martes, 28 de octubre de 2008

LeY SeCa


Isaura no debe de ser la única en pensar en Tyler que la cerveza lleva veneno.

Una vez que has salido del condado de Smith, al que pertenece la ciudad de Tyler, la venta de alcohol a mayores de 21 años está, aunque controlada, permitida.

De los 254 condados de Texas, 46 son dry counties, 169 son "partially dry" y en los 39 restantes se puede consumir alcohol sin casi ninguna restricción.

Es interesante comprobar cómo en el sur del país se concentra la furia antietílica.

El condado de Smith, en el que vivo, es uno de esos sitios.



Afortunadamente eso no significa que no esté permitida la venta de bebidas alcohólicas en ciertos restaurantes o bares.



Al llegar lo desconocíamos, pensábamos que la restricción era mucho mayor, y cada jueves por la tarde nos íbamos al Caffè Tazza, en cuya terraza nos tomábamos un par de cervezas escuchando música en vivo.



Eso sí, la primera vez nos hicieron rellenar este formulario.

Sí, queridos lectores: ¡¡¡qué fuerte!!!

Qué morbo beberme tres o cuatro cervezas sabiendo que la policía de Tyler (y quizás el FBI) podrían estar al corriente de ello con tan solo acceder a la base de datos del ordenador del Caffé Tazza.

Ahora ya me conocen allí, pero las primeras veces, tras pedir yo mi cerveza, me preguntaban el nombre.

-Joder, qué directa es esta camarera -me dio por pensar entonces.



Cuando vinieron los profes de Dallas a quedarse en casa me obsequiaron con dos botellas de vino español.

Un Rioja en Tyler sabe a España y uva.



Pese a todo, comprar alcohol es posible.

Sólo tienes que coger el coche y conducir 50 millas hacia el sur.

Una vez que haz cruzado este puente que atraviesa el lago Palestine habrás salido del condado seco de Smith.



Justo en el límite entre condados se encuentra -como no podría ser de otro modo- esta tienda dedicada exclusivamente a la venta de alcohol.



Se llama Fat Dog aunque los españoles nos referimos a ella como El perrito. No sé por qué ni quién fue el primer español en bautizar así al establecimiento en cuestión. Simplemente, lo hacemos. Y es típico oír entre nosotros:

-¿Te vas al Perrito? Oye, pues traeme una caja de cervezas, porfa.


Allí las hay de todos las marcas y géneros.

Hasta cerveza española había.



Así como gran variedad de vinos.



Si vas un domingo podrás comprar vino o cervezas pero no bebidas de alta graduación, como el whisky o el ron.

Es lo que tiene ir a comprar alcohol en el día del Señor.

Ese día la parte del establecimiento dedicado esas bebidas está cerrada.

Quizás porque la cantidad de veneno que le echan sea mayor.

Y el domingo es un día especial, de purificación.



Al regresar a casa e ingresar de nuevo en territorio seco es preciso andarse con cuidado.

Si llevas bebidas a la vista, en el asiento de atrás del coche, te pueden multar.

El alcohol, está bien, podrás beberlo, si ésa es tu elección, si has optado por ese camino de perdición...

Pero no podrás exhibirlo.

Por eso debe cubrirse con estas bolsas opacas de cartón.

En sitios mucho más liberales que Texas, como Nueva York, puedes -tengo entendido- darle un lingotazo a la botella de Arehucas que te has traído de stranjis de España en medio de la vía publica. Pero siempre y cuando la botella esté cubierta por estas bolsas marrones de cartón.

¡En cuántas pelis americanas habremos visto al mendigo de turno o al prota desahuciado emborracharse en la calle con una botella de -según Doble V- "alegría embotellada" embutida en una de estas bolsitas!

No es cuestión de modas, sino de ley.



El caso es que en mi nevera ya está un poco más amueblada después de la última incursión al Perrito.

Uno se acostumbra a todo y lo increíble se vuelve cotidiano y al final normal.

Pero si lo pienso en serio me digo:

¡Manda huevos!


Que en Tyler haya 2 Wal-Mart, abiertos las 24 horas del día, en los que puedes encontrar absolutamente de TODO, desde una bicicleta hasta un televisor, pasando por unas gafas de vista, aceite de oliva virgen extra, medicinas de todo tipo, sushi, munición para escopetas, material escolar, tetra-briks con huevo ya batido, margarita embotellada sin tequila, mojito sin ron, agua francesa, pesto italiano, queso griego...


... y que sea imposible comprar una simple cerveza.


