domingo, 30 de enero de 2011

BuEnOs pRoPóSiToS


Enero es el mes de los buenos propósitos.

La noche del 31 es fácil hacerse a uno mismo algún juramento, en virtud del achispamiento que otorga el champagne y el simbolismo de la fecha, que invita a la regeneración.

Pero sólo algunos de estos buenos propósitos sobreviven a la cuesta de enero.

Yo me hice unos cuantos.

Quienes me conocen saben que soy un gran aficionado (casi un experto en la materia): grandes proclamaciones, declaraciones de intenciones, propósitos de enmienda, buenos propósitos...

Y también saben que con el tiempo todo se me pasa...

Uno de esos propósitos lo proclamé en el blog: profundizar en la filosofía del caracol y empezar a adaptar mi forma de vida a dicha filosofía.

Lo hice público por dos motivos:

a) para hacer más difícil (o humillante) echarme atrás.

b) porque la filosofia del caracol sólo tiene sentido si se asume colectivamente: aparte de predicar con el ejemplo, se hacía preciso predicar sin más.

La cuesta de enero llega a su fin y he de decir que no me he "empapado" de la doctrina del Decrecimiento, como había previsto. En parte debido a la falta de tiempo y en parte debido a mi natural tendencia a la dispersión.

Por eso hoy me he propuesto (los domingos también son días de grandes promesas y juramentos) dedicar todos los días un poco de tiempo (mejor son cinco minutos que nada) a la filosofía del caracol: leer algo, tomar alguna nota, ver algún video, charlar con alguien sobre el tema o publicar un post sobre el asunto.

Hoy he hecho algo muy simple. He empezado a leer la voz "Decrecimiento" en la Wikipedia, y a resumirla en un folio reciclado. Apenas le he dedicado al asunto veinte minutos. Es lo suficiente para coger impulso para mañana.

Voy lento pero seguro.

A paso de caracol.

¿Quién me quiere seguir... o acompañar?


jueves, 27 de enero de 2011

SeR pRoFeSoR



Ayer tuvimos Consejo Escolar, así que volví a salir de noche del instituto.

Seguía lloviendo.

Me metí en el coche y puse uno de esos álbumes antiguos de Sabina que aunque envejecen nunca caducan. El limpiaparabrisas marcaba la cadencia de la música, de la lluvia, de mi cansancio y de mi estado de ánimo.

De camino a casa son 22 kilómetros y me gusta aprovechar ese tiempo para escuchar las noticias. Pero ayer era uno de esos días en los que uno no está para escuchar las noticias (los políticos, las pensiones, los mercados, ya saben) sino para ordenar las ideas que se acumulan en la cabeza con mayor rapidez de lo que hace falta para procesarlas o digerirlas.

Dar clase en un instituto (ser profesor) significa que al final del día las ideas se te acumulan en la cabeza con mayor rapidez de lo que hace falta para procesarlas o digerirlas.

Los posts surgen de un estado de ánimo.

Surgen de la lluvia golpeando la luna de un coche.

De la música del parabrisas o de la cadencia que marca una guitarra y las reminiscencias de un estribillo.

Eso es lo que quería hacer: llegar a casa y vomitar este post.

Pensé entonces en los comentarios a los que no había tenido tiempo de responder. Pensé en los enlaces que no había podido aún visitar. Me miré la mano izquierda. Con bolígrafo verde decía en el dorso de la mano: "Policía: botellón" y "Examen Jhony". Pensé entonces en que tenía que dejar preparados para hoy diversos exámenes (del trimestre, de recuperación, de alumnos enfermos) y calculé asimismo cuánto tiempo me iba a llevar preparar las clases de hoy.

Ser profesor significa que al final del día uno siempre tiene que calcular cuánto tiempo le va a llevar preparar las clases del día siguiente.

Al final del día siempre me pregunto: ¿cuánto tiempo hoy para ver algo en la tele? ¿cuánto tiempo para leer? ¿cuánto tiempo para hablar por teléfono?

En definitiva: seguía lloviendo y yo llegué a la conclusión de que no tendría tiempo de escribir ningún post.

 Así que el post que estoy ahora mismo escribiendo es el mismo que tenía ganas de escribir ayer.

