miércoles, 27 de febrero de 2008
domingo, 24 de febrero de 2008
CaRtA aL FuTuRo 5
Aunque posiblemente mi memoria magnifique la cuestión, lo cierto es que recuerdo como algo habitual el postergar o cancelar cualquier plan con mis amigos por culpa de las obligaciones para con la reforma de turno: barnizar el balcón, vaciar de escombros el jardín, darle otra mano de pintura a los locales...
A veces se me ocurría pensar que mis padres se inventaban nuevas obras en la casa sólo para tenernos ocupados con alguna tarea, con el cumplimiento de algún deber.
Ahora que reflexiono sobre ello, me doy cuenta de cuán buenos padres fueron en este punto. Desde mucho antes de los años de bricolaje infantil nunca faltó en mi dieta veraniega un Cuadernillo Rubio o un libro de Santillana. Recuerdo mi rebedía al respecto durante un verano en la Caleta, en esta misma casa desde la que ahora mismo escribo (¡qué vueltas que da la vida para llegar al mismo sitio!): "¿Por qué tengo que hacer deberes durante el verano si he aprobado todo?". El argumento no era malo y recuerdo que conseguí con él una victoria a medias: hacer sólo la mitad de lo pactado, cumplir sólo media condena.
Ahora que reflexiono sobre ello, me doy cuenta de que todas aquellas tareas y trabajos en la casa tenían más que nada una función educativa. Ello, y otras tantas cosas que probablemente no alcanzo a discernir. Mi hermano y yo tenemos, creo, bastante fuerza de voluntad, gran capacidad de trabajo y un sentido de la responsabilidad y del deber más que aceptable.
¿Cómo perdió ese cuarto, luego, al mudarme al entresuelo, toda su identidad? ¿Cómo se convirtió en lo que ahora es: "el cuarto de las dos camas" o "el cuarto de invitados"? ¿Fue algo súbito o en virtud de un proceso gradual e imperceptible?
Mi padre, por otra parte, se adivina en la foto más joven, más lozano, pese a que su resistencia a los estragos del paso del tiempo le haya valido siempre entre sus amigos el cariñoso y elogioso sobrenombre de Dorian Gray.
sábado, 23 de febrero de 2008
miércoles, 20 de febrero de 2008
CaRtA aL FuTuRo 4
"En las casas antiguas se van haciendo renovaciones, arreglos y obras continuamente puesto que la casa es muy grande y poco a poco se van teniendo nuevas ideas respecto a ésta. Dentro de 12 años aproximadamente la casa tendrá muchísimos cambios más, por tanto voy a nombrar más o menos como está la casa. El granero, lugar donde ahora estoy, ya restaurado hace tiempo, ha quedado muy bien respecto a la obra".
Hay que ver cómo se van poblando poco a poco las casas con muebles, libros, cuadros e innumerables cachivaches que atesoramos sin darnos cuenta, plagando todo el espacio de objetos cargados de afectos y recuerdos.
Me encantó sacar esta instantánea con la que poder gráficamente comparar el antes y el después del granero. Me pregunto si fui yo quien sacó aquella foto hace más de 18 años, con mis padres al fondo. En cualquier caso, disfruté colocándome, tratando de encontrar el punto exacto desde el cual sacó la foto aquel fotógrafo anónimo.
martes, 12 de febrero de 2008
pRiMeR aNiVeRsAriO
Hoy el día se me ha quedado corto con sus horas escasas, volátiles y fugaces.
Me voy a la cama sin haber tenido tiempo de hacer lo que dejo para mañana.
Pero antes de hacerlo no podía dejar correr esta efeméride.
Cumple "NaDa PeRmANeCe" su primer año de vida.
Para otro día queda el balance, la mirada retrospectiva y la prospectiva.
Hace exactamente un año, el 11 de febrero del 2007, que esto comenzó a fluir.
Muchas cosas han cambiado.
Se han transformado.
O se han ido.
Aún el blog no se ha autofagocitado.
Aquí sigue.
Refutando con su presencia la profecía de su nombre.
Y sospecho que así seguirá siendo...
Por algún tiempo.
Que comienza ya a atesorarse y madurar.
Que sirva este primer año de blogosfera de trampolín, de cimiento, de esqueleto, de preludio, de sustento, de piedra de toque...
Hoy celebro, sin champagne ni dulces, mas con paternal orgullo, su primer aniversario.
lunes, 11 de febrero de 2008
domingo, 10 de febrero de 2008
CaRtA aL FuTuRo 3
Anoche nos fuimos a la cama con el susto en el cuerpo. Habíamos ido todos a cenar carne a la piedra, en uno de esos sitios de Madrid que nunca defraudan. Luego mis padres se fueron a acostar, pues había que madrugar mucho para coger el vuelo hoy tempranito (todavía me dura el jet-lag, mezclado con resaca y falta de sueño). Pablo, Estefanía y yo nos fuimos a un bar cubano de Plaza de España a tomarnos "la arrancadilla".