Estos, o sea, algunos americanos, la verdad, saben hilar fino.



sábado, 25 de octubre de 2008

gAnSaDiTa VeNeNoSa



Continuamente en mi casillero me dejan folletos u objetos algo insólitos.


El último fue este "red ribbon", multiplicado por 18, y una cinta roja enorme.


Luego en un mail nos daban las instrucciones.


Y así hemos decorado la parte del cole que le ha sido asignada a Mr. Fajardo y sus 18 gansitos.


Hemos asistido a la manifestación que han protagonizado los pequeñajos de kindergarten, que han desfilado por los pasillos con pancartas en la mano que decían:


"Do hugs, no drugs"



Y cada mañana, durante esta semana, le he colgado uno de estos red ribbons a mis alumnos, con un número detrás, valedero para obtener una chocolatina si su número coincide con alguno de los que desde la megafonía anuncian al final del día.


Y yo me pregunto:


"Joder ¿no es un poco pronto para andarles hablando de drogas a estos enanos?"


El lunes nada más entrar les fui colocando el lacito rojo con un imperdible:


-¿Y esto para qué es, Mr. Fajardo?


-Shsss... Vayan sentándose que luego les explico.


Y a medida que iban llegando y yo les iba colocando el lacito me iba interrogando a mí mismo en silencio:


-Pero ¿qué demonios les explico? ¿cómo les defino qué son las drogas? ¿debo profanar mi salón de clase -con todo lo que me ha costado decorarlo- convocando en él palabras como "cocaína", "crack", "marihuana"?


Sin duda, la estrategia a seguir -si es que la había- no podía ser la misma que con adolescentes.


O sí...


Preferí que fueran ellos los que hablaran, los que me explicaran qué era eso de las drogas.



-El red ribbon que les he puesto dice "Drug free" o "Drogas fuera". ¿Alguien ha oído hablar alguna vez de las drogas?


Se levantaron algunas manos:


-A ver tú, Nahum.


-¡la cerveza! -exclamó Nahum.


-Bueno -aventuró Mr. Fajardo, metido hasta el fondo en un berenjenal- en cierto modo sí, la cerveza puede llegar a ser una droga. A ver, hay más manitas levantadas: Isaura.


-La cerveza y el tequila y todas esas cosas que te hacen mal en la panza.


-Vale, muy bien, el tequila también puede considerarse una droga. ¿Qué más?


Seguían levantadas varias manos y Mr. Fajardo eligió algunas al azar:


-Mi papá se tomó un día una cerveza -dijo alguien.


-Pues mi papá se tomó dos cervezas de esas de botellita y me dijo que fuera a comprarle muchas cervezas porque se confundió pero al final no fui -añadió otro.


-Pues mi papá maneja la troca y toma muchas cervezas -remató una niña.


-No, no, no, no -iba señalando y gesticulando mientras Isaura con el dedo- no hay que tomar la cerveza porque es muy mala y diosito sabe que es muy mala la droga y que a la cerveza le ponen mucho veneno dentro y por eso no hay que tomarla.


Mr. Fajardo se aguantó la risa y lamentó no poderle dar a Isaura un gallifante. Pero no, se puso serio, o esa era su intención, y trató de parafrasear a sus alumnos aportando cierto lógica a las intervenciones:


-Bueno, muy bien, estoy asombrado con todo lo que saben. Es verdad lo que dice Isaura, que la droga es mala porque nos hace daño. Yo no sé si le ponen veneno a la cerveza. No lo creo, la verdad. Pero lo que si es cierto es que tomar mucha cerveza o mucho tequila nos sienta mal. Si sus papás se toman una cerveza, o dos, no pasa nada, porque son adultos, mayores, como yo. Pero si toman muchas, entonces sí les hace daño. Todo aquello de lo que se abusa o se toma mucho nos sienta mal.


-Como el chocolate, Mr. Fajardo, muchas galletas te hacen mal a la panza -prosiguió Isaura.


-Si, es verdad. Hay que en general tener una vida sana, comer bien y hacer deporte, para sentirnos bien y decir -y aquí Mr. Fajardo puso el puño en alto, como si se dispusiera a cantar la Internacional y exclamó:


-¡No a las drogas!


-¡¡¡No a las drogas!!! -repitieron a coro todos los gansitos.


-¡No a la mucha cerveza! -añadió Mr. Fajardo.


-¡¡¡No a la mucha cerveza!!! -corearon los gansitos, muertos de risa.


-¡Sí al fútbol! -prosiguió Fajardo, contradiciendo su propia naturaleza y anatomía.


-¡¡¡Sí al fútbol!!! -repitieron todos, enraladísimos.


-¡Sí al calendario! -continuó Fajardo, divertido.


-¡¡¡Sí al calendario!!! -gansearon ellos.


Y aquí paró Mr. Fajardo.


-¡¡¡Otra vez, otra vez, otra vez!!! -pidieron todos a coro.


¿Por qué no? -pensó Mr. Fajardo.


Y de nuevo,vuelta a empezar, con el puño en alto:


-¡No a las drogas!


________________________________


BACKGROUND: Querido lector, algo más serio y de provecho podrás encontrar en los siguientes enlaces en relación a la semana del lacito rojo en USA, la figura de Enrique "Kiki" Camarena (que no es -sorprendentemente- ningún cantaor flamenco) o la Fundación Educativa que lleva su nombre.


miércoles, 22 de octubre de 2008

VeNgAnZa DiAloGaDa



-Hey man, how ya doin´?

-Hey, what´s up?
-I like your cowboy hat.
-Thanks, but you´re an apache, aren´t you?
-No man, I´m a Caddo Indian.
-Waw, that´s cool. What´s your name?
-I am Tushar.
-What´s that?
-It means "fine drops of water".
-My name is Andrés.
-Say it again...
-Andrés, my name is Andrés.
-Where are you from, Andrés?
-I´m Spanish.
-Spanish?! Which part of Spain?
-From the Canary Islands.
-
¡No me jodas que eres canario!
-¡Joder! ¡Hablas español, bueno... canario!
-Yo soy tinerfeño, de La Laguna: ¿y tú?
-Joder tío, yo soy canarión, pero ¿verdad que no nos vamos a pelear? Venga, quítate ese gorro y dame un abrazo.
-Vale, pero no me tiznes, Toshar, que tienes todo el careto embadurnado de sangre de búfalo.
-Qué Toshar ni que niño muerto, me llamo Carmelo y soy de Vecindario.
-De Vecindario, eso queda muy cerca de Telde ¿no?
-Bueno, sí, más o menos ¿por qué lo preguntas?
-No, nada, es por si conocías a un tipo que desde hace un tiempo me viene haciendo bullying informático. Se mete con mi peso y con lo poco que ligo.
-¡Qué cabrito! Pues no sé, conozco un par de Ricardos pero ninguno es de allí, todos son de fuera.
-Bueno en realidad vive en Telde pero él es andaluz.
-No me jodas, no me jodas, no me jodas, tío. Claro que sé quién es.
-¿En serio?
-Claro, joder: ¿quién de Telde no conoce a Ricardito Sevilla? ¡menudo elemento!
-No sé, Carmelo, no sé si estamos hablando de la misma persona.
-Que sí hombre, un chavalín como de cuarenta y pico y bastante poco agraciado.
-No, hombre, el Ricardo que yo digo no llega a los cuarenta. Es un tío muy serio, ha sido jefe de estudios y todo.
-Claro que es él, Andrés, no hay duda: le dio clases a mis primos mayores hace una eternidad. Enseñaba griego o algo así y cuando bebía se cogía unas melopeas y te empezaba a contar unas batallitas interminables: que si Orfeo, que si la guerra del pelo-pon-eso, no sé, unas movidas muy chungas.
-Pues sí, Carmelo, es él, no hay duda. Pero díme, al menos ligaría ¿no?.
-¡Ricardito ligar! ¿Chacho, tu tas sumbao o qué? El Sevillas no se comía un colín, con tanto rollo etrusco que les soltaba a las pibas no había quien lo aguantara.
-No lo entiendo, joder, si es que lleva un par de meses machacándome con que no ligo aquí en Texas.... No sé por qué, pero deduje que era un casanovas, un don Juan, un seductor.
-Jajajaja, si yo te contara...
-Vaya, me dejas más tranquilo.
-Pero bueno, vaquero, qué te pasa: ¿es que tú no ligas?
-Hombre, Carmelo, qué te voy a contar, te parece si cambiamos de tema.
-Mira compadre, no te preocupes, a mí me quedan sólo dos semanas aquí en East Texas, disfrazado de indio y haciéndome fotos con los guiris para sacar unos cuartos. En lo que canta un gallo estoy de vuelta y me doy un saltito a Telde y le pongo las cosas claras al Ricardito, que parece que se han subido los humos últimamente.
-Y que lo digas, el nota lleva un tiempo en dique seco, sin escribir quiero decir, y la está cogiendo conmigo. A ver si hablas con él, que el otro día casi me atraganto comiendo una hamburguesa texana. Chiquito complejo me está entrando...
-¡Ah, no! Eso sí que no, la hamburguesa texana: eso es sagrado compadre. Descuida y déjalo de mi mano. Yo me encargo.
-Joder Carmelo, cómo te enrollas.
-Nada, nada, a la vuelta me invitas a un carta de oro y arreglados.
-Oye, Carmelo, espera.
-Dime.
-Mándale, de paso, un abrazo.



domingo, 19 de octubre de 2008

Lo VeRdE


Verde...