Y eso nunca es bueno... pues ahora tengo la extraña sensación de estar haciendo los deberes.

Ayer se me ocurrió pensar que puesto que la mayor parte de las horas del día (de mi vida) transcurren en el instituto o las ocupo en una actividad relacionada con él, lo más normal sería dedicar alguna entrada a mis alumnos, a mis clases, a la asignatura que imparto, al instituto.

No es así.

(Casi ninguno de mis posts tratan de todo eso)

Muy al contrario: entro en el blog como quien entra en la ducha, como quien se va de viaje, como quien se sepulta en la cama bajo edredones, como quien se traviste, como quien se hace el loco, como quien sufre un episodio de amnesia, como quien se emborracha, como quien pone los cuernos, como quien se echa a dormir... como quien pega un frenazo, detiene su coche en medio de la ruta y sale a coger aire y a empaparse con la lluvia, que cae torrencial y oxigenada desde el cielo.

O algo así.

Ayer se me ocurrió la idea de narrar en un post toda mi jornada escolar, desde las 8 de la mañana con 2º A de bachillerato, comentando a Aristóteles, hasta las 19:30 en el Consejo Escolar, hablando de los alumnos que en el recreo se esconden del profesor de guardia, en un rincón del patio, para fumar.

Ayer era ése el post que quería escribir: un post interminable, como el Ulises de Joyce, sobre lo que ocurre en mi instituto en un solo día.  

Hoy me he puesto a escribir, finalmente, no ese post sobre el instituto, pero sí algo parecido.

Hoy me he puesto a escribir también desde el instituto.

(los martes y los jueves tengo clases de mañana y de tarde, así que almediodía no vuelvo a casa)

Hoy he colgado un video con imágenes de mi instituto.

Hoy he escrito un post de profesor...

Y sin embargo, palpo esta silla en la que estoy sentado ahora mismo, frente al ordenador de la Sala de Profesores; palpo la tela recia y está húmeda.

Hoy vuelvo a ser profesor aquí en el blog, de nuevo, o todavía.

Y sin embargo mis vaqueros están mojados, mis zapatos encharcados y mi chaqueta chorrea agua por las costuras.

Todo mi cuerpo huele a lluvia.


 

lunes, 24 de enero de 2011

miércoles, 19 de enero de 2011

sArDiNaS JaReAdAs 1

 

 Éste es Lídel, el perrito al que le gustan las salchichas.

Siempre he pensado que la Humanidad se divide en dos clases de personas:

a) los amantes de los perros.

b) los amantes de los gatos.

Los primeros son extrovertidos y sociables; personas alegres a las que les gusta la compañía y las manifestaciones públicas de afecto. Son directos en el trato con la gente, no se guardan casi nada en la recámara. Son confiados y a veces tienen tan poco malicia, o pueden llegar a ser tan simples como dicen las mujeres que somos los hombres.

Los amantes de los gatos son en cambio seres introspectivos, generalmente tímidos, o simplemente con una vocación irrenunciable por la soledad. Necesitan del afecto de los otros, pero en dosis controladas, para evitar el colapso por saturación (y babas). Son más rebuscados, o más complicados, tal y como decimos los hombres que son las mujeres.

Los lectores habituales de este blog saben de sobra por cuál de estos dos mamíferos siento una mayor devoción; y por tanto dentro de qué tipo humano me veo a mí mismo.



Lídel apareció en mi vida (o en mi casa) hace tan sólo una semana. 

Siempre pensé que era el perrito del vecino, un tipo alto y tieso como un mástil, viejo y huraño. Casi siempre que lo veía andaban juntos. Sin embargo, de un tiempo a esta parte Lídel anda siempre solo, recorriendo las calles de arena de La Caleta.

La semana pasada le hice unas carantoñas y se tomó la confianza de subir tras de mí las escaleras de mi casa y colarse en la cocina. Era la hora de la cena, así que abrí la nevera y le fui dando, cachito a cachito, una salchicha alema del supermercado Lidl. El perrito devoraba la salchicha con desesperación de náufrago.

