
Había cumplido con todos los trámites pertinentes. Había hecho la solicitud al Ayuntamiento, cumplimentado la ficha de inscripción, entregado alguna información acerca de los participantes y, finalmente, adelantado un boceto, un avance, un croquis, imagino que a fin de encuadrar la alfombra en cuestión en el abigarrado paisaje floral del urbanismo lagunero en la jornada de Corpus Christi.
Pero fue en vano. Mi solicitud fue denegada.
No obtuve ninguna explicación. No sé, esperaba acaso algún pretexto acerca de lo inapropiado de los colores, algún subterfugio basado en la falta de armonía o unidad con el resto de propuestas... algo a lo que aferrarme para perseverar con más tino de cara a la próxima edición.
Era absurdo e ingenuo: tratar de colar una alfombra con el lema "Educación para la Ciudadanía" en una ciudad al auspicio de una Ana Oramas estrenando una recién lograda mayoría absoluta.
Así que me resigné y salí a la calle, a disfrutar de la espléndida mañana de domingo, soleada y -más que nunca- primaveralmente floreada. Como siempre, mi participación en la fiesta del Corpus se vería reducida a la de mero espectador pasivo.

He aquí la alfombra del Ayuntamiento. Se aprecia claramente cómo el logotipo de La Laguna, ciudad patrimonio histórico de la Unesco, es una copia calcada de los quesitos en porciones "El Caserío" o "
La vache qui rie", que para el caso es lo mismo.

Estas avenidas de flores son una tentación. Le entran a uno ganas de revolcarse por el suelo e imbuirse en una orgía de pétalos. Conozco a algún monaguillo que se metió en el ramo sólo por el goce de ir escoltando al obispo durante la procesión mientras con paso ceremonial pisoteaba con deleite todas aquellas filigranas paciente, laboriosa y cristianamente urdidas desde antes del alba.

He aquí una de esas filigranas, prestas a ser arrasadas por católicas suelas.

Desde las alturas se aprecia menos el detalle pero se gana en visión de conjunto. Ocurre como con la pintura impresionista, supongo.

Espectador pasivo, decía. Aquí estoy, como un
voyeur, sacando fotos en altura desde mi balcón. Un par de alfombras más o menos laicas se ven desde aquí, como la del IES Cabrera Pinto, con su torre como tema principal. Aunque inevitablemente se cuela alguna paloma blanca en un segundo plano. Y no es precisamente la de la paz, con la ramita de olivo en el pico.

Aquí vemos la mentada paloma en todo su esplendor. Recorriendo la Carrera y San Agustín, camara en mano, no pude evitar sentirme como un extraño, casi como un intruso, un infiltrado. La religiosidad de los motivos era inequívoca: cristos, espiritus santos alados, cálices, cruces, frases del tipo: "yo soy el camino, la verdad y la vida". Todo aquello me era extraño. Y yo era extraño a todo aquello. La leve resaca de los últimos rones de la víspera contribuía a esa sensación.
Por las calles desfilaba gente variopinta y de cualquier condición. Al fin y al cabo, era el segundo fin de semana desde la inauguración del tranvía y las huestes de santacruceros noveleros tenían un motivo excelente para estrenarlo y pasar en La Laguna una agradable mañana en familia. "Gente variopinta. Gente de todo tipo". Eso quería pensar, eso me decía a mí mismo. Así debería ser. Y sin embargo, me daba la impresión de que predominaba o se hacía notar más otra casta, otra clase, una particular fauna cortada por el patrón del conservadurismo cristiano.
Ya sé que suena a topicazo pero no de otro modo se me presentaban los transeuntes con los que me cruzaba y compartía petril. Había casi en cada esquina mujeres de avanzada de edad y acomodada apariencia pidiendo para Cáritas con una huchita en la mano. Era difícil sortearlas. Lo mejor era hacer un modesto donativo y dejar que te pegaran el lacito correspondiente en la solapa. Ante posteriores abordajes sólo había que señalar el lacito y disculparse: "Ya colaboré". Había padres de familia comparseando a su extensa prole y su señora, endomingados todos y con aires inconfundibles de... encabezar una manifestación contra la política antiterrorista del gobierno. Lo sé, suena a topicazo; pero sólo les faltaba la banderita patria en mano.
Había religiosos profesionales. Monjas, supongo que no de clausura, y curas, como el padre Adán, que pese a su lento andar lo vi al menos dar dos vueltas al circuito floral.