El color que tanto eché de menos durante seis años en Lanzarote.

Verde...

Qué impresión para mi retina -acostumbrada ya a la opacidad cromática del rofe, la lava y el picón- era esa entrada del Binter a Tenerife por la punta de Anaga.

Verde...

El color que pensé volvería a echar de menos al llegar a Texas.

Pero no.

Aquí en East Texas sobra el verde y la naturaleza es húmeda, rica y fértil.

Y como botón de muestra ahí va la crónica de ese sábado en las inmediaciones del Caddo Lake, en la frontera de Texas con Loussiana.



Fue hace tres semanas.

Cuatro profes españoles destinados en Dallas, cuatro amigos, me llamaron y me dijeron que si los alojaba en casa una noche para a la mañana siguiente tomar rumbo a Caddo Lake.

Me pareció un plan estupendo.

El lago estaba relativamente cerca de Tyler, a menos de dos horas de coche.

Nos tomamos una hamburguesa en esta especie de cabaña-tienda-bar.



Bueno, ellos se la tomaron fuera, en esta mesita tan cuca, tan de asadero o chuletada canaria.



Yo preferí tomármela de pie, en aquel local tan auténtico.

El primer día en Nueva York fui a un McDonald´s, pedí una Big Mac.

-¡Menuda mierda!
-me dije- Son igual que en España.

Desde entonces no he dejado de probar fabulosas y suculentas hamburguesas en este país.

Sólo hay que saber elegir el lugar.



Pero bueno, al grano.



Entramos al parque natural con cierta emoción.

Nada había sido planificado.

No sabíamos qué veríamos, por dónde iríamos ni de qué forma.

Antes de salir de casa, casi en el coche ya, los dallanitas nos habían dicho a los tylerianos:

-Por cierto, coged una muda, por si nos quedamos por allí a dormir.



Al llegar allí vimos claro que la cosa iba de pateos fabulosos o de canoas.

Y evidentemente, sabiendo que podía haber algún que otro cocodrilo, nos inclinamos por lo segundo.

Nada como un buen remo para atizar y dejar aturdido al reptil.



Procedimos a embarcar, con cierto nerviosismo y temor a volcar nada más montarnos.



Pero no, enseguida llegaron las risas y el gozo y la emoción.

Yo iba remando en la proa y Dani llevaba, atrás, el timón.

Aitor iba con Jesús.



Josemi remaba atrás, en la canoa de tres, con las chicas.



Mis compañeras tylerianas.



La ruta que escogimos era de cinco horas y puede que tardáramos más, pues la hicimos tranquilos, sacando fotos, charlando y disfrutando como enanos del paisaje.

Mi compañero de canoa, Dani, había estudiado también filosofía y nos pasamos un buen rato dale que te pego hablando de libros.

Joder, hace cuánto tiempo que no leo ningún libro de filosofía...



Tras dejar atrás el río abierto la ruta que señalaba el mapa se adentraba en un paisaje tupido de pantanos, árboles barbudos y vegetación por todas partes.

Lo siento, soy un urbanita y mi capacidad descriptiva para "lo verde" termina aquí.



El caso es que decidimos salirnos de la ruta, aparcar el mapa un rato, y adentrarnos en una zona virgen, en donde las aguas estaban cubiertas de una finísima capa vegetal sobre la que saltaban innumerables y minúsculas ranas, que sólo llegamos a percibir pasado ya un buen rato y de casualidad.


Fuera de ruta.

Qué emoción.

En tierra de cocodrilos.

En tierra virgen.

Aquí vivieron, al parecer, los indios Caddos, pueblo pacífico, que cazaba y pescaba en estas aguas, que practicaba la artesanía y que -imagino- viviría en mítica armonía con la naturaleza.

En 1830 el gobierno norteamericano compró por 80.000 $ Caddo Lake y alrededores.

Un año después los indios Caddos fueron desalojados de "su hábitat natural", cual okupas.

El paisaje -pensamos- en el que nos habíamos adentrado al salirnos de la ruta oficial no debía de ser muy diferente a aquel en el que vivieron los indios Caddo.

De hecho -nos dijimos- el paisaje tenía un aspecto prehistórico como de película de dinosaurios.



Remamos durante mucho tiempo.

Remamos y remamos.



Al día siguiente tenía llagas en ambas manos.



