viernes, 27 de febrero de 2009

CoLoR BeAdS


Le pregunté a mi directora antes de irme si quería que le trajera algo de New Orleans.

-Some beans -le entendí yo: judías.

Busqué en la red: había unos "red beans" típicos de la zona... ¿se referiría a ésos?

Nada más llegar a New Orleans, en pleno Mardi Gras, me di cuenta que lo que había dicho mi directora era otra cosa:

-Some beads.

Lo cual explica, en parte, el tono de sorna con que lo había dicho.



Toda la ciudad estaba decorada con collares de cuentas de colores, que colgaban de cuellos o de balcones.



En el lugar más insospechado, apartado del meollo carnavalero, volvían a aparecer los color beads, como estribillos de villancico, como olas de un mar inagotable, como lunares en la espalda de una mujer de tez blanca y pecosa.



Los color beads habían tomado la ciudad, como una plaga de langosta africana.

Su presencia había inundado las calles de un aire de festividad y hasta las interdicciones municipales sonaban a guasa.



Había color beads dentro de los coches, en los manillares de las bicis y hasta en los cables aéreos del tranvía.

New Orleans no era como el resto de ciudades texanas y los coches no ejercían allí su singular dictadura.



La gente llevaba color beads por el día.

Paseaba con ellos colgados del cuello como quien en Tyler exhibe su crucifijo, con orgullo y sin complejos.



Por las noches esa misma gente se dedicaba a hacer cosas raras con los color beads...



...hasta horas intempestivas, en que todo se veía borroso y en la retina se fundían formas, colores y anhelos.



Otra vez de día, los color beads pegaban con todo.



Los portaba gente seria...



...y gente no tan seria.



Y menos mal que iban al cuello, pues faltaban manos libres.



Algún anuncio bienintencionado...



...cada jornada carnavalera era refutado.

Metí el último día en la maleta de viaje un puñado de color beads, con la intención de llevarlos al cole y regalárselos en la reunión de grado del viernes a las profes de 1st Grade y a la jefa de estudios.

La reunión, al final, fue cancelada.

Menos mal.


sábado, 21 de febrero de 2009

MuChO FuNdAmEnTo


Me marcho a New Orleans, hasta el martes, con otros profes españoles.

El martes es el Mardi Gras, pero todo el fin de semana habrá marcha por las calles de la ciudad, que en esta época se convierte en una especie de Sodoma y Gomorra.

Casualmente nos vamos 5 de Dallas, 5 de Austin y 4 de Tyler este fin de semana.

En el cole hoy la directora y la jefa de estudios me han dicho:

-Be safe.

Y luego:

-Take care.

Y después:

-Be careful.

Y finalmente:

-I don´t wanna see you in a bad place...

-What do you mean? -
le he respondido, sinceramente.

-To jail... or the hospital.

Joder, qué miedo. Me voy con cierta preocupación en torno a mi salud, pero de ahí a acabar en el hopital... o en la cárcel. No sé si es la fama (en Tyler) del carnaval de Nueva Orleans o la idea que tienen de mí los cargos directivos del cole.

El caso es que nos hemos despedido entre risas pero al final, cuando ya me había dado la vuelta y estaba sacando de la maleta las llaves del coche, me ha parecido escucharles:

-¡Mucho fundamento!



miércoles, 18 de febrero de 2009

PuErTa CeRRaDa


Ayer hice pis por segunda vez en mi vida en el bol del desayuno, creo.

Ya sé que las personas normales no hacen eso.

Y menos aún lo publican en su blog...

No sé, quizás yo no soy una persona del todo normal.



La primera vez fue en casa de el Cizaña.

Allí estaba casi toda la nenada, bebiendo cerveza y ron, jugando a las cartas, riéndonos de todo y experimentando cómo el paso del tiempo era una mera ilusión y quién sabe qué otras sensaciones más.

De repente un golpe afortunado y estallamos a reír.

Alguien no pudo contener la carcajada y la orina, cogió un bol del desayuno que habia por allí y lo llenó hasta los topes de alegría embotellada hecha pis.

Creo que fui yo, pero no estoy seguro.

El Cizañas, Yaiza o Santi podrán confirmar o desmentir este extremo, meramente secundario.

Me resulta difícil volver a empatizar desde el futuro con aquella iniciativa.

Sé que a veces mi memoria, tan precisa y nítida para algunas cosas, juega a fabricar recuerdos falsos.

Me atribuyo cosas que yo no hice y atribuyo a otros cosas que hice yo.

Tengo un recuerdo vívido de haber dicho mi primera palabra: "mamá".

Fue en la casa de la Calzada, en Tafira: planta alta de la casa, desde la cuna, mi padre respondiendo "¡ha hablado, ha dicho su primera palabra!"

Claro que el año que vivimos en esa casa yo tenía seis años, la edad de mis gansitos.

Mi hermano nació ese año, así que probablemente fueron sus primeras palabras, si es que no me inventé toda la escena de fantasía.

El caso es que me consta que alguien meó en el bol del desayuno.

Y aunque guardo cierta reminiscencia táctil de la porcelana calentándose y volviéndose cada vez más pesada e inestable, lo cierto es que no me atrevería a asegurar que fui yo el incontinente malandrín.



Anoche, en cambio, sí fui yo.

Me levanté a media noche, sudando y con ganas de hacer pis.

Me dejé arrastrar como sonámbulo hacia el baño, con diligencia y sueño.

Pero no pude entrar.

La puerta estaba cerrada.

Volví a girar el pomo: no cedía.

-¿Qué broma es ésta?

Encendí la luz y salí del estado semicomatoso, para intentar arreglar la situación.

-Vamos a ver, Andrés, esta puerta no tiene cierre, nunca ha podido cerrrarse: ¿qué coño está pasando? ¿seguro que no sigues dormido?

Pero no, cada vez estábamos más despiertos, mi vejiga y yo.

Miré la hora: la una y media de la mañana.

¡Todavía!

Consulté con mi entrepierna y su respuesta fue:

-No, no voy a aguantar hasta las seis y media. Arréglatelas como sea.

El resto ya se sabe:

Mi mente procesó rápidamente todas las formas y volúmenes disponibles en el resto de la casa, en busca de alguno similar a una batea, a una palangana, a una escupidera.

-¡Boles del desayuno -me dije- temblad, que allá voy!



Hoy por la tarde he vuelto del cole y, como era de esperar, la puerta del baño seguía cerrada a cal y canto.

En la recepción de los apartamentos me han dicho que pruebe con algo fino de metal para desbloquear la cerradura.

He estado intentándolo con un clip, hurga que te hurga.

Pero nada.

Al final he desistido y me he puesto a a escribir este post.

Cuando la realidad se empecina en algo, siempre queda la escritura, bálsamo de tristezas y sinsabores.

Seguiré escribiendo, hasta que renovadas ganas de orinar me hagan pensar en alguna solución alternativa.

Y es que cuando la realidad te cierra las puertas, lo mejor es seguir adelante y escribir o, cuanto menos, tener a mano algún bol del desayuno.




lunes, 16 de febrero de 2009

LiBrO aBiErTo


He atravesado esta semana dura y gélida de febrero, de enfermedad y cierto desencanto.

Ha llegado a su fin y casi veo, más allá del bosque triste, otra vez la salud y la jovialidad recuperadas.

Algo ha ocurrido por dentro, creo, más allá de lo que haya estado ocurriendo en mis pulmones.

Algo se ha estado fraguando, creo.

Esta semana es como si se hubiera pasado una página de un gran libro en el que me cuento mi estancia en los Estados Unidos.

Sea cual sea su número siento que es la página en la que decido volverme, no repetir.

La enfermedad, ese anticipo de muerte, es fuente no obstante de lucidez.

De repente se van ordenando los pros y los contra.

Las horas de trabajo comienzan a pesar demasiado y a alterar aquella balanza de mi indecisión.

Hay vida, y un sol enorme lleno de promesas de felicidad, más allá de este horario que hace menguar mis días.

Empiezo a fijar la vista, cuando me despisto, en nuevos (y antiguos) horizontes.

Empiezo a despedirme...

Y sin embargo, no quiero irme aún, sino que el tiempo se ralentice y disfrutar cada instante.

Y sin embargo, es éste un libro abierto y a medias, sin final escrito, cuyos personajes y destinos son tan dolorosamente imprevisibles como la propia vida.


martes, 10 de febrero de 2009

mEnTe tRaViEsA


"Sólo hay un paso entre no ir a trabajar hoy, no ir a trabajar mañana y no volver a trabajar nunca más"

(Henry Miller)

SiCk DaYs


El sistema de sustituciones en Texas funciona así:

Cuando te pones malo, tú mismo eres el encargado de pedirte un sustituto. Accedes a esta página web y ahí especificas el motivo, el número de días (¡u horas!) que estarás ausente de la escuela e incluso las instrucciones (por escrito o en mensaje de voz) para el sustituto.

Puedes pedir un sustituto a las 5 de la mañana para ese mismo día si, de pronto, te pasa lo que a la Torroja.

Igualito que en España.



El sistema te ofrece la posibilidad de elegir el sustituto que tú quieras.

Yo anoche volví a elegir a Mrs. Godina, que tan bien lo ha hecho en otras ocasiones en las que he tenido que faltar por cursos o trainings.

Pero ahora lo hacía utilizando uno de mis valiosísimos sick days, días de enfermedad.

Un profesor en Texas tiene 5 días personales y 5 días de enfermedad.

Los profes españoles visitantes traducimos pícaremente ambos sumandos y los convertimos en 10 días para viajar.

Pero no: he tenido que gastar uno hoy y otro mañana, pues he ido al médico, me ha hecho una radiografía y una prueba de la gripe y me ha dicho que es neumonía lo que tengo.

Neumonía... no recuerdo haber estado bailando desnudo bajo la lluvia durante horas.

A eso es a lo que me suena la palabra "neumonía".

A eso, y bueno, al típico consejo de madre (o de mi amiga Yaiza):

-¡Abrígate, mi niño, que te vas a coger una neumonía!



He empezado a tomar antibióticos, de dos tipos.

Espero que surtan efecto y poder volver el miércoles a clase: me desespera ver cómo se esfuman mis trip days.

He de reconocer que el sistema de los 5 días produce algo de angustia:

¿Y si no me curo? ¿y si sigo enfermo? ¿y si me pasa algo más grave y necesito "una baja", eso que en España casi cualquier facultativo te consigue a golpe de lágrima?

Pues entonces, no quedara más remedio que gastar los 5 días personales también.

¿Pero y si no es suficiente? ¿y si caigo enfermo más de 10 días al año?

En ese caso, podré seguir faltando, pero dejarán de pagarme cada día que lo haga.

En esto el sistema americano es poco compasivo.

Pero la maquinaria escolar funciona perfectamente, sin las irregularidades a las que en España estamos acostumbrados.

Recuerdo las artimañas, obstáculos e impedimentos burocráticos a los que tenía que hacer frente Marisol, la directora de mi instituto en Lanzarote, cada vez que quería que nos llegara un sustituto a tiempo. La cosa podía durar toda una mañana, dejando mensajes en una aplicación informática llamada "frontal de directores" o haciendo llamadas de teléfono aquí y allá.

¡Y ahora yo mismo me puedo pedir, en menos de 1 minuto, mi propio sustituto!

Los sick days y los días personales se van acumulando de año en año si uno no los usa.

Esto hace al sistema bastante más humano.

Me parece bien este control y esta dosificación de los días que uno falta a trabajar.

Cuando fui jefe de estudios me repateaba no poder hacer nada ante esos profesores que siempre se ponían enfermos el mismo día de la semana, aquél en el que tenían una mayor carga lectiva, o aquellos colindantes a un puente.

El sistema americano permite que te pongas malo cuando a ti te dé la gana, pues con su eficaz sistema de sustituciones no sale nadie perjudicado.

