En China se ha vuelto más caro morir que vivir. La falta de espacio y la especulación con el suelo han alcanzado finalmente a las postreras parcelas, las tumbas. Cada año mueren 100.000 chinos en Shangai y se calcula que de seguir así de aquí a diez años no habrá espacio en la ciudad para enterrar a los muertos.
Los más avispados llevan ya un tiempo jugando con el valor de lo crematístico. El precio del metro cuadrado de una parcela modesta en un cementerio de los alrededores de Pekín ronda los 2.500 yuanes (242 euros), unas 14 veces más caro que hace una década. El Ministerio de Asuntos Civiles ha sacado un borrador de ley para garantizar que sólo aquellos a quienes se les haya muerto un familiar o amigo tengan derecho a la compra de una parcela. Se pretende con ello frenar la especulación galopante en torno a los muertos.
El Ayuntamiento de Shangai, además, ha duplicado este año (de 19 a 36 euros) el subsidio que recibirán las familias que se decanten por el funeral "marítimo" y decidan lanzar las cenizas de sus seres queridos al mar. En la misma linea, el Ayuntamiento está recomendando que las nuevas sepulturas tengan menos de un metro cuadrado, la mitad del tamaño más popular.
No obstante, los shangaineses se resisten a adoptar los consejos de las autoridades. Y es que, según las estadísticas, sólo un 1,6 % de los "enterramientos" que se producen en la ciudad son marinos y tan sólo un 7% de las familias entierran a los suyos en parcelas de tamaño pequeño.
La cultura china ofrece una particular devoción a sus muertos. El día 5 de abril celebran la festividad de Quingming o barrido de las tumbas. Los cementerios se llenan de masas que con fervor acuden a honrar a sus difuntos: barren las lápidas (o el trocito de mármol) y queman objetos que, según sus creencias y de acuerdo con el rito budista, habrán de disfrutar sus antepasados en una vida ultraterrena. La relación de objetos o bienes que por incineración son enviados al otro mundo va desde un cochinillo o alcohol hasta preservativos, viagra o la figura del amante que el muerto o la muerta (generalmente lo primero) tuvo en vida.
Funerales marinos, tumbas diminutas objeto de especulación inmobiliaria (cual si de pisos españoles se tratara), preservativos de papel y viagras como ofrenda a los muertos del siglo XIX. Ejemplos de una China cambiante. Y de que incluso aquello que simboliza y representa el cese, la cancelación, el fin de todo cambio -la muerte- también de alguna forma está sujeto al mismo.
Los más avispados llevan ya un tiempo jugando con el valor de lo crematístico. El precio del metro cuadrado de una parcela modesta en un cementerio de los alrededores de Pekín ronda los 2.500 yuanes (242 euros), unas 14 veces más caro que hace una década. El Ministerio de Asuntos Civiles ha sacado un borrador de ley para garantizar que sólo aquellos a quienes se les haya muerto un familiar o amigo tengan derecho a la compra de una parcela. Se pretende con ello frenar la especulación galopante en torno a los muertos.
El Ayuntamiento de Shangai, además, ha duplicado este año (de 19 a 36 euros) el subsidio que recibirán las familias que se decanten por el funeral "marítimo" y decidan lanzar las cenizas de sus seres queridos al mar. En la misma linea, el Ayuntamiento está recomendando que las nuevas sepulturas tengan menos de un metro cuadrado, la mitad del tamaño más popular.
No obstante, los shangaineses se resisten a adoptar los consejos de las autoridades. Y es que, según las estadísticas, sólo un 1,6 % de los "enterramientos" que se producen en la ciudad son marinos y tan sólo un 7% de las familias entierran a los suyos en parcelas de tamaño pequeño.
La cultura china ofrece una particular devoción a sus muertos. El día 5 de abril celebran la festividad de Quingming o barrido de las tumbas. Los cementerios se llenan de masas que con fervor acuden a honrar a sus difuntos: barren las lápidas (o el trocito de mármol) y queman objetos que, según sus creencias y de acuerdo con el rito budista, habrán de disfrutar sus antepasados en una vida ultraterrena. La relación de objetos o bienes que por incineración son enviados al otro mundo va desde un cochinillo o alcohol hasta preservativos, viagra o la figura del amante que el muerto o la muerta (generalmente lo primero) tuvo en vida.
Funerales marinos, tumbas diminutas objeto de especulación inmobiliaria (cual si de pisos españoles se tratara), preservativos de papel y viagras como ofrenda a los muertos del siglo XIX. Ejemplos de una China cambiante. Y de que incluso aquello que simboliza y representa el cese, la cancelación, el fin de todo cambio -la muerte- también de alguna forma está sujeto al mismo.
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