Cuando venía de la barra y acababa de sentarme en la mesita que habíamos ocupado con la tercera ronda de rones y mojito, ocurrió. Apareció mi hermano, que había ido al baño, con un chorro de sangre que le manaba desde la coronilla y le lamía todo un costado del rostro, hasta quedarse coagulada en los intersticios de la incipiente barba.
Estaba serio, súbitamente preocupado, pero sereno:
-Vámonos -dijo- me he dado un golpe y no paro de sangrar.
Bajamos las escaleras del garito, abriéndonos paso entre la gente, lo cual fue fácil, pues todos se apartaban ante la visión de la cara ensangrentada de mi hermano. Afortunadamente, al salir a la calle, un taxi en la puerta del bar aguardaba de modo providencial.
-Al hospital, a urgencias, por favor, se ha dado en la cabeza y no para de sangrar.
Un cliente se bajó del taxi: ignoro si había terminado su carrera o si cívicamente nos cedió su turno. Fue todo muy rápido, muy confuso y la embriaguez para colmo lo ralentizaba y difuminaba aún más.
El taxista era el típico taxista de Madrid: nos pidió que no le mancháramos de sangre la tapicería y se indignó porque nos faltaron unos céntimos al dejarnos en el hospital. Yo saqué a Pablo del taxi y lo acompañé adentro, mientras Estefanía discutía con aquel profesional del volante.
Atendieron enseguida a Pablo. Le curó la herida una enfermera. Mientras esperábamos al cirujano en la salita, junto a otra pobre gente que llevaba allí una eternidad (a juzgar por la intensidad de sus suspiros) me sentí bien. Estaba allí, junto a mi hermano, semi-ebrios ambos, algo trastornados por lo ocurrido, pero contentos de que no hubiera sido nada grave; apenas eso: en susto en el cuerpo.
sábado, 9 de febrero de 2008
viernes, 8 de febrero de 2008
CaRtA aL FuTuRo 2
Para un niño, nada más natural que comenzar por la casa, por el hogar. Es probablemente el dibujo más repetido entre quienes por primera vez cogen unos "creyones", unas ceras o un juego de témperas para retratar la realidad circundante: una casa, con sus ventanas y sus puertas, con su chimenea humeante, con su sol en lo alto y su árbol frutal.
Hace poco leí una novelita espléndida en la que, pese a estar narrada en tercera persona, todo lo que se nos cuenta procede del punto de vista del protagonista, Bruno, un niño de nueve años. Su familia se traslada desde Berlín hasta un lugar insólito, desconocido y sórdido. Y para expresar el desasosiego y extrañeza del cambio Bruno empieza, también, por la casa; describiendo y recordando la vieja casona familiar de Berlín y comparándola con este nuevo y enigmático lugar en el que ingresa.
Para el niño de 12 años que era yo al escribir esta "carta al futuro" aún más natural era comenzar por la casa. Hacía sólo dos años que nos habíamos mudado y posiblemente aún no había terminado de acostumbrarme a las nuevas dimensiones de todo.
Un poco después, entrado ya en la pubertad, o un poco antes, llegaría a avergonzarme de ella. Le diría a mis padres que yo lo que quería era vivir en un piso, como todos mis amigos: en un piso con ascensor. Y es que hay una época en la que nos avergonzamos de todo: de la casa pequeña, por ser tan pequeña, y de la grande, por ser tan grande; de la piel morena, por ser tan morena, y de la piel clara, por ser tan clara; del apellido raro, por ser así de raro, y del apellido común, por ser tan común; de ser tan bajitos y de ser tan altos; de ser tan flacuchos y de ser tan gordos... Es esa época en la que más que nunca nos aterra el ser o creernos diferentes.
La casa de mis padres, mi casa, ha ido ganando con los años valor económico y sentimental. La compraron por 17 millones de pesetas. Vendiendo la casa de Guajara por 16, sólo tuvieron que pedir un millón al banco. Quien la ha visto y escucha la anécdota no termina de creérsela. Yo lo sigo contando, para que sepan que pese a lo que pudiera desprenderse de la visita a este pequeño palacete, somos gente normal.
La idea me pareció inconcebible. Tras más de diez años de reformas, de evolución del mercado inmobiliario y de revalorización colectiva de las casas viejas del casco antiguo de La Laguna, el precio de una posible venta se había multiplicado por mucho.
Pero esa casa se había convertido para todos, y quizás fundamentalmente para los niños, en la casa. Ahora que dos tercios de mi vida (veinte años) se han desarrollado allí, el valor sentimental de esa casa cuyo balcón es el segundo más viejo de La Laguna (dato que me dicta mi yo de 12 años, pero que no he podido confirmar aún) tiende cada vez más al infinito. Ahora que cada rincón de la casa guarda un recuerdo, ahora que me he hecho amigo de esos espíritus celosos, ahora que me conoce la casa tanto como yo a ella, pues me ha visto jugar y estudiar y reir y llorar y leer y escribir y cagar y follar y soñar y crecer, ahora, qué va, ¡¡¡no!!!, la idea resulta realmente inconcebible.