Como pez en el agua me sentía al cabo de un par de horas remando, absolutamente adaptado al vaivén de la canoa.



Decidimos retomar el camino, salirnos de la ruta de los dinosaurios.



Y casi no encontramos la salida al río.



Pero no fue la cosa a mayores.

Volvimos a remar a río abierto.



Y el paisaje seguía siendo tan espectacular como al principio.



A veces nos parábamos, más que a descansar, a disfrutar del momento.

Del lugar.

De los sonidos de la fauna circundante: el zumbido de los insectos, el rugido del pantano.



Aquello era más que bucólico.

Parecíamos personajes de un lienzo impresionista.



De vuelta a la zona transitada y habitada del río alucinamos con el poderío de las casas, de las segundas residencias de los americanos de bien.



Decidimos desembarcar en una de esas casas.



Estaba cerrada a cal y canto.

Su dueño estaría quizás ahora mismo en su primeria residencia en Houston o en Dallas, ocupado gestionando desde su despacho en la urbe sus negocios petrolíferos.

Me senté en el césped y me imaginé cenando con él y su familia el pavo de acción de gracias.

Me imaginé un futuro con su hija, una hermosa rubicunda de generosas curvas, amante de su casa, su marido, su familia y Dios.

O una morena más breve pero con mirada de ángel, intrépida, inteligente, la niña bonita de papá.

Me imaginé pasando con ellas las vacaciones o los puentes en la casita del lago.

Pescando salmones con su padre y practicando esquí acuático con su hermano menor...

Remamos, pues.

Remamos y fantaseamos y deliramos también lo justo.



Ya de regreso el río se hizo espejo.



Y las hojas, los árboles y demás criaturas de lo verde se duplicaron en un juego móvil de reflejos y contradestellos.



Otro ocaso más en USA.

Mas no uno cualquiera.



Dejamos, exhaustos, las canoas.

El viaje a Texas -pensé- comienza a amortizarse.


sábado, 18 de octubre de 2008

PaRa CaStOrA...


... a quien ver esta vajilla en una tienda de Tyler (también) le habría divertido tanto.


jueves, 16 de octubre de 2008

gAnSaDiTa PeRRuNa


Mr. Fajardo estaba básicamente satisfecho con el nuevo desarrollo del curriculum que habían implantado las autoridades educativas de su distrito escolar.

Era de los pocos que no echaba pestes del C-Scope.

Quizás porque era optimista y trataba de encontrarle el lado bueno a todo, o casi.

Quizás alguien de su antiguo instituto le hubiera, de nuevo, llamado "mercenario de la administración".

Él hacía caso omiso a este tipo de posturas o de poses, pues creía conocer la diferencia entre un optimista y un gilipollas.

"En cualquier caso, el C-Scope -pensaba él- está muy bien, lo que no quita para que tenga algunos fallos, como todo en esta vida. O que algunas de las actividades propuestas parezcan estar condenadas al fracaso. Así, por ejemplo, ésta de los cereales".



Mr. Fajardo se temía lo peor: que en cuanto repartiera a sus alumnos los cereales éstos empezaran a comérselos, a guardárselos o, lo que era aún peor, a denunciar descontroladamente a sus compañeros por habérselos comido o guardado.



Se trataba de clasificar los cereales según el criterio propio del alumno, con el fin de estudiar las propiedades de los objetos, como el tamaño, el color, la forma, el peso, la textura, etc.

Esta vez el distrito no les había proporcionado todo el material, así que Mr. Fajardo llevaba tres semanas a base de cereales de todo tipo y calaña.



La asignatura de Science era en inglés, así que tras explicar algunas de las propiedades generales de los objetos, sacó un diminuto trozo de cereal y preguntó:

-Does anybody know what it´s that?


Antes de las preguntas de verdadera enjundia, era conveniente alguna preguntilla fácil, accesible a todos, del tipo de qué color tiene esto, o cuántos de aquello ves aquí o allá...

Sólo había que responder:

-Un copo de cereal.

Pero no.

Uno de los gansitos se salió del guión y salvó la actividad, al exclamar:

-Dog food!

Al unísono hicieron todos un gesto de repulsa física y extrañeza.

¿Qué ocurrencias tiene Mr. Fajardo al traer al cole comida para perros!



Rápido de reflejos, remató Mr. Fajardo:

-Muy bien, esto es dog food y esto otro una bolsita de plástico que tiene dentro cereales y dogfood mezclados... Así que cuando se las dé, mucho cuidadito, que no quiero que nadie se coma un trozo de comida para perros pensando que está comiendo cereales para humanos.

En virtud de la gansadita perruna, la actividad fue todo un éxito.