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viernes, 27 de abril de 2007

PaTeRaS NóMaDaS 2

Otra vez más Kapuscinski:

"Se vuelve cada vez más importante para el mundo la pregunta no de cómo alimentar a la humanidad -hay comida suficiente; a menudo sólo se trata de organización y transporte-, sino de qué hacer con la gente. Qué hacer con la presencia en la Tierra de millones y millones de personas. Con su energía sin emplear. Con el potencial que llevan dentro y que nadie parece necesitar. ¿Qué lugar ocupa esa gente en la familia humana? ¿El de miembros de pleno derecho? ¿El de prójimos maltratados? ¿El de intrusos molestos?".

(Ryszard Kapuscinski: Ébano).

domingo, 25 de marzo de 2007

TiEmPo sUbJeTiVo 2

En el post anterior Kapuscinski contrastaba el carácter maleable y subjetivo de la concepción que los africanos tienen del tiempo con la idea que los "europeos" tenemos de esta -reza el diccionario- magnitud física: absoluto, objetivo y exterior al sujeto.

Esto vale para Newton, y para nuestra concepción de sentido común. Sin embargo, también es europeo Kant, del que recordará cualquiera que lo haya sufrido en bachillerato su definición del tiempo como una "forma a priori de la sensibilidad", lo cual venía a resumirse en que el tiempo no es una realidad exterior e independiente del sujeto que conoce, sino una condición que éste impone a todo aquello que ha de ser conocido. Se trata no de una cualidad o propiedad del mundo, de la realidad exterior a nuestro entendimieno, sino de una forma, de una condición bajo la cual tiene lugar el conocimiento. El entendimiento impone a todo aquello que se nos presenta la siguiente constricción o camisa de fuerza: su sometimiento a este mecanismo férreo aunque subjetivo: el tiempo.

Siempre me ha costado entender u otorgar verosimilitud a esta piedra de toque de la filosofía de Kant, desde que se la oí por primera vez a mi profesor de filosofía en COU hasta hoy mismo (en que me toca enseñarla), pasando por mi examen de oposición en que tuve que exponerla. Resulta muy difícil tomarse en serio la afirmación de que el tiempo es algo subjetivo y no por tanto una propiedad del universo. Incluso si se entiende ese carácter subjetivo como algo compartido, propio de la especie humana: como algo intersubjetivo. Me resisto a pensar que lo que había antes del hombre y lo que habrá después de él no sea tiempo. Aunque hablar aquí de "antes" y "después" implica dar por sentado lo que precisamente se pone en solfa. Y Kant me diría aquí que eso se debe a que no me queda más remedio que hablar y pensar de ese modo (utilizando categorías temporales) pero que eso sólo es un síntoma que delata la marca de fábrica de nuestro entendimiento.

No obstante, incluso si nos declaramos detractores de Kant en este punto, sí que hay un sentido en que la idea del tiempo como algo subjetivo cobra toda su validez. Es el que le otorga al hablar de los africanos Kapuscinski, o al que se refiere ese cambio de mentalidad de la sociedad peruana en el post anterior y que tiene su origen en la invención del reloj mecánico y su profusión durante la revolución industrial como emblema del capitalismo.

Para los africanos (acaso también para el occidental precapitalista) el tiempo sólo pasaba o corría o transcurría cuando algo en el mundo tenía lugar, sucedía, cambiaba: una nueva estación, una celebración ritual, una arruga. Sólo los acontecimientos indicaban que el tiempo había fluído. Con la generalización del reloj, con la familiarización con este artilugio que implica el llevarlo atado a la muñeca como un apéndice, se hace posible que pase el tiempo sin que ocurra nada (como no sea el mero registro que implica el desplazamiento de una manecilla, la aparición de un nuevo dígito o la cantinela de una alarma). No importa la intención subyacente que pueda ver en esta transformación el historiador social: disponer de un mecanismo con el que el patrón poder azuzar a los obreros y encomiarles a llenar este receptáculo vacío que marca el reloj (pongamos por caso: 35 minutos) con las más diversas actividades o acontecimientos (enroscar 3000 tornillos, apretar 600 tuercas, dar 300 martillazos). Lo que importa es el efecto que este cambio de hábitos creó en nosotros, occidentales: la idea de un tiempo objetivo exterior a nosotros, que nos constriñe, que nos encorseta, que nos impone una determinada servidumbre.

Es a esta servidumbre a la que escapa aún el hombre africano que describe Kapuscinski en "Ébano". La misma que pretende afianzar ahora el gobierno peruano con su campaña "La hora sin demora".

miércoles, 14 de marzo de 2007

TiEmPo sUbJeTiVo 1

Esta tarde escuché una noticia insólita. El gobierno de Perú ha emprendido una guerra, una cruzada, una campaña contra la impuntualidad: un mal endémico al parecer de la sociedad y de las instituciones peruanas, así como de la mayor parte de países latinoamericanos.

El presidente Alan García hizo repicar ayer al mediodía las campanas de la plaza mayor de Lima, en un acto en el que se sincronizaron los relojes y se puso en marcha la campaña bautizada "La hora sin demora".

En la ceremonia se exhibió un ataúd con el rótulo "muerte a la hora Cabana", en alusión a la localidad donde nació el ex presidente Alejandro Toledo, considerado un tardón empedernido. Mientras por estas latitudes se discute en torno a la recuperación de la memoria histórica los políticos peruanos se reprochan no llegar nunca en hora.