Y luego laguneros de abolengo, de apellido rimbombante, solidarizados con la causa del día en cuestión, que para demostrarlo visten las ventanas de sus casas con estos paños morados, que simbolizan -no sé- algo así como "Aquí vive gente de bien". Las fiestas laguneras son fiestas religiosas en su origen y -casi todas- en su espíritu: la Semana Santa, el Corpus, las fiestas del Cristo... Sólo los Carnavales y San Benito Abad han podido trascender su significado religioso e ir más allá. Pues bien, los paños morados siempre están ahí, prestos a exhibirse en cualquiera de estas fiestas, como un botón de muestra de las ideas de los habitantes de esas casas, que cabe imaginar partidarios de la presencia y protagonismo de las manifestaciones religiosas en el ámbito de lo público.
Al pasearme por mi ciudad y sentirme en ella un extraño pensé en todo ello. La Laguna era una ciudad comprometida con lo religioso. A todas horas sonaban las campanas de La Catedral, de la Concepción o de parroquias menores; regularmente en días comunes y enloquecidamente -como contrapunto a los voladores- en ciertas efemérides señaladas por el calendario. En Semana Santa acceder en coche al centro quedaba absolutamente vedado, así como descansar sin que el silencio vacacional se viera torpedeado por las fúnebres cornetas de las procesiones... Y ahora ese compromiso municipal con lo religioso se veía confirmado por los motivos píos de las alfombras del Corpus.
Según nuestra Constitución, España es un país aconfesional. Aunque tímidamente, se declara con esta afirmación la separación Iglesia-Estado que desde la Ilustración determina el espacio que la religión debe ocupar, al menos, en los sistemas democráticos europeos. No obstante, acaso como una rémora del nacionalcatolicismo que durante 40 años hizo de España una excepción en este punto, el Estado español firmó en su momento unos acuerdos de colaboración con otro Estado, máxima expresión éste último de la vulneración de aquella separación Iglesia-Estado a la que antes aludíamos (el Estado Vaticano), según los cuales España se comprometía a dar un trato de favor a la Iglesia católica, hasta que ésta pudiera autofinanciarse por sí sóla.
A tales acuerdos se les ha vencido ya la fecha de caducidad, pero el gobierno del PSOE los ha ratificado y prolongado, ya sea por cristiana convicción, ya sea por pusilanimidad electoral. En materia educativa los acuerdos obligan a la escuela pública a mantener la asignatura de religión católica (y la de otras confesiones con similares acuerdos de colaboración) como materia optativa de obligada oferta en nada más y nada menos que 11 años consecutivos: desde 1º de Primaria hasta 1º de Bachillerato. Los profesores son elegidos por la Conferencia Episcopal pero los paga el Ministerio de Educación, es decir, todos los contribuyentes, con independencia de sus creencias en materia religiosa.
Frente a los defensores de la presencia de la religión en la escuela pública (frente a los redactores de la LOE del PSOE y de la LOCE del PP) hay quien ha ironizado reivindicando la presencia del pensamiento humanista ateo en la liturgia religiosa y demandando a las autoridades eclesiásticas un segmento de tiempo proporcional (pongamos quince minutos) de la misa dominical para explicar nociones elementales de darwinismo, constitucionalismo laico y materialismo filosófico. Sospecho que la iniciativa tiene tantos visos de prosperar como mi propuesta gráfica de alfombra para la presente edición del Corpus Christi.
Y ya que sale a colación de nuevo la presuntamente matacuras "Educación para la Ciudadanía", contra la que tanto obispo se ha movilizado, pancarta en mano, hay que aclarar dos cosas. La primera es que sus contenidos son absolutamente constitucionales: es más, son precisamente nociones elementales como la libertad, la participación democrática, las garantías del derecho y demás fundamentos de la Constitución, lo que constituye el objeto de estudio de dicha asignatura. La segunda aclaración es que frente a los 11 cursos de religión la LOE incluye sólo en 2 cursos la materia de Educación para la Ciudadanía. Lo que dice el Libro Sagrado influye sólo a los que profesan una determinada creencia, pero se le mima durante 11 años consecutivos en la escuela pública. Lo que dice la Constitución Española influye y obliga
a todos los ciudadanos del Estado español, pero se estudia sólo durante 2 años y con la boca chica.
La misma reflexión cabe extrapolar al asunto alfombril. ¿Por qué el Ayuntamiento, que es una institución civil y no religiosa, da tanto pábulo a lo religioso en materia de fiestas? ¿por qué proporciona medios, espacios, subvenciones, flores y sales a parroquias, cofradías, seminarios de religión o particulares siempre y cuando no se alejen demasiado en el diseño de sus alfombras del ideario cristiano? ¿por qué no promueve una concepción más pluralista de esta fiesta, en la que tengan su espacio otro tipo de voces y mensajes, otro tipo de ideas y creencias, otro tipo de reