sábado, 23 de abril de 2011

¿InTiMiDaD VioLAdA 3?


Escenario 1:

 El año pasado, por estas mismas fechas, salí a recorrer las calles de La Laguna, cámara en mano, con el propósito de captar en imágenes el espíritu de la Semana Santa a través de sus procesiones. El resultado es este post sin texto: son sólo fotos.

En varias de esas fotos (cuatro para ser más exactos) se ve a niños a los que, al estar en primer plano, se les puede identificar perfectamente. En el resto de imágenes se ve a personas adultas claramente identificables (sólo los capuchinos constituyen la ineludible excepción). Ni a los niños ni a los adultos les pedí autorización alguna: para ser fotografiados, para subir a internet sus imágenes, para enlazar el post un año más tarde.

¿Debería haberlo hecho? Detener la procesión para cumplir con dicha formalidad hubiera resultado un tanto heterodoxo. ¿Debería haber renunciado a crear aquel post? Me asomo a mi balcón, contemplo las procesiones de este 2011, me fijo en la cantidad de personas que sacan fotografías o graban videos con sus cámaras o teléfonos móviles... ¿Cuántas de esas fotografías y videos están ya en la red, para ser compartidas -exhibidas- en blogs o a través de las prolíficas redes sociales? ¿Cuántas de esas personas detuvieron la procesión para explicarles lo que pretendían hacer con esas fotos o videos a los afectados en cuestión: penitentes, monaguillos, músicos, obispos, políticos, niños?

Cambio de escenario:

Hace un mes les mandé a hacer un trabajo en grupo a mis alumnos de Ética sobre alguno de los Derechos Humanos: un mural, un sketch, un video, un power-point, una canción. Varios de los grupos decidieron hacer videos caseros. Los grababan en casa, o en el recreo, o en alguna hora libre. Hasta que llegó el asunto a oídas de la directota. Ésta habló con el grupo de alumnos que pretendía hacer entrevistas a profesores y alumnos acerca del Derecho Humano que habían elegido: no podían llevarlas a cabo sin una autorización de sus padres.

Fui a hablar con la directora, para explicarle en qué consistía el trabajo, así como su exhibición: sólo pretendía utilizar los videos en clase, sólo lo verían los alumnos del grupo. La directora me insistió en que sólo podrían salir imágenes de aquellos alumnos cuyos padres hubieran firmado un documento de autorización a principio de curso. Además, para evitar que las imágenes fueran subidas a internet y de ahí circularan incontroladamente, yo debía ser quien lo grabara todo (con la cámara del instituto), sin darle copia del documento ¡a los propios creadores y actores!

Estábamos en su despacho. Empecé a sentirme incómodo en el asiento. Hacía tan sólo unos días acababa de subir a la red el video sobre los dos chinijos caleteros comiendo pipas y filosofando:

-Isabel ¿tienes acceso a Internet? -le dije, señalando a su ordenador.
Ella asintió.

-Te voy a enseñar una cosa. 

Entonces le enseñé el último post de mi blog de Filosofía. Era una crónica de la fiesta de Carnavales del IES Agustín Espinosa. Allí se veía a alumnos de todos los cursos y edades. Como en el caso de las procesiones de Semana Santa, no le había pedido autorización a nadie para publicarlas. Tan sólo les había dicho a mis alumnos de 2º de bachillerato que se metieran en el blog para que se descargaran las fotos más fácilmente (tengo el correo electrónico de todos ellos, pero es más sencillo enviarles un link que 20 fotos).

-¿Crees que debo borrar este post? -le pregunté.

Lo hice desde el mismo ordenador de su despacho. Ese post carnavalero ya no existe (últimamente no hay post carnavalero que resista la censura).

Le dije a la directora que repartiría a todos los alumnos que hicieran un video como trabajo de Ética un impreso para que sus padres autorizaran por escrito la toma de imágenes de sus hijos con fines educativos.

