertenecen también a ese otro nivel, a esa otra categoría, y no hay razón para crearse complejos y hacerse sangre...
Creo que por hoy es suficiente.
Creo haber resuelto algunas dudas...
Otras no.
Creo que he desatascado el blog.