No es, en cambio, un sistema indulgente con los profesores enfermizos. A los que ya han gastado sus días, les dice: "Lévantate, perezoso, que este día sí te lo vamos a descontar". A los que no han gastado ninguno, les premia dejándoles acumularlos para el siguiente curso.

Si uno sabe organizarse, tiene suerte y toma vitaminas con carácter preventivo, me parece un buen sistema.


viernes, 6 de febrero de 2009

ReCuErDo DeSeNfOcAdO


Volveré a Tyler, dentro de unos años:

Aproximadamente quince.

O quizás mejor, doce.

Estábamos mi madre y yo almorzando en el bar mexicano "La cosina", pequeño tugurio en el que se come estupendamente pese a que no sea la ortografía una de sus especialidades.

Estabámos hablando de ellos y le dije:

-¡Cómo me gustaría saber cómo serán de mayores, dentro de 15 o 20 años!

-Lo estaba pensando ayer mismo -me confesó ella-. Antes de irte de Tyler tienes que llevarte todos sus datos, domicilio, números de teléfonos, todo lo que tengas... y volver un día a ver si los encuentras.

Qué buena idea.

Volveré a Tyler, me quedaré en un hotel de carretera (¿y qué es Tyler sino una carretera?) y husmearé como un sabueso, hasta encontrarlos.

Husmearé para saciar esta morbosa curiosidad de averiguar qué habrá hecho con ellos el tiempo...



Kelly ha sido el último en llegar; mi madre ni siquiera lo conoció.

Ya somos veinte, sin contarme a mí.



Nahum habla bajíiiiiiiiiiiiiiiiisimo.

Cuando quiero que su voz sea mínimamente audible, le digo:

-Chíllame, Nahum, chíllame.

Es de los que pasa desapercibido, de los invisibles.

¿Seguirá siendo así dentro de 15 años?

¿Está ya latente nuestra futura personalidad en los niños de 6 años que algún día fuimos o, por contra, la adolescencia lo desbarata todo y es germen de un nuevo yo, de lo que serán los rasgos principales de nuestro carácter e idiosincracia?



Octavio no cupo de gozo al ver el puente terminado.

Es probablemente quien más vaya a echar de menos a mi madre, su maestra particular.

Llegó hace dos meses y los padres no lo habían matriculado en kinder. No sabía nada: ni los colores, ni contar del 1 al 5, ni reconocer las letras (ni distinguir una letra de un número), ni hacer un dibujo. El resto de gansitos ya leían, con mayor o menor fluidez (a excepción de Chris), ya escribían, ya sumaban, restaban, contaban hasta 100 y habían adquirido muchas otras destrezas y habilidades.

Gracias a mi madre, Octavio pudo tener -durante unos días- la atención necesaria para progresar adecuadamente.

Sin ella ahora mismo yo no puedo dársela.

Eso sí, construí su puente, haciéndole creer que lo habíamos hecho entre los dos.

Fue inevitable:

Mientras que el resto apenas había traído de casa una caja de zapatos, un rollo de papel higiénico y unos "popotes" (pajitas, en mexicano), Octavio había venido con dos bolsas llenas de material para construir un puente. Cuando lo vi pasmado frente a tanto material de constucción, mientras los demás se afanaban vertiginosamente en la construcción de su puente, le dije:

-Vente, Octavio, el tuyo lo vamos a construir los dos juntos.



Moisés es lento como los mexicanos de los chistes.

No es cuestión de capacidad: lee y escribe aceptablemente y en matemáticas está dentro de la media.

Pero cuando esperas de él una respuesta a una pregunta que le has formulado se demora como un perezoso. No sé lo que pasa en esos momentos por su cabecita. Pero sea lo que sea parece que ocurre a cámara lenta.

Armándose uno de paciencia, al final, habla.



Christopher Mendoza es de los más inteligentes y de los más "cultos".

Hace unos meses me hubiera parecido inapropiado el adjetivo "culto" para unos niños de seis y siete años.

Ahora me parece de lo más afortunado.