Meta-escenario:

Acabo de reproducir una conversación privada entre la directora de mi Centro y yo. Sin su consentimiento. Me pregunto si al hacerlo estoy violando, de nuevo, la ley de Protección de Datos de Carácter Personal (a la que se refirió ella durante dicha conversación). Al difundir sin su permiso nuestra charla: ¿Estoy violando el artículo número 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Escenario 3:

El origen de todas estas dudas y disquisiciones fue el video de los chinijos caleteros. Empecé aquel post con esta pregunta: "¿Debo eliminar este post?". Casi todos los lectores coincidieron en que el video violaba la intimidad de los dos chiquillos. 

Ricardo propuso, entre otras cosas, distorsionar la imagen. También contó cómo él había hecho lo mismo en fotos de su instituto que había colgado en su blog. Bajé -censuré- el video y lo modifiqué con Movie Maker. Ya no se distinguía la imagen de los dos peques, ni -¡ay!- el azul nítido del cielo caletero, la ondulación de la toalla emulando el mar, la luz primaveral. Pero el tono de voz de los chinijos, inconfundiblemente caletero, seguía siendo delicioso: transmitía tranquilidad, dicha, reminiscencias de una época pretérita e irrecuperable.

Carse opinó entonces que también la voz debía distorsionarse, a fin de no poder identificar a los infantes. Y aminuscula dio una vuelta de tuerca: ni siquiera era legítimo reproducir el contenido de una conversación que era privada. ¿Acaso los niños no debían ser tomados tan en serio como los adultos?

Ante las dudas, decidí no volver a subir el video de los chinijos caleteros, ni siquiera en la versión en la que éstos eran casi inidentificables. Y empecé a escribir post monotemáticos, con el título entre signos de interrogación, sin tener ya claro los límites de una buena praxis en materia de blogs...

lunes, 18 de abril de 2011

¿InTiMiDaD VioLAdA 2?


Hay que reconocer que la Caleta de Famara is different:

¡Montar un Carnaval a mediados de marzo, casi en Semana Santa!


Fue hace tan sólo dos fines de semana (es verdad: llevo una buena temporada ausente del blog), y lo pasé bastante bien.
 
Lo mejor fue dormir en casa y no tener que conducir borracho a horas intempestivas: bastaba con cruzar la calle para ponerle a la noche su punto final.



No me esperaba para nada ver a Pepe Benavente en el Carnaval de Famara.  

Yo le dije a Nico (mi primo):

-Chacho, ése se parece a Pepe Benavente.

-¿Te puedes creer que nunca he visto al Pepe Benavente ese?

(Mi primo es abogado, le gusta la literatura fantástica, el ajedrez y participa esporádicamente en misiones internacionales como observador electoral... No sé si todo ello explica el que no conozca a Pepe Benavente. Algo debe de explicar)

-Naycol, vamos a acercarnos al escenario porque me da que es él.

Y en efecto, allí estaba el Pepe más famoso de la TV Autónomica Canaria, haciendo retruécanos y meneando la cintura a ritmo de bolero en el escenario del Llano de Famara.

"Altamente surrealista" -pensé- "Como todo lo que ocurre en este pueblo"



Media hora antes mi primo Nico se había rociado la camiseta con Betadine (para darle más verosimilitud al disfraz de zombie) y yo me había puesto una gorra de flores y unas gafas plateadas (para que me entrara la gorra había tenido que quitarme, por cierto, la peluca rubia, tras treinta y dos días de exhibición ininterrumpida).

Ya estábamos, pues,  listos para darlo todo.


Por supuesto, como me temía, lo primero que me encontré fue a mis alumnos.

Nota aclaratoria nº1: A todo profesor/a le resulta incómodo tropezarse a sus alumnos/as mientras está de marcha. Se trata de una Ley Universal del Cosmos y las explicaciones son muy variadas (Montse: sospecho que tú eres una excepción ¿me equivoco?).