Al día siguiente, a la misma hora, yo llegaba exhausto del instituto (los martes y los jueves doy clase en el nocturno) y a la puerta de mi casa estaba haciendo guardia el perrito del vecino. Pensé en las salchichas alemanas del Lidl, y allí mismo lo bauticé:

-¡Vamos, Lídel, sube, que es la hora de la cena! -le azucé.

Lídel salió escopetado escaleras arriba, en dirección a la nevera: esa noche cayó otra salchicha alemana.

De este modo, noche a noche, se fue construyendo entre Lídel y yo una placentera rutina, como la que van forjando los amantes a lo largo del tiempo.



Pero llegó el día fatídico.

Llegó nuestra primera crisis.

Y es que una de esas noches, en la que llegaba a casa tarde y sin fuerzas para juguetear con Lídel, al abrir la nevera descubrí que el bote de salchichas estaba vacío.

(Sí, lo reconozco: soy de esas personas que terminan un bote o un paquete de algo y lo dejan nuevamente en la nevera, a la espera de que alguien con más iniciativa y resolución acabe por tirarlo a la basura)

Mientras yo miraba con cara de imbécil el bote lleno de ese líquido en el que nadan (cuando quedan) las salchichas, Lídel movía la cola frenéticamente, salivando y extasiado, ajeno a la tragedia que se estaba mascando.

-Ya va, Lídel, ya va -decía, tranquilizador, mientras en mi interior mi cabeza trataba de sacudirse el abotorgamiento y el cansancio para buscar una solución.

Llené un tazón con el líquido amniótico de las salchichas, cuyo olor me pareció tan penetrante, tan asalchichado, que por un momento pensé que a Lídel no le importaría cenar caldo de salchicha, para variar.

Pero Lídel husmeó aquel mejunje y lo rechazó con displicencia.

Registré mi nevera y mi despensa: pasta, papas, frutos secos, yogures, bases de pizza, fruta, queso blanco, pepinillos, dátiles, cereales, leche, berberechos... 

Allí no había nada apropiado para Lídel.



Y entonces vi las sardinas jareadas.

-Si fueras un gato- le dije.

Lídel me miraba expectante, como queriendo comprenderme.

-Si fueras un gato todo sería más fácil.

Lídel agachó las orejas. Una especie de gemido se escapó de su interior.

-¿Y por qué no? -le dije-. ¿Por qué no ibas a ser tú capaz de comer sardinas?

Y así, con suma precaución, le partí una porción de sardina jareada. Lídel la olisqueó y se abalanzó sobre ella, casi con mayor entusiasmo que hacia las salchichas a las que lo tenía habituado.



No he vuelto a hacer una compra en Lidl. Así que, hasta la fecha, el perrito Lídel sigue cenando cada noche sardinas jareadas.

Entre los dos se ha restaurado la vieja rutina y el pescado salado ha hecho posible esta dulce reconciliación.



 Hay personas extrovertidas, y de una jovialidad sencilla: son los amantes de los perros.

Hay otras personas que se sienten más cómodas en el ensimismamiento de sus soledades: son los que aman a los gatos.

Pero Lídel es un perro al que le gustan las sardinas jareadas.

Así que es muy probable que las cosas no resulten ser tan simples como parecen.

Y que cada persona sea un misterio, una incógnita, un enigma.

martes, 18 de enero de 2011

ObSoLeScEnCiA PrOgRaMaDa


La foto de arriba podría servir para uno de esos post que suelo titular "Agudeza Visual".

Pero no, esta vez no se trata de un juego.

La foto es una de las que te muestra Google si tecleas la expresión con la que he dado título a este post.

La Wikipedia ofrece la siguiente definición de lo que es la obsolescencia programada

"Se denomina obsolescencia planificada u obsolescencia programada a la determinación, planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio. La obsolescencia planificada tiene un potencial considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante dado que el producto va a fallar en algún momento, obligando al consumidor a que adquiera otro producto nuevamente".

El domingo pasado pusieron en la 2 de TVE un documental buenísimo acerca de la obsolescencia programada y la cultura del comprar, usar y tirar en la que vivimos todos inmersos.

Cuando digo "todos" quiero decir "el 20% de la población mundial".

Esa es, para ti y para mí (que vivimos en el "primer mundo"), la única que cuenta.

El documental ya ha sido subido a Youtube:

Se titula "Comprar, tirar, comprar" y puedes verlo aquí.



