martes, 30 de noviembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

AgUdEzA ViSuAl


¿Qué ves aquí?


Carse apunta en su comentario en la buena dirección :

Hay una vía.

Hay luces en la oscuridad.

Y una foto muy movida.

Pero esa luz verde nunca cambia a rojo.

¿Qué ves ahora?



Efectivamente, estabilizando el pulso se aprecia que se trata de...



...el cuadro de mandos de mi coche.

¡Sobresaliente en agudeza visual, Anónimo!



miércoles, 10 de noviembre de 2010

LaiCiSmO AgReSiVo


 España es un país en el que las religiones, y en particular la católica, sufren el ataque vil y mezquino del... laicismo agresivo.

España es un país con 7.000 colegios privados o concertados. Casi 2.500.000 alumnos estudian en centros concertados de ideario religioso, que el Estado financia con fondos públicos, pero cuya gestión deja en manos de instituciones religiosas. 

En los centros públicos, la religión es una asignatura de oferta obligatoria. Y su presencia en el curriculum va desde 1º de Primaria hasta 1º de Bachillerato. Es decir, está implantada en 3 etapas (Primaria, ESO y Bachillerato) y en 11 cursos.

Pero España es un país de laicismo agresivo. Prueba de ello es la asignatura "Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos", presente sólo en 2 cursos y con una carga lectiva ínfima... pero peligrosísima.

España es laicista y agresiva. Y a los profesores de religión los eligen los obispos pero les paga el Estado (es decir: tú y yo).

En España la Iglesia Católica oficia funerales de Estado.

Y casa al heredero de la Corona. 

Y bautiza a sus hijos.

Aunque en las celebraciones puramente religiosas, como las procesiones de Semana Santa (con las que se interrumpe la circulación y el normal funcionamiento de las principales calles del país), las autoridades civiles acompañan a los representantes católicos y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado escoltan iconos religiosos... lo cierto es que España es un nido de laicistas.

Sólo cuatro de las doce fiestas anuales del calendario no tienen un carácter u origen religioso: el día de la Constitución, el 1º de mayo, el día de la Fiesta Nacional, y la de cada Comunidad Autónoma.

Hay capillas y capellanes en universidades, hospitales, centros penitenciarios, cuarteles y otras instituciones ajenas a la Iglesia.

El patrimonio artístico y arquitectónico de la Iglesia (catedrales, retablos, joyas) se conserva y cuida con fondos públicos (o sea: tuyos, míos) pero es de titularidad privada: pertenecen a la Iglesia.

En esta España laicista en la que vivimos la Iglesia Católica está exenta de pagar el IVA y se sirve de la declaración pública del IRPF (o sea: ésa que tú y yo hacemos todos los años) para percibir un porcentaje importante de su presupuesto. 

Aunque laica, y aunque agresiva, la televisión pública española (RTVE: esa que pagamos... bueno, creo que eso ya lo hemos dicho) ofrece espacios públicos, gratuitos y semanales para la Iglesia Católica.

En la España del laicismo agresivo se recibe y costea la visita al país del máximo representante de la Iglesia en el mundo; y éste públicamente critica esas leyes que indirectamente (tú y yo) hemos votado. 

En la España del laicismo agresivo siguen vigentes los Concordatos de 1979 entre la Iglesia Católica y el Estado español (por los cuales se regulan las relaciones de cooperación y ayuda en materia educativa, cultural, económica, militar y jurídica). Aunque hay un punto del Concordato que sigue aún sin cumplirse: el compromiso de la Iglesia Católica de autofinanciarse a sí misma.





Estos señores que sonríen y se dan la mano representan, respectivamente, al Estado y a la Iglesia.

El laicismo es el modelo de organización de la sociedad que promulga la separación Iglesia-Estado.

Este apretón de manos es engañoso..

Podría llevarnos a pensar que en España no hay una verdadera separación Iglesia-Estado.

¡Craso error!

En España hay mucho más que eso:

En España hay un laicismo agresivo.

Al señor de la izquierda (¡¿de la izquierda?!) esta frase puede parecerle exagerada.