Nota aclaratoria nº2: Hube de aclararle a mis alumnos que lo de haberme quitado la peluca era algo meramente transitorio. Volvería a ponérmela en cuanto terminara el Carnaval.



El desfile no era el coso de Santa Cruz, vale, pero las carrozas, la batucada y la gente disfrazada animaron las calles de este pueblito surfero como si de Rio de Janeiro se tratara.

 

¡Y sí! ¡Es Lidel!

Cuando lo vi, jugando con los niños, me acerqué disimuladamente, sin pronunciar su nombre (el dueño estaba cerca), su verdadero nombre (el dueño lo llama de otra forma), y Lidel se abalanzó sobre mí, mientras me llenaba de lamidos y besos.

Menos mal que en esto apareció mi primo Nico, que aunque amante de los perros, iba disfrazado de zombie: Lidel huyó como de la pólvora, mientras ladraba, farruco pero en retirada. Conseguimos así que el dueño  (mi vecino) no se enterara "de lo nuestro".




¡Ni idea quiénes son éstos!

Uno en Carnavales se junta con lo peor de cada casa. Voy a imprimir la imagen y titularla: "Foto de familia: Family Monster".


Al final todo termina.

El Carnaval de Famara es un mes más tarde que en el resto del mundo. Al principio cuesta calzarse un disfraz con estos calores que preludian el verano. Es como comer peladillas en agosto. Pero al final uno se acostumbra, como a todo. El fin del Carnaval chicharrero produce melancolía y desconsuelo. (Y una monumental resaca). Menos mal que existe el de Famara, prolongación desesperada del primero, sucedáneo delirante y deliciosamente extravagante.

Los caleteros ya están, también, en Semana Santa. Su cuaresma es la más breve del mundo: sólo dura una semana.

Nota aclaratoria nº3: Este es uno de mis clásicos posts en los que hago una crónica fotográfica de alguna festividad, tradición o viaje. Como he querido cumplir con la legalidad vigente (con la Ley de Protección de Datos de Carácter Personal), según la cual no puedo sacar y publicar fotos o videos de personas que no hayan dado su consentimiento expresamente, me he visto obligado a sustituir las fotos originales por otras realizadas en los mismos lugares pero a diferente hora, cuando las calles estaban desiertas. Confío en que el cumplimiento de la ley y la adecuación a lo moralmente preferible no escatime o mengüe el interés de la crónica carnavalera.

domingo, 3 de abril de 2011

¿InTiMiDaD VioLAdA 1?



NOTA PREVIA: He decidido suprimir el video que encabezaba este post, en el que se veía y escuchaba a dos "chinijos" (así se llama en Lanzarote a los niños pequeños) comiendo pipas y filosofando. El video violaba la Ley de Protección de Datos de Carácter Personal, al no contar con el consentimiento de sus padres. El texto, la reflexión acerca de las dificultades de cumplir con esta ley con la llegada de Internet, sigue siendo válido, así que lo dejo.  

¿Les parece que debo eliminar este post?

Cuando oí la conversación que estaban teniendo estos niños, estos chinijos caleteros, no pude evitar coger la cámara para grabar desde mi toalla, como un espía, todo lo que se decían. 

En cuanto agucé el oído me sentí fascinado por poder ser testigo de esa concepción del mundo que tienen los niños y que tan bien se muestra cuando éstos hablan entre sí, y no con adultos. Además me sentí transportado a la infancia: a los días y vacaciones eternas, al ocio como lo más importante en el mundo, a ver la vida a un metro y poco del suelo. Pero tras haber editado el video he tardado bastante en decidirme a publicarlo en el blog.

¿Por qué?

En el post anterior aparecía Andriu haciendo el payaso en el Natural History Museum junto a unas niñas inglesas que habían ido allí con el colegio. Nadie dijo nada, nadie protestó por sacar a esas niñas en NaDa PeRmAnEcE sin su consentimiento. Y sin embargo es posible que a sus padres, en el improbable caso de que algún día se topen con este blog, no les haga ninguna gracia esa entrada.