Esta es una bombilla corriente. Supongo que, en tu casa, alguna vez habras tenido que cambiar alguna. 

¿Por qué se funden las bombillas?

Muy sencillo: por voluntad expresa del fabricante, que las ha diseñado concienzudamente para que no duren más de un máximo de horas determinado. Las bombillas han sido testadas antes de salir al mercado. Y han sido sometidas a una suerte de proceso de selección natural inverso: sólo las menos aptas sobreviven. Sólo aquellas cuya vida útil no es demasiado larga son lucrativas, aptas para ser comercializadas.

Éstas bombillas son las que puedes encontrar en una ferretería o en una gran superficie.

La tecnología para fabricar bombillas más duraderas existe.

Ello beneficiaría a tu bolsillo.

Ello beneficiaría al medio ambiente.

Pero quien comercializa las bombillas no está pensando más que en su bolsillo: no en el tuyo, ni en el medio ambiente.

El documental muestra documentos y normativas internas de los fabricantes de bombillas en los que queda demostrado que la obsolescencia programada es la filosofía empresarial en la que se han basado sus directrices productivas durante los últimos 50 años.

Esto es una impresora corriente.

La típica impresora que cuando se estropea llevas a arreglar y te dicen: "repararla le va a salir más caro que comprarse una nueva". En ese momento tratas de preguntarte qué ha pasado. Siempre has sido muy cuidadoso con tu impresora: nunca le has dado puñetazos ni has apretado todos los botones al mismo tiempo cuando se negaba a ejecutar una orden de impresión. No es justo, pues, que te haya dejado en la estacada de esta manera.

Y sin embargo, todo estaba programado.

Desde que la compraste su obsolescencia estaba programada.

En el docuental muestran cómo tu impresora lleva un chip en su interior que cuenta el número de impresiones realizadas. Cuando llega a un número determinado que ahora no recuerdo, el chip avisa a la impresora de que ha llegado la hora de morir.

El resto de la historia ya la conoces.


Esto es un Iphone.

Bueno, la batería de un Iphone.

Un estudiante norteamericano ganó un pleito contra Apple alegando que las baterías del Iphone tienen una vida de 18 meses y que no son reemplazables. 

Creo que las nuevas versiones del Iphone han mejorado la vida de sus baterías (eso acabo de leer en un foro de internet... aunque a veces estos foros son tan fiables como el presentador de una tertulia de Intereconomía). Sin embargo, en el momento de la denuncia contra Apple parece que el estudiante llevaba razón.

Actualmente Apple es la segunda empresa del mundo más cotizada en bolsa (la primera es la petrolera Exxon).

A estas alturas supongo que tu agudeza visual te ha permitdo distinguir lo que se ve en la primera foto de este post.


Tú vas a tirar la bolsa de basura cada noche al contenedor de la esquina.

El "primer mundo" tira toda su basura tecnológica en los países pobres o en vías de desarrollo. A veces les paga por ello. Otras veces les dice que es tecnología que ellos pueden reutilizar. Pero no es así. El documental enseña cómo esa chatarra inservible se amontona en basureros inmensos que crecen en la cuenca de un río o en las afueras de las ciudades.



La publicidad es por lo general entretenida, sugerente, ágil, ingeniosa.

La publicidad es efectiva: produce tan buen rollo que dan ganas de comprar.

Sin embargo, si lo piensas dos veces, o tres, de lo que dan ganas es de vomitar.


Nota: Si te he parecido exagerado, ambiguo, impreciso o poco convinvente, por favor no dejes de ver el documenal. Si te he parecido todo lo contrario a eso, por favor no dejes de ver el documental.

viernes, 14 de enero de 2011

AmOr eSpEcTáCuLo


Ayer me tropecé con esta pintada impresa en los muros de la Biblioteca Pública de Arrecife.

El amor es transgresor.

El amor es irracional.

El amor es locura.

Sí, vale pero... 

¿Hacía falta pringar con el grafitti toda una pared de la Biblioteca? 

¿Hacía falta ser cursi en público y no sólo en privado?

¿Cómo serían las muros de nuestras ciudades si todos nos dedicásemos a llenarlos con nuestras manías y obsesiones?