Christopher sabe qué es un girasol, quién es el presidente de USA, cuándo se acerca un día feriado y cómo expresarse en inglés.

Cuando el resto de niños no sabe eso que él si sabe me doy cuenta de que además de inteligente es culto.



Magdalena es la timidez personificada.

Y también la excitabilidad hecha niña.

Con una buena noticia (vámonos al playground, mi mamá les dejó unos regalos) se emociona como una yegua desbocada, la cara se le ilumina y el pulso -adivino- se le acelera como si hubiera desayunado con red-bull.




Israel es diminuto.

Mi madre y yo, entre nosotros, lo llamamos "el enano pimentón".

Apenas lee nada ni escribe.

Habla casi como los indios de las películas, sin conjugar correctamente el lenguaje.

Le cuesta, le cuesta mucho.

Y sin embargo, a su ritmo, algo aprende.

Ya se sabe los días de la semana. Recuerdo que estuve los dos primeros meses repitiéndolos con él todos los días. Cuando me los había recitado bien, le decía:

-Mira, Isreal, por la ventana: ¡un burro volando!

Acto seguido le volvía a preguntar y se había olvidado de todo.

Eso sí, le pone muchas ganas y quiere aprender, hacer las cosas bien.

¡Qué diferentes son todas estas cabecitas!

Isreal es uno de los que más me intriga saber qué será de él en estos años por venir.



Alex es también bajito, aunque listo como una tea.

Me hace mucha gracia ver con qué pintas llega a la escuela, arrastrando ropas cinco tallas mayor que la suya.

Hoy fue viernes (casual day) y a los profes nos dejan venir en vaqueros y a los alumnos prescindir del uniforme. Alex trajo una camisa hawaiana de chulo de discoteca, descomunal.

-¡Wow, Alex! Y esa camisa tan chula que traes ¿de dónde la has sacado? -le pregunté.

-Es de mi hermano -me dijo emocionado.

Son muchos en casa y me consta que los hermanos en muchas ocasiones son los que ejercen de papás.



Aaliyah vive perdida en su mundo, eternamente en la inopia.

Es todo sonrisas, sin embargo.

Se lo debe pasar muy bien allá arriba, dondequiera que esté mientras yo estoy explicando.

¿Cómo será Aaliyah cuando cruce esa frontera en la que termina la niñez?



Salvador es bueeeeeeeeeno.

¿Cómo se puede ser tan ingenuo, tan cándido, tan manso, tan niño?



Su hermano Jorge no se queda atrás.

Los niños de seis años son un laboratorio perfecto para aprender cosas acerca de la inteligencia.

Jorge es el artista de la clase. Nadie hay que dibuje como él y todos le reconocen unánimemente dicha autoridad. Todo lo que sea manipular y crear le apasiona y se le da estupéndamente.

Hoy les dejé a última hora un rato para jugar (pues nos han quitado el playground debido a la construcción de la nueva escuela) y Jorge me dijo que había tenido una idea y que si le dejaba "glue"y purpurina plateada.

Al rato, ya había dibujado un fabuloso dinosaurio azul con la cornamenta plateada.

También es de los mejores en matemáticas.

No obstante, está repitiendo; es un año mayor que Salvador. Y es que en lectura es muy flojito.

Su hermano Salvador, en cambio, lee estupendamente, cada día mejor, pero le cuesta bastante en matemáticas.

Mismos padres, misma educación en casa.

Distintas inteligencias.



Cindy me encanta.

Es la mejor que lee con diferencia.

Devora los libros y los exprime.

Cuando hacemos "Guided Reading" (si un día tengo tiempo y ganas ya hablaré acerca de las diferentes metodologías que utilizamos en clase) me lee absolutamente todo el libro, incluida la letra pequeña relativa a la editorial, el lugar y fecha de impresión o los datos de la portada:

-No, Cindy, eso no me lo tienes que leer.

Pero a ella le da igual:

-Pero sí, maestro -protesta- yo sí quiero leerlo.

Por las mañanas les doy la mano a todos y los buenos días.

Cindy no responde, entra como si la cosa no fuera con ella.

