viernes, 30 de abril de 2010
En SiLeNciO 6
jueves, 29 de abril de 2010
aPoLo 11
Fue un pequeño paso para un hombre,
mas descarriló con él toda mi vida.
Fue mi anhelo más estratosférico:
Elevarme,
encaramarme,
coronar el Cielo.
Contemplar resumido en el silencio
el Mundo.
Fue mi vida toda una misión
aeronáutica.
Aprendí a volar con quince años
un ganso de lata,
antes que un coche.
Y mi trayectoria de cometa
me labró un destino
irrenunciable.
Y el reflejo falaz del espejo del cielo,
(luna aduladora)
supo convencerme de que era inmortal
estrella yo,
firmamento.
¿Fue para la humanidad un gran salto?
Ahora estoy en Lebanon, Ohio
(y eso solamente es lo que importa)
lejos de aquel páramo
de una sola cara
(desolada)
a la que entregué todos mis días.
Fue un pequeño paso para un hombre
en la dirección equivocada.
jueves, 22 de abril de 2010
En SiLeNciO 5
miércoles, 21 de abril de 2010
En SiLeNciO 4
No es verdad que no haya "nada": hay nubes de formas muy diversas, y el carrizo, la hierba, el brezo y los helechos se mueven cada cual a su manera al paso del viento, y los colores cambian, no sólo a lo largo del año, sino a lo largo del día, con la alternancia del sol y de las nubes. Aunque, en cierto sentido mi amiga tiene razón, y es la inmensa nada lo que me atrae. Observo y, al haber menos que mirar, lo veo todo mejor. Escucho la nada y detecto la armonía de sus ritmos y sus melodías silenciosas. El perfil recortado de la montaña, jalonada por los postes de teléfono y de la luz, contiene el silencio como un cuenco".
martes, 20 de abril de 2010
En SiLeNciO 3
lunes, 19 de abril de 2010
En SiLeNciO 2
domingo, 18 de abril de 2010
En SiLeNciO 1
jueves, 15 de abril de 2010
PaTriAs LiTeRaRiAs
Me resulta muy sugestiva esa idea de una "patria desconocida" desde la que extrae el artista su inspiración. Y creo que si hay un escritor cuya patria nos resulta a todos única e inconfundible, ése es Borges.
Patria de laberintos, de bibliotecas, de eternidades, de reflejos infinitos, de libros mágicos, de arcanos y esoterismos, de guerreros frente a eruditos, de falsas fuentes, de paradojas, de dioses, de mitologías, teologías y hombres inmortales, de aguerridos gauchos y reyertas...
Si hubiera que elegir, por cierto, su homólogo en las artes gráficas, ése sería Escher.
miércoles, 14 de abril de 2010
mEnTe DoPaDA
martes, 13 de abril de 2010
SiEmPrE MaR
Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.
(Jorge Lus Borges: "El mar")
domingo, 11 de abril de 2010
oRo GrAdUaL
Está bien que se mida con la dura
Sombra que una columna en el estío
Arroja o con el agua de aquel río
En que Heráclito vio nuestra locura
El tiempo, ya que al tiempo y al destino
Se parecen los dos: la imponderable
Sombra diurna y el curso irrevocable
Del agua que prosigue su camino.
Está bien, pero el tiempo en los desiertos
Otra substancia halló, suave y pesada,
Que parece haber sido imaginada
Para medir el tiempo de los muertos.
Surge así el alegórico instrumento
De los grabados de los diccionarios,
La pieza que los grises anticuarios
Relegarán al mundo ceniciento
Del alfil desparejo, de la espada
Inerme, del borroso telescopio,
Del sándalo mordido por el opio
Del polvo, del azar y de la nada.
¿Quién no se ha demorado ante el severo
Y tétrico instrumento que acompaña
En la diestra del dios a la guadaña
Y cuyas líneas repitió Durero?
Por el ápice abierto el cono inverso
Deja caer la cautelosa arena,
Oro gradual que se desprende y llena
El cóncavo cristal de su universo.
Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer, se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.
La arena de los ciclos es la misma
E infinita es la historia de la arena;
Así, bajo tus dichas o tu pena,
La invulnerable eternidad se abisma.
No se detiene nunca la caída
Yo me desangro, no el cristal. El rito
De decantar la arena es infinito
Y con la arena se nos va la vida.
En los minutos de la arena creo
Sentir el tiempo cósmico: la historia
Que encierra en sus espejos la memoria
O que ha disuelto el mágico Leteo.
El pilar de humo y el pilar de fuego,
Cartago y Roma y su apretada guerra,
Simón Mago, los siete pies de tierra
Que el rey sajón ofrece al rey noruego,
Hilo sutil de arena numerosa.
No he de salvarme yo, fortuita cosa
De tiempo, que es materia deleznable.
(Jorge Luis Borges: "El reloj de arena")
Foto: Seamus
viernes, 9 de abril de 2010
AqUeL NiÑo
Era un niño
y llevaba mi nombre.
El pardo de los ojos, si acaso.
Pero no el cabello,
que fue casi negro y castaño y cambiante y
(rubio albino) voluble,
como un amante infiel.
Llevaba tan sólo mi nombre
y era un niño.
Pasaba una a una las páginas
de viejas revistas
(me dijeron) sin romperlas,
como si las leyera.
Iba mucho a la playa y al parque y a los merenderos que hay en la Esperanza
(lo sé por las fotos).
Era (digo) un niño
y se llamaba Andrés.
Y fue antes de que existieran
la filosofía y el sexo,
los países que nunca podré recorrer,
los falsos recuerdos,
la estupefacción por las vueltas del tiempo cada año más veloces,
las medias verdades,
el lenguaje abstracto
(y no: bicicleta,
piñata,
sangre en las rodillas),
las clases sociales,
el escepticismo y la desconfianza al leer un diario,
la ironía, el sarcasmo,
la cruel sensación de la vida
en fuga.
Era un niño entonces
(o eso me contaron)
con mi nombre a cuestas.
miércoles, 7 de abril de 2010
SiN GaBaRdiNa
Nadine no se había quitado jamás la gabardina. El día en que Caroline fue contratada y comenzó a trabajar para la firma Hey&Key recibió la suya. Entonces Nadine se le acercó por detrás y le susurró al oído: “Recuerda que no debes quitártela bajo ningún pretexto”.
Caroline demostró desde las primeras semanas una gran competencia en la sección de albaranes a la que había sido asignada. El Jefe de sección era incapaz de disimular su malestar pero el Gerente de contratación no dejaba de redactar elogiosos informes sobre la nueva auxiliar del departamento de Albaranes y Facturas, informes que el Director General leía con fruición desde su despacho, rigurosamente enfundado en su gabardina.
El segmento de ocio de la sección en la que trabajaba Caroline empezaba a las 10:12 y concluía a las 10:27, solapándose durante cinco minutos con el segmento de ocio de la sección de Devoluciones, en la que trabajaba Nadine. El edificio de Hey&Key lindaba con los jardines de Kew Garden por lo que era habitual ver a los trabajadores de la empresa exprimir sus quince minutos de ocio sobre el perfilado césped, o a la sombra de una acacia o paseando junto a las hileras de verónicas y de rododendros.
Caroline y Nadine fraguaron una amistad llevadera al amparo del Kew Garden y de esos cinco minutos en los que sus respectivos segmentos de ocio se solapaban. La gabardina de Caroline parecía hecha a medida y al observarla podían adivinarse el motín de su frontis y sus caderas en curva. Nadine sin embargo carecía de cuerpo para llenar la suya y al verla pasear junto a su amiga la una parecía el simulacro fallido de la otra, una imitación frustrada, un remedo, un mendigo, un náufrago o una sombra. Pese a estas diferencias las dos muchachas no desaprovechaban estos cinco minutos juntas para conversar de los temas más dispares:
-¿Ni siquiera al llegar a casa? –preguntaba Caroline.