Ya no existe el videoclub García. Ni tampoco vivo en San Agustín 73. En torno a los 24 años (pese al 90% que calculó mi yo de 12 años) dejé de vivir en Tenerife, con mis padres.
Pero si tuviera que reescribir ahora otra carta al futuro, no podría dejar de hablar de esa casa grandísima, antigua y típica de mi localidad.
martes, 5 de febrero de 2008
CaRtA aL FuTuRo 1
Hace unos días mi padre encontró, en el interior de un viejo aparador, por azar, una carpeta azul con escritos y papeles míos, de épocas casi prehistóricas. Me conmovió especialmente esta "carta al futuro", escrita con tan sólo 12 años y con el firme propósito de no ser leída hasta 12 años después, cuando me hubiera convertido ya en un carroza de 24. Ese futuro tan lejano para mí llegó casi sin darme cuenta: cumplí los 30 y la carta quedó olvidada en el viejo aparador, sin que nadie la leyera, tal y como me propuse aquel 18 de junio de 1990.
"Las cosas que voy a escribir no son cosas priva das ni íntimas, son cosas vulgares que puede ver "todo el mundo". Voy a intentar que nadie lea esta carta hasta dentro de 12 años, como mínimo exceptuandome a mí, fecha en la cual yo tendré 24 puesto que ahora tengo 12, ahunque dentro de muy poco tiempo cumpliré los 13, exactamente el 9 de julio"
Empecé este blog hace ya casi un año, movido por un impulso similar al que me llevó a escribir a máquina aquella carta, guiado por idénticas razones: "puesto que me gusta". Se trataba básicamente de saciar una necesidad que siempre ha colmado la escritura: reflexión y comunicación. Pero me asombra descubrir cómo el eje temático que marca el "NaDa PeRmAnEcE" del título, elegido aparentemente de modo casi fortuito y sin demasiada deliberación, estaba ya presente de alguna manera en ese niño de 12 años que escribió aquella carta al futuro, movido por la perplejidad, el vértigo y la fascinación que le producía imaginarse lo diferente que sería el mundo en el que habría de vivir 12 años más tarde.
"En esta carta mencionaré cosas tan importantes como donde vivo o tan simples como cuantos gatos tengo. Esto ha sido más omenos como una pequeña introducción, pero ahora ya empiezo con lo importante. Todavía no le he cogido el truquillo del todo a la máquina de escribir puesto que cometo fallos; dos acentos en una misma palabra, dos palabras juntas etc... Me estoy enrrollando como una persiana, pero una carta dirigida al "futuro" es algo importante"
sábado, 2 de febrero de 2008
aMiGo InViSiBle 1
Uno de ellos tenía que tratar, ineludiblemente, acerca de mis amigos.
Estos son los participantes del "Amigo Invisible Edición 2008".
Sólo falta Sergio, que es quien saca la foto, y quien me regaló este año.
A veces sale el tema.
Estás conociendo a alguien y, de repente, surge la pregunta: "¿Quiénes son tus amigos?".
Puede resultar absurda, ambigua o mal planteada:
-Amigos tengo muchos, no podría resumírtelo en tres palabras, dando un par de nombres...
Y sin embargo, yo puedo identificar claramente a mis amigos y distinguirlos de otros amigos míos.
Ellos son los nenitos, o los nenes, como cursimente ha quedado acuñado.
Están ahí casi desde siempre.
Unos llegaron primero, como Quin, cuya madre iba con la mía a las clases preparatorias para el parto.
Otros lo hicieron más tarde...
Pero ahí están.
Como la certidumbre de que así va a ser por mucho tiempo.
Son los amigos que desafían al "NaDa PeRmAnEcE".
Son los amigos cuya amistad no gasta el tiempo.
Pasan a veces meses, eternas temporadas, pero al vernos de nuevo, todo parece igual.
Mil recuerdos unidos compartimos.
Así como expresiones, motes y palabros, que forman nuestro particular idiolecto.
Cuando uno falta, se sabe, se echa en falta o se nombra al brindar.
Sé en esto que soy afortunado.
Hay muchos con sólo una familia.
Camina uno más firme por la vida.
Se emociona más veces.
Se ve más arropado en el futuro.
Con amigos.
Como cada año, volvimos a reunirnos todos, para el Amigo Invisible.
Desde México, desde Barcelona, desde Lanzarote, desde Santa Cruz.
De nuevo a La Laguna.
Hay estatutos escritos, normas internas, de estricto cumplimiento:
1) Uno de los regalos debe ser "manual", artístico, creativo.
2) Cada año cambia la sede en que se celebra el ritual.
3) Los regalos serán introducidos en la casa que toque por unos "pajes" o invitados.
4) Deberán traerse envueltos en bolsas negras de basura, para evitar transparencias, posibles identificaciones.
5) Durante los meses previos al encuentro, y una vez repartidas las papeletas, la discreción será máxima y hablar entre nosotros sobre el tema se hará con discreción absoluta.
Pero ya nadie lee dichas normas; son de cajón.
En dos horas cojo un vuelo a Tenerife.
Me espera el Carnaval.
Y sobre todo:
¡Me esperan mis amigos!.