En el pasado  a "mis gansitos" siempre los saqué desenfocados. Los estadounidenses son tan histéricos con los niños que me pareció que hacer que sus rasgos no se identificaran era la mínima de las precauciones. Ahora no sé si aquellos posts hubieran ganado más con las caras de mis alumnos al natural, mostrando a través de sus expresivas facciones sus sentimientos, ocurrencias y... en suma, sus "gansaditas".

Lo cierto es que hay un problema legal en todo ello. La Ley de Protección de Datos de carácter personal no permite publicar o difundir imágenes de menores sin su consentimiento. Cuando éstos son menores de 14 años serán sus padres quienes otorguen o nieguen dicho consentimiento.

Así que el video en el Natural History y éste en el muelle de Famara son claramente ilegales.

¿Qué hacer? Lo correcto sería hablar con los padres y pedirles su autorización para subir a la red estas imágenes de sus hijos...

Tan sólo tener que explicarles a los padres el asunto me da pereza (no se trata de un corto o una película o un anuncio, sino de un simple post). Y además ¿Es realista pensar que no tendrían inconveniente en hacerlo? Francamente, no. 

Imagínense la escena: Andriu se acerca al tipo de la bici y le aborda (después de haberse quitado la peluca rubia) y le explica que quiere subir a internet un video en cámara oculta que ha hecho de su hijo, en bañador, mientras mantiene una charla de carácter privado con otro niño en bañador.

Sinceramente, no me veo con tal capacidad de persuasión como para no salir con un ojo morado.

Así que... ¿qué hacer entonces? ¿renunciar a publicar todas aquellas fotos o videos en los que aparezcan menores identificables, a no ser que se obtenga por parte de sus padres una costosa o improbable autorización?  Si de lo que se trata es de cumplir con la ley... habrá que renunciar a ello.

 Sin embargo, como han repetido los internautas anti-Sinde a lo largo de los últimos meses, con la llegada de internet es imposible ponerle puertas al campo. En efecto, la red está llena de fotos e imágenes de menores que se envían, copian, publican, descargan y suben a través de blogs, periódicos, redes sociales o cadenas de mails. No hablo de imágenes vinculadas a la pornografía infantil, sino de fotos de niños de todo tipo. Apuesto a que es elevadísimo el porcentaje de esas fotografías que han sido introducidas o reutilizadas en la red sin autorización alguna.

Por ejemplo, ésta:



He escrito "Niños" en Google-Imágenes. Me han salido tropecientas mil fotos e imágenes de niños y niñas disponibles para hacer con ellas lo que crea conveninte. Pues bien, aquí está, colgada a NaDa PeRmAnEcE, esta fotografía. Los padres de los tres retoños seguramente dieron una autorización al fotógrafo para darle a la imagen un uso determinado (aun anuncio de cursos de verano, por ejemplo). Pero una vez que la fotografía se ha subido a la red, cualquier persona puede hacer con ella infinidad de cosas. Yo, por ejemplo, tan sólo la he utilizado como ejemplo de mi argumentación. Pero podría escribir un post explicando que estos son mis tres hijos, o hablando de la grave enfermedad de Tommy, o del ligero retraso mental de Carol, la niña rubia que está subida a la pela, o... ya pueden imaginar todo lo que se puede hacer jugando con la realidad y la ficción. 

¿Qué hacer pues? ¿Es correcto infringir la ley aduciendo que la intención con la que uno sube a la red este video caletero es inofensiva, o arguyendo que tiene un interés como documento audiovisual debido a su gran poder sugestivo y evocador? ¿Son esto razones válidas o una mera racionalización?

El domingo que viene eliminaré este post o lo dejaré tal cual está. Todo depende de lo que ustedes opinen al respecto. Así que, dicho esto, les reitero la pregunta del principio:

¿Les parece que debo eliminar este post?