Pero el señor de la izquierda (con perdón) es "un mandado", y se puede equivocar.

El señor de la derecha, en cambio, es infalible.

Y si él ha dicho lo que ha dicho: será por algo.


Fuente: Me he inspirado para este post en el reportaje del periódico Público "Los 10 mandamientos del laicismo" 

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domingo, 7 de noviembre de 2010

rAbiOsA aCtUaLiDaD 3


Hace algo más de un mes pudimos leer el siguiente titular:

"Si Belén Esteban se presentara a las elecciones sería la tercera fuerza política".

No se trataba de una broma ni del dictamen de algún tertuliano televisivo:

"El estudio -rezaba la noticia- se ha elaborado a través de encuestas telefónicas a 3.200 personas de distintos segmentos de la población (edad, sexo, comunidad autónoma...), y el 8,9 por ciento de todas ellas, votaría a Belén Esteban como Presidenta de Gobierno en las próximas elecciones, sin importar el programa político que presentase y consiguiendo 5 escaños en la Cámara Baja. Por delante de la de San Blás se encontraría el PSOE, con un 37 por ciento, y el PP, con un 40 por ciento. Todo esto en términos hipotéticos, pero resultaría sobrecogedora una posible coalición con Esteban para alcanzar la mayoría absoluta".

La democracia se basa en la ley de la mayoría. Y según dicha ley la "princesa del pueblo" quedaría situada en las próximas elecciones por delante de otras fuerzas políticas como IU, UPD, PNV o CIU.

La democracia etimológicamente significa eso mismo: gobierno (kratein) del pueblo (demos).

Nuestro pueblo tiene claro, parece, quién ha de ser su princesa.

Y éste es precisamente, según Platón, el problema de la democracia.


A saber: que el pueblo no siempre elige correctamente.

Estamos acostumbrados a oír todo lo contrario. Hoy nadie cuestiona la democracia y cuando un político corrupto es reelegido en unas elecciones se ampara en los resultados obtenidos para legitimarse políticamente y lavar su imagen moralmente. Aunque los jueces le lleven la contraria: "el pueblo ha hablado". Y eso es lo importante.

Posiblemente no haya alternativa a la democracia como sistema político. 

Posiblemente no se pueda ir más allá de la célebre frase de Winston Churchill, según la cual: "La democracia es el menos malo de los sistemas políticos". O dicha de otro modo: "La democracia es el peor sistema político que existe, con excepción de todos los otros sistemas.".

Sin embargo, a menudo me da por pensar que la democracia está sobrevalorada y siento cómo se revuelve en mi interior, y lucha por salir a la superficie, la tentación del platonismo.

También el propio Churchill debía de tener momentos de éstos, de escepticismo democrático, pues también es suya la siguiente frase:

"El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio."



En las antípodas de la democracia, Platón diseñó en su obra "La República" un modelo de Estado basado en un gobierno de sabios.

Me resulta curioso que Platón insista en una idea: que a estos sabios debe obligárseles a ejercer el mando y a ser gobernantes, pues de otro modo (es decir, voluntariamente) sería imposible contar con ellos para esta tarea. En consonancia con esto, Platón afirma que hemos de desconfiar de quienes se aferran con uñas y dientes al poder:

"Así es, mi querido amigo. Si puedes encontrar para los que deben obtener el mando una condición que ellos prefieran al mando mismo, también podrás encontrar una república bien ordenada, porque en ella sólo mandarán los que son verdaderamente ricos, no en oro, sino en sabiduría y en virtud, riquezas que constituyen la verdadera felicidad. Pero dondequiera que hombres pobres, hambrientos de bienes y que no tienen nada por sí mismos, aspiren al mando, creyendo encontrar en él la riqueza que buscan, allí no ocurrirá así. Cuando se disputa y se usurpa la autoridad, esta guerra doméstica e intestina arruinará al fin al Estado y a sus jefes".
Es decir, Platón plantea que se debe obligar a estos sabios ("por medio de la persuasión o de la autoridad") a tomar cartas en el asunto y a comprometerse en los asuntos del Estado, en la vida política. Platón ofrece una serie de razones (basadas en los beneficios y la utilidad de esta medida para todos) y afirma estar convencido de que tales sabios comprenderán tales razones: 

"¿Se resistirán, pues, nuestros discípulos a estas razones? ¿Se negarán a cargar alternativamente con el peso del goierno, para ir después a pasar juntos la mayor parte de su vida en la región de la luz pura? Es imposible que rehúsen, porque son justos y justas también nuestras exigencias; y entonces cada uno de ellos, al contrario de lo que sucede en todas partes, aceptará el mando como un yugo inevitable".