Un día le dije:

-Cindy, cuando te dan los buenos días hay que responder: "Buenos días".

-Ahh, vale maestro, no sabía.

No he querido insistir. Me gusta el modo en que me ignora y no me devuelve los buenos días, como si anduviera abstraída o todavía metida en su último sueño.



Chris...

¿Que será de Chris en 15 años?

No lee, no escribe ni su nombre, apenas se le entiende su lenguaje escasamente articulado.

Su inteligencia es de un niño de ¿de 2 años? ¿de 3?

O simplemente diferente.

Desde hace unos días la mamá le está dando la medicación.

Y al menos está más tranquilo y hasta más centrado.

No obstante, en mi clase siento que lo he perdido.

Me hacen falta dos o tres madres para atenderlo adecuadamente, licenciadas en psicología, psicopedagogía y educación especial.



Mónica es un encanto.

Empezó el curso y a las dos semanas se rompió el fémur. Estuvo dos meses sin venir. Luego la traía su papá en brazos, entraba a la clase y la depositaba dulcemente en su asiento, ayudándola con las muletas.

Pronto recuperó el tiempo perdido, destacando en lectura, escritura y matemáticas.

También en habilidades sociales: no sé cómo puede aguantar a Yessenia como compañera de mesa.

Sólo por esto se merece un monumento.



Timoteo es juguetón, pícaro, despistado, pillo, gamberrete.

Y al mismo tiempo adorable.



Samantha llegó hace tan poco como Kelly.

Tuve que ir al "Family Dollar" a comprar dos libretitas para ellos, idénticas a las que mi madre les había regalado antes de irse.

Es morenísima y tímida.

Va a tener mucho que recuperar, pero creo que tiene ganas y capacidad para aprender.

Hoy le pregunté por la quemadura que tiene en la mano:

-Me la hice planchando -me dijo.



Jacob es todo lo contrario que Nahum: nunca pasa ni creo pasará desapercibido.

Es impulsivo, apasionado con todo lo que hace y dice, siempre con la carcajada en la boca.

Es un desvergonzado: llegó con un mes de retraso y desde el primer día, a la hora del snack, se dedicó a coger en peso a Isreal, a levantarlo del suelo mientras le decía:

-¿Por qué eres tan chiquitito? ¡Mira que fuerte soy!

Es el único de mis alumnos -que yo sepa- que necesita llevar gafas, pero no las trae.

De hecho, ya se trate de tareas o documentos para ser firmados por sus padres, son pocas las cosas que trae de casa.

A veces viene bañado y peinado, con el pelo perfumado con el jugo de limón que las mamás mexicanas utilizan a modo de laca o fijador.

Otras, no, como casi la mitad de ellos.

Mi madre se ha percatado mucho mejor que yo de lo sucios y desaliñados que llegan algunos gansitos a la escuela.



Yessenia es tremenda.

Ella y Jacob son las personalidades más fuertes de la clase.

Siempre quieren intervenir, mandar, organizar, decidir, ayudar al maestro, ser líderes en la fila y en todo lo demás.

Yessenia es la única alumna de la que he tenido que hablar con sus padres por su mal comportamiento.

Es lista como el demonio y además servicial, resabida, cumplidora... siempre y cuando no se le lleve la contraria.

Yessenia no soporta la idea de ser igual que los demás ni por tanto tener que hacer lo mismo que ellos.

Su vocación es mandar, ser la segunda de a bordo, mi ayudante predilecta.

Al principio de curso sólo conocí su lado angelical:

-Maestro, yo sieeeenpre te voy a ayudar. Siempre, maestro, en todo lo que tú quieras. Porque yo en mi casa ayudo muy bien a mis papás y a ti que eres mi maestro te voy ayudar también, porque yo soy muy buena ¿verdad que sí, maestro?

Yo asentía mientras me moría de risa por dentro.

Pero pronto me di cuenta de cómo disfrutaba ejerciendo tiránicamente su poder sobre los otros.