La impuntualidad, la tardanza, la demora: un mal, un vicio, un lastre del que no se salvan otros países del continente. Así, entre los colombianos circula el refrán: "después de la gente, lo que más se pierde en el país es el tiempo". En Perú se lo han tomado en serio. En palabras de Max Hernández, secretario general del acuerdo nacional entre partidos y empresarios y gestor de la campaña: "Queremos acabar con una costumbre muy arraigada, el tardón es como si se creyera que es dueño del tiempo, queremos que la gente tome conciencia de que el tiempo es un recurso no renovable".

Cambio de escenario: Ryszard Kapuscinsky, en su libro "Ébano" del que se ha extraido el texto que compone el post anterior, describe lo que él considera las diferentes concepciones del tiempo de europeos y africanos. No puedo evitar volverlo a citar:

"El europeo y el africano tienen un sentido del tiempo completamente diferente; lo perciben de maneras dispares y sus actitudes también son distintas. Los europeos están convencidos de que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, en cierto modo exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y lineales. Según Newton, el tiempo es absoluto: "Absoluto, real y matemático, el tiempo transcurre por sí mismo y, gracias a su naturaleza, transcurre uniforme; y no en función de alguna cosa exterior". El europeo se siente como su siervo, depende de él, es su súbdito. Para existir y funcionar, tiene que observar todas sus férreas e inexorables leyes, sus encorsetados principios y reglas. Tiene que respetar plazos, fechas, días y horas. Se mueve dentro de los engranajes del tiempo; no puede existir fuera de ellos. Y ellos le imponen su rigor, sus normas y exigencias. Entre el hombre y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila.

"Los hombres del lugar, los africanos, perciben el tiempo de manera bien diferente. Para ellos, el tiempo es una categoría mucho más holgada, abierta, elástica y subjetiva. Es el hombre el que influye sobre la horma del tiempo, sobre su ritmo y su transcurso (...) El tiempo aparece como consecuencia de nuestros actos y desaparece si lo ignoramos o dejamos de importunarlo. Es una materia que bajo nuestra influencia siempre puede resucitar, pero que se sumirá en estado de hibernación, e incluso en la nada, si no le prestamos nuestra energía (...) Traducido a la práctica, eso significa que si vamos a una aldea donde por la tarde debía celebrarse una reunión y allí no hay nadie, no tiene sentido la pregunta:
"¿Cuándo se celebrará la reunión?". La respuesta se conoce de antemano: "Cuando acuda la gente".

La anécdota peruana y este fragmento de "Ébano" demuestran dos cosas.

En primer lugar, que con la campaña "La hora sin demora" el presidente Alan García da un paso adelante en la "europeización" de la concepción del tiempo de los peruanos. En la voluntad de someter a los "tardones" al esquematismo y el rigor de los horarios, en su intento de rentabilizar ese "recurso no renovable"se percibe el zarpazo homogeneizante de la globalizacón, que asimila modas, ritos, creencias y -ahora- formas de entender y vivir el tiempo, bajo el dictado de la lógica del beneficio económico. Al parecer, el ex presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez ya había emprendido una campaña similar a la de Alan García "porque ese mal -leo en prensa- causaba pérdidas de 2.300 millones de dólares anuales a su país". Sólo el dinero puede explicar el hecho de que un gobierno se afane en travestir parte de la idiosincracia de un país.

Lo segundo que cabe colegir de lo anterior, la segunda reflexión a la que invitan las palabras de Kapuscinski y la nota periodística, tienen que ver con la idea de la subjetividad del tiempo.

Pero este post está creciendo demasiado. Ha llegado la hora de añadir un número al encabezado del post y cerrarlo de modo abrupto e inconcluso con un:

Continuará...

domingo, 11 de marzo de 2007

PaTeRaS NóMaDaS


"La población de África no era sino una gigantesca y enmarañada red que, cubriendo todo el continente y hallándose en constante movimiento, fluía y se entrelazaba, se concentraba en un lugar y se dispersaba en otro. Una tela multicolor. Un tapiz abigarrado.

Esta forzada movilidad de la población ha hecho que en el interior de África no haya ciudades antiguas, tan antiguas -como las de Europa o de Oriente Medio- que se hayan conservado hasta hoy. Otra situación parecida -una vez más a diferencia de Europa y de Asia-: un gran número de comunidades (algunos dicen que todas) ocupa territorios en que no ha vivido antes.

Todos han llegado de otros lares, todos son inmigrantes. África constituye su mundo común, pero dentro de sus fronteras, ellos se han desplazado, la han pateado durante siglos (en muchas partes del continente este proceso dura hasta hoy). De ahí el impactante rasgo de esta civilización: su provisionalidad, su carácter de algo accidental, su falta de continuidad material. La choza levantada tan sólo ayer hoy ya no existe. El campo cultivado hace tan sólo tres meses hoy es tierra baldía.

La continuidad que sí goza aquí de buena salud y cimenta diferentes comunidades es la de las tradiciones y ritos tribales y el profundo culto a los antepasados. De ahí que, más que una comunidad material o territorial, el africano se siente ligado con sus allegados por una comunión espiritual".

(Ryszard Kapuscinski: Ébano).