En esta época en que nuestros gobernantes y nuestra clase política están tan despretigiados, y en que nuestros sabios e intelectuales parecen estar la mayor parte del tiempo sumidos en un cómodo o resignado silencio... siento, poderosa y visceral, la tentación del platonismo.

En EL PAÍS de hoy leo un reportaje en el que se retoma la noticia con la que he abierto este post. Como al leerlo me ha llegado un tufillo a basura, he decidido leerlo de nuevo, con más atención. El reportaje lleva por subtítulo: 

"La hipótesis de su triunfo electoral [el de Belén Esteban] es síntoma del descontento político".

Es decir, que la culpa de todo la tienen los políticos.

En la segunda lectura del reportaje me he percartado de que esta opinión, que recoge la periodista, procede de un tal Óscar Cornejo, quien "asiste divertido al revuelo provocado por la hipotética entrada en política de Belén Esteban".  

Óscar Cornejo es uno de los responsables de la productora "La Fábrica de la tele", en cuyo seno se han gestado programas de telebasura, amarillismo y sensacionalismo rosa como Aquí hay tomate, La noria o Sálvame.

¿La culpa de todo la tienen los políticos?




Los programas de esta calaña, de esta productora que dirige Óscar Cornejo, han hecho, en mi opinión, mucho más daño del que la gente o el demos, por votación, estaría dispuesta a reconocer. 

Estos programas y estos programadores, como el señor Cornejo, son los que más acríticamente han abrazado la idea de que lo que cuentan son las mayorías, con independencia de lo que éstas mayorías voten u opinen. Lo que cuenta -en su lenguaje- son las audiencias, que legitiman las parrillas de telebasura del mismo modo que la obstinación ciega y fanátca de ciertos votantes legitiman a un político corrupto.

La culpa es pues también de la gente, que se equivoca al votar a Belén Esteban.

Y de estos programas como los que patrocina Óscar Cornejo, responsables de promover, con el ejemplo, un demos inculto, analfabeto y soez.

En su famoso mito de la caverna, Platón describía a este demos, hipnotizado con las sombras, apariencias y trivialidades de Sálvame o La noria, como prisioneros ciegos a la verdadera realidad, embobados con las visiones fugaces de un mundo virtual e ilusorio, incapaces de contemplar la Verdad, la Belleza, la Justicia y el Bien.

En un mundo, como éste, en el que el pueblo se ha pronunciado y ha visto en Belén Esteban a su princesa, todas estas palabras grandilocuentes que he puesto con mayúscula suenan a risa...



Cuando leo a Platón fantaseo con ese gobierno de sabios e imagino a quién eligiría yo para ostentar "el mando como un yugo inevitable" antes de dejarles pasar "la mayor parte de su vida en la región de la luz pura".

Platón estaría de acuerdo, probablemente, en que a este gobierno de sabios le vendría bien alguna mujer.

Pero dudo mucho que la elección democrática de Belén Esteban fuera de su agrado.

Y tú... ¿a quién pondrías en el lugar de este interrogante final?



sábado, 6 de noviembre de 2010

No EnTiEnDo...


...cómo he tardardo tanto en darme cuenta de que los exámenes también pueden corregirse...


...desde aquí.


viernes, 5 de noviembre de 2010

rAbiOsA aCtUaLiDaD 2



La guerra es también hoy, como en tiempos de Platón, un asunto de rabiosa actualidad.