Personalmente, sólo soy partidario del grafitti cuando se alcanzan unos mínimos de calidad.



O cuando los firma un genio, una autoridad en la materia, como Banski.

Pero más allá del hecho de que al tal (o a la tal) "Moon" se le debería caer la cara de vergüenza por atreverse a hacer esa cagada de pintada frente a los muros de la Escuela de Arte Pancho Lasso, lo que más me llamó la atención ayer al leer la declaración de amor público fue la impudicia de airear y proclamar a los cuatro vientos algo tan íntimo como lo que parece haber entre "Moon" y su chica (o chico).

Pero eso es lo que se lleva hoy en día: el amor público.


Al llegar a casa puse la radio. Mar Montoro, del programa de los 40 principales "La mar de noches", recibía la llamada de Daniel, quien nos contaba su historia, que te enlazo aquí para que la escuches, poque no tiene desperdicio.

No sé si has podido escuchar hasta el final una historia "de amor" tan empalagosa como la de Daniel y Olga, "su churri". El programa de Mar Montoro tiene más de 25.000 fans en Facebook. Me pregunto si a todos ellos les parece normal que se le llame "amor" a la relación que tienen 2 personas que nunca se han visto y que sólo se conocen (por Facebook y por teléfono) desde hace 13 días. Me pregunto si les parece normal que el ingeniosísimo Daniel, en un alarde de originalidad, se plante en Madrid desde Bilbao, para darle una sorpresa a "su churri", y que todos los 25.000 y el resto de oyentes del programa presencien: a) cómo se ven cara a cara, el uno al otro, por primera vez; b) cómo se besan por primera vez ("momentazo con beso de tornillo incluido", reza la página web); y c) cómo a Olga se le saltan las lágrimas de emoción.

En fin, sólo puedo decir una cosa: puajjj...

(Si no existen emoticonos vomitando habría que inventarlos)

Para resumir:

Que si estás enamorado debes publicarlo en un blog, contarlo en antena, llorar en la TV, darte besos públicos de tornillo, pintarrajear las calles.

Ahora es de mal gusto decirle a tu chica (o chico) un "te quiero" cuando se está a solas, escribirle una dedicatoria en la solapa de un libro, regalarle besos, palabras, caricias privadas... a espaldas de todos.

Hay que demostrarlo. Hay que volver público el amor, hacerlo espectáculo, para que todos los demás (peatones, telespectadores, oyentes, público) puedan certificarlo, darle el visto bueno, corroborar que se trata de amor, y no de un simulacro. 

Así que no lo olvides: si dudas de tu amor y de tus sentimientos, pide el comodín del público.

Sólo si sube la audiencia, es amor del bueno.




Para terminar te dejo con una de las famosas "pruebas de novios".

También del desamor se saca tajada.

martes, 11 de enero de 2011

CoN MoRaLeJa


A los defensores de la filosofía del caracol les gusta ilustrar sus ideas con metáforas, cuentos o anécdotas, como ésta, con moraleja:


En un pueblo de la costa mexicana, un paisano está, medio adormecido, junto al mar. Un turista norteamericano se le acerca y entablan conversación. El turista le pregunta:
—"Y usted, ¿a qué se dedica? ¿En qué trabaja?".
El mexicano responde:
—" Soy pescador".
—"¡Vaya, pues debe ser un trabajo muy duro! Trabajará usted muchas horas".
—"Sí, muchas horas", replica el mexicano.
—"¿Cuántas horas trabaja usted al día?".
—"Bueno, trabajo tres o cuatro horitas".
—"Pues no me parece que sean muchas. ¿Y qué hace usted el resto del tiempo?".
—"Vaya. Me levanto tarde. Trabajo tres o cuatro horitas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y luego, al atardecer, salgo con los amigos a tomar unas cervezas y a tocar la guitarra".
El turista norteamericano reacciona inmediatamente de forma airada y responde:
—"Pero hombre, ¿cómo es usted así?".
—"¿Qué quiere decir?".
—"¿Por qué no trabaja usted más horas?".
—"¿Y para qué?", responde el mexicano.
—"Porque así al cabo de un par de años podría comprar un barco más grande".
—"¿Y para qué?".
—"Porque un tiempo después podría montar una factoría en este pueblo".
—"¿Y para qué?".
—"Porque luego podría abrir una oficina en el distrito federal".
—"¿Y para qué?".
—"Porque más adelante montaría delegaciones en Estados Unidos y en Europa".
—"¿Y para qué?".
—"Porque las acciones de su empresa cotizarían en bolsa y usted se haría inmensamente rico".
—"¿Y para qué?".
—"Pues para poder jubilarse tranquilamente, venir aquí, levantarse tarde, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta con su mujer y salir al atardecer a tomarse unas cervezas y a tocar la guitarra con los amigos". 