-Ni siquiera ¿qué necesidad? –respondía Nadine-. Además, su tela impermeable te protege no sólo de la lluvia sino también de las corrientes de aire. En los días de calor nadie te impide remangártela o incluso bajarte las solapas.
Cuando llegaba la canícula de agosto se formaba entre la gabardina y la piel una delgada película de sudor, muy refrescante.
Un día el Jefe de sección la abordó por detrás de su escritorio. Fumaba cigarrillos de menta para ocultar una halitosis con la que llenaba el aire de una peste a verdura ácida y a podredumbre:
-Señorita Caroline, el Gerente de Contratación está muy satisfecho con usted y el Director General me ha encargado que la felicite. ¿Hay algo que pueda hacer la compañía para que se sienta más a gusto entre nosotros?
Aquella misma mañana la tormenta y la lluvia habían sorprendido a Caroline sin paraguas. Su gabardina seguía empapada y al sentarse había encharcado todo su asiento y parte del escritorio. A la mayor parte de los albaranes que había comprobado se les había desdibujado la tinta con el agua y de la recia tela de la gabardina todavía seguían cayendo gotas de lluvia que hacían aún más ostentoso el charco que bajo sus pies se había formado en la moqueta.
-Pues no sé –dijo ella- me pregunto si sería posible…
Caroline se había quedado mirando al perchero vacío que permanecía, como olvidado, en una esquina. La mirada del Jefe de sección se iluminó con un brillo melifluo.
-Prosiga, se lo ruego. Puede pedir lo que usted quiera.
Caroline se atrevió a formular su demanda:
-Me pregunto si podría quitarme la gabardina aunque sólo sea para intentar secar todo esto. Será sólo un momento.
El Jefe de sección no frunció el ceño ni vociferó ni se tiró de las hebillas de su gabardina como muestra de enojo, sino muy al contrario, adoptó un tono de complicidad y de dulzura:
-Usted sabrá, señorita Caroline. Confiamos en usted y es por ello que le damos autonomía para que decida lo que es mejor en cada momento.
El Jefe de sección exhaló el humo del cigarrillo y tras un guiño y una mirada traviesa al perchero se dio la vuelta y se marchó. Caroline consultó el reloj y al ver que casi eran las 10:12 decidió esperar a hablar con Nadine:
-¡Estás loca! ¡Eso es lo último que debes hacer!
-Pero si me dio carta blanca.
-Ese tipejo quiere tu perdición, créeme.
Las dos compañeras se quedaron en silencio. Podía oírse el incesante zumbido de las abejas libando de flor en flor. El sol había interrumpido la mañana de lluvias.
-Nadine, quiero contarte algo.
-Qué.
-Un sueño. Fue hace un par de días. Soñé que estaba en la empresa. Todos estaban trabajando. Todos llevaban puesta su gabardina. Y de repente, sentí el impulso de quitármela. Y lo hice. Me quité la gabardina, Nadine: ¿y a qué no sabes lo que ocurrió entonces?
-Dímelo tú.
-Nada.
-¿Cómo nada?
-Como lo oyes, Nadine, no ocurrió absolutamente nada.
-Qué sueño más estúpido.
Los meses se fueron sucediendo siempre iguales y únicamente en los paseos por Kew Garden podía percibirse el cambio de las estaciones y el paso del tiempo. Hasta que un día, por culpa de un descuido y de un cigarrillo, ocurrió aquel trágico accidente en las oficinas de Hey&Key, precisamente en el departamento de Albaranes y Facturas.
Antes de que nadie pudiera darse cuenta de cómo había sucedido, el hombre ya estaba en llamas, revolcándose por el suelo y gritando: “¡Me quemo! ¡Auxilio!”. Todos los trabajadores de la sección se quedaron estupefactos, sin saber qué hacer para evitar la muerte del Jefe de sección. Caroline en cambio se llevó instintivamente las manos a la gabardina. Si se la quitaba y la arrojaba sobre su cuerpo quizás habría alguna posibilidad de salvarle la vida. Pero fue sólo un segundo y en seguida se avergonzó de esta idea. Afortunadamente tampoco ella se quitó en esta ocasión la gabardina.