En su obra La República el filósofo griego dedica algunas páginas a diferenciar la guerra y la discordia:

"Me parece que así como la guerra y la discordia tienen dos nombres diferentes, son también dos cosas distintas que hacen relación a dos objetos también diferentes. La una se da en lo que está unido a nosotros por lazos de sangre y de la amistad, la otra, en lo que nos es extraño. La enemistad entre allegados se llama discordia; entre extraños, se llama guerra"

Los conflictos bélicos entre las diferentes polis griegas que tuvieron lugar a finales del siglo V a.C. han sido bautizados por los historiadores con el siguiente nombre: "Guerra del Peloponeso".

No obstante, según Platón, dicho nombre no debe de ser exacto, pues "los griegos son entre sí allegados y parientes, y extranjeros respecto a los bárbaros"

Por lo tanto, las disputas entre griegos de distintas polis son sólo "discordia" mientras que aquellas que enfrentan a griegos y bárbaros sí pueden calificarse de "guerra":

"Cuando entre griegos y bárbaros surja cualquier desavenencia y vengan a las manos, esa, en nuestra opinión, será una verdadera guerra; pero cuando sobrevenga una cosa semejnte entre los griegos, diremos que son naturalmente amigos, que es una enfermedad, una división intestina, la que turba la Hélade, y daremos a esta enemistad el nombre de discordia".

Corrijamos, pues, a los historiadores, y digamos, en nombre del ideal platónico: "Discordia del Peloponeso".


Hace una semana salió a la palestra informativa la revelación desde WikiLeaks de los secretos mejor guardados por el gobierno de EEUU acerca de su intervención en Irak. Era la cara B del conflicto: torturas a prisioneros, matanza de civiles, cifras de muertos, abusos, atropellos... En definitiva: todo lo que sospechábamos, todo lo que decíamos o pensábamos (y veíamos incluso en algunas películas) pero que no habíamos podido corrobar por escrito.

Los Convenios de Ginebra constituyen una serie de normas internacionales para humanizar la guerra y minimizar sus efectos sobre soldados y civiles. Fueron creadas entre 1864 y 1977, es decir, en los siglos XIX y XX.

Cuando Platón reivindica, para los griegos, el modelo de la "discordia" frente al de la "guerra", de lo que se trata a fin de cuentas es de lo mismo: de humanizar la guerra:



"Por lo tanto, hay que acabar con el despojo de los muertos, y con el rehusar al enemigo el permiso para llevárselos (...). Tampoco llevaremos a los templos de los dioses las armas de los vencidos, sobre todo si son griegos, como para hacer con ellas ofrendas, si en algo apreciamos la benevolencia de los demás griegos. Temeríamos manchar los templos, adornándolos con los despojos de nuestros vecinos, a menos, sin embargo, que la divinidad disponga lo contrario".

No olvidemos que todo esto queda referido en ese extenso diálogo en el que Sócrates conversa con algunos de sus discípulos:
"-¿Qué piensas de la devastación del territorio griego y del incendio de las casas? ¿Qué harán tus soldados respecto a los enemigos?

-Deseo saber tu opinión en este punto -dijo.

-Mi opinión es que no se debe devastar ni quemar; y sí contentarse con tomarles todos los granos y frutos del año".

Platón es cándidamente benévolo en este punto y la descripción de como deberían ser los enfrentamientos entre griegos está recorrida por un noble sentido del fair play que nos recuerda al de dos aristócratas ingleses que se baten en duelo. 

Dicho esto, lo cierto es que su concepción de la guerra como discordia coincide con el espíritu de las Convenciones de Ginebra, en cuya base encontramos una preocupación por el sufrimiento humano ajeno.


Hay una cosa que me gusta de estas ideas de Platón:

Él no hubiera consentido que suníes y chííes se dejaran de tratar como "allegados y parientes" y llevaran su discordia más allá... hacia una guerra cruenta, criminal e indigna.

Hay en cambio otra cosa que no me gusta tanto:

Su distinción entre griegos y bárbaros es la misma que hoy en día reproducen fidedignamente las grandes potencias que se embarcan en guerras de esta índole.

Lo único que cambia es quienes son los griegos y quienes los bárbaros.

En el caso de Irak, la cosa está bien clara:

A las fotos me remito.

martes, 2 de noviembre de 2010