Ayer terminaron mis vacaciones. Desde entonces, he retomado el ritmo frenético habitual: el reloj, las horas contadas de sueño, las migajas diarias de ocio... 

Supongo que el turista norteamericano se sentiría orgulloso de mí.

Nos hace falta echar el freno, ralentizar, bajar el ritmo... como el caracol.


Nota: la anécdota-cuento la refiere Carlos Taibo en esta conferencia magnífica sobre el "dEcReCiMiEnTo".
 

lunes, 10 de enero de 2011

MeNoS CuArTo

 

Campana de La Concepción sobre la calle Carrera (La Laguna), tocando los cuartos.


Era la una menos cuarto.

sábado, 8 de enero de 2011

AgUdEzA ViSuAl



¿Qué es esto y dónde está?

viernes, 7 de enero de 2011

jueves, 6 de enero de 2011

MiS ReYeS


He aquí mis regalos de Reyes.

Una camisa, un libro, un perfume, una camiseta con una foto de Mayco y un número para el Gordo, con una notita que dice: "¿Para un año sabático?".

El sorteo comienza a las 12:00 horas, en 2 minutos...

Una extraña superstición me ha obligado a publicar este post antes de dicho comienzo.

Un minuto...

miércoles, 5 de enero de 2011

BuEn CaMiNo


Hay personas con las cosas claras: saben hacia donde se dirigen, cómo, con quién. No titubean o, si lo hacen, son resolutivos a la hora de despejar esas dudas que nos paralizan. Saben lo que quieren, y luchan o se esfuerzan en conseguirlo, sin meandros ni rodeos ni rectificaciones. Algunas de estas personas son  simplemente dogmáticas o fanáticas, o simplemente personas poco críticas, y poco autocríticas: tener las cosas claras no garantiza la virtud en que consiste transitar por el buen camino.

Yo nunca he tenido las cosas claras. Yo siempre he dudado de todo. Yo casi nunca consigo reconciliar del todo aquello que hago con aquello que pienso. Yo casi nunca estoy seguro de lo que siento. Yo nunca he creído en dios ni he sentido revelación de ningún tipo. Yo nunca me he comprometido del todo con una filosofía o modelo de vida. Yo las he querido probar todas: la del pirata cojo con pata de palo y todas las demás. Yo nunca he sentido el sosiego y la alegría de tener las cosas claras.

Pero quizás ha llegado el momento.

Quizás ha llegado a mi vida la hora de abrazar, poco a poco, la filosofía del caracol.


martes, 4 de enero de 2011

IsLaS LeJaNaS


Los días se suceden, infatigablemente, con su espantosa previsibilidad. Los anuncia el almanaque en la pared, el calendario de bolsillo, la agenda en el móvil. Y todos ellos van llegando, uno a uno, incansablemente y en orden, sin salirse nunca de sus goznes, como los caballitos de un tiovivo eterno que nunca cesa.

Me asomo entonces, a veces, al mundo. Me quedo mirando al mar, al horizonte, al Risco, a las islas de enfrente (tan lejanas que da la impresión de que con tan sólo estirar el brazo se puede alcanzarlas). Me asomo al misterio del mundo, que intento aprehender.

Transcurren los días y son tierra baldía; un pasatiempo. Los cuento, los pienso; o los olvido e ignoro. Pero siempre están ahí, cancerberos del tiempo, cerrándonos el paso, vigilando el acceso al misterio del mundo, al absoluto, a un no sé qué que presiento e intuyo muy de tarde en tarde: oculto, misterioso y lejano (como las islas de enfrente).

Y pasan los días, oculto el enigma.