Yessenia los mantenía a todos calladitos y en silencio, concentrados en su trabajo, pero a costa de un trato vejatorio e injusto.

Una vez cogió el palo con el que señalamos los números para contar y le pegó a Chris en la cabeza.

Yessenia era como ese matoncete eficaz pero algo brutote al que se le va la mano al tratar de ejecutar algún encarguito del capo mayor.

Yessenia es muy buena... de buenas.

Y muy mala cuando está de malas.

Rebelde y retorcida.

Un día le llevé la contraria y no le dejé levantarse y trabajar de pie, apoyando su cuaderno en el atril donde leemos los Big books, pues de hacerlo todos los demás hubieran querido hacer lo mismo.

Ese día estuvo de morros conmigo.

A la hora de "Guided Reading" empezó a leerme como una niña chica, como si no supiese leer:

-Es que ya no sé leer, maestro. Mi mamá no me enseñó.

Al hacer el "Texas Lee", un examen estatal de lectura, ocurrió lo mismo y sus resultados fueron catastróficos.

Yessenia tiene más cuento que Calleja.

Ella ha estado en África; la llevaron allí sus papás cuando ella era muy chiquitita, en barco; allí fue donde vio delfines; no en el mar, sino en los lagos.

Todo eso, con tal de hacerse escuchar y de arañar unos minutos de protagonismo.



Edward también aguanta a Yessenia estoicamente, con mucha diplomacia y mano izquierda.

Si ella se excede, siempre está Timoteo, su protector, cerca para defenderlo.

Curiosa simbiosis la de Timoteo y Edward.

Edward deja que Timoteo se asome a su cuaderno y copie lo que hay que hacer, cuando no le ayuda directamente.

A cambio, Timoteo le ofrece simbólicas y periódicas pruebas de amistad:

Cuando se gana el privilegio de ser el primero de la fila, sonríe y tras encontrar con la mirada a Edward lo señala y me dice:

-Mejor que sea él, que también quiere.



Isaura es adorable, simpatiquísima, probablemente la más graciosa de todos.

Mi madre la definió como "una niña feliz".

También es la más santurrona.

-No, ayer no pudo ser domingo -le dije a un alumno, corrigiéndole- pues ayer vinimos al colegio y los domingos no se viene al colegio.

Isaura intervino veloz y, subrayando bien sus palabras, remató:

-Los domingos no vamos al colegio, vamos a la Iglesia. El domingo
-continuó, alzando su dedo índice y agitándolo admonitoriamente- es día de doctrina ¿queda claro? ¡D-e d-o-c-t-r-i-n-a!



De todos me asombra sus ojos enormes y llenos de vida.

Su sonrisa y su risa incondicional.

Su pureza y su ingenuidad.

Sé que no tienen vidas fáciles muchos de ellos.

Sus papás no tienen siempre todo el tiempo para ellos que sería deseable, siendo la mayoría inmigrantes en un país en el que se trabaja demasiado.

Por las mañanas, cuando llegan enlegañados, con la cara sucia o con la misma mancha de mostaza en el polo de la semana pasada, me pregunto dónde están sus mamás (queridas lectoras suspicaces: en la cultura mexicana aún resulta inconcebible que los papás se ocupen de estos menesteres).

A algunos les pegan.

O están expuestos a situaciones familiares indeseables: alcoholismo, droga, malos tratos, pobreza, cárcel.

A uno de ellos lo violó un adulto, con un palo.

La naturaleza está, todavía, de su parte.

Les protege la infancia y su ceguera hacia el mal que la circunda.

Les protege esa dosis de felicidad natural con la que nacemos todos.

Me pregunto qué será de ellos cuando crezcan y se rompa la membrana de ese mundo de dicha del que fueron miembros.

Me pregunto qué, a quién me encontraré cuando regrese a Tyler, después de tanto tiempo, con un recuerdo desenfocado de mi estancia aquí junto a mis queridos gansitos.




martes, 3 de febrero de 2009

RuTiNa aLtErAdA


No son gusanos verdes.

No son algas marinas.

No es el cabello de Medusa.



Hoy he decidido cocinarme unas habichuelas.

Hoy he decidido que las madres pueden no sólo interrumpir rutinas, sino alterarlas.

Y utilizo el plural casi en sentido literal.

Porque a la madre real, a la madre que me parió, a ésa de los tatuajes carcelarios, se le han sumado tras el post anterior otras postizas.

¡Qué presión ésta a la que me veo de pronto sometido!

¡Ya no sólo es Ricardo el que se preocupa por mi dieta!



¿Tendré que ocultar o callar lo que desayuno en casa por las mañanas?



¿Tendré que renunciar a mis american breakfast en domingos de resaca como el de ayer o como éste de la foto, en Shreveport?

¡Hasta Yaiza se ha atrevido a jugar con fuego y a hacer demagogia con mi punto flaco: la garganta!


Afortunadamente sé que mi madre puede estar tranquila.

Una de las cosas que más me ha gustado de su estancia aquí es que sabe de lo que hablo cuando callo o hablo de cualquier tema.

Ha estado aquí, como mi sombra: en la casa, en el coche, en el cole, en los viajes.

Ha podido vivir en primera persona Texas, Tyler y mi día a día aquí.

No sé qué idea tienen de todo esto quienes no han venido. No sé qué visión transmito a través del blog. Pero me sorprendió y reconfortó que mi madre me dijera que había que venir a Tyler para saber qué era esto y que por mucho que yo les hubiera contado y hablado sobre Tyler a mis padres por teléfono, en persona o por escrito, nunca llegó a imaginárselo así.

Y cuando habla de Tyler, sé que también puedo hacer esta impresión suya extensible a mi vida en Tyler.

Cuando la llevé a Dallas el jueves por la tarde, le pregunté en el coche algo acerca de lo que curiosamente aún no habíamos hablado en profundidad:

-¿Entiendes ahora, después de haber estado conmigo un mes aquí, por qué no tengo ni puñetera idea si quedarme o no un año más en Tyler?

Tengo que reconocer que me sorprendió su respuesta:

-Lo entiendo p-e-r-f-e-c-t-a-m-e-n-t-e. No tienes por qué decidirlo ya.

Mi madre sabe de lo que hablo, insisto.

Ella ha estado conmigo en el cole las 9 horas de trabajo en que consiste una jornada laboral normal.

Hoy han sido 11.

La he visto en el aula asaltar, desesperada, los armarios en los que guardo chocolatinas y paquetes de papas fritas, cheetos, nachos y guarrerías energéticas de ese tipo.

Ella, la amante de la comida sana, sin excesos de sal y aceite, poco menos que alérgica a las salsas; ella, que nos ha criado a base de potajes y guisos caseros; ella, que ha introducido en mi casa el cuscús, el mijo o la crema de algarroba; ella, que ha intentado incluso hacer pasar a mi padre por el aro de la rúcula y los brotes de soja... comida de cabras.

Ella, la mamá de Mr.Fajardo, ha sucumbido a la irresistible tentación de las guarrinadas yanquis.

Como una yonqui, la he visto preguntar:

-¿Te quedan más nachos de esos en el armario?

Y es que ella sabe que con el ritmo que llevamos los profes españoles, poco acostumbrados a estos horarios premarxistas, resulta muy difícil engordar, ganar alguna libra en esta tierra de obesos.

La explotación laboral en la que nos hallamos inmersos es nuestro antídoto contra la gordura, nuestro salvoconducto gastronómico, que nos permite pecar de gula con júbilo y escaso arrepentimiento.

Por otra parte, ella sabe que me gusta tanto un emboste esporádico, un homenaje puntual, como una dieta más o menos equlibrada en general.

Ella ha estado viniendo, también, todo este mes conmigo a yoga.

Sin ella me costará acaso un poco mantener esa continuidad lograda al fin durante el mes de enero, así como que me vuelva a cocinar un plato de habichuelas.

Pero ahí está, plantada, la semilla.

Presta a modificar levemente, a trastocar, a mejorar -alterándola- esta rutina sin ella que desde hace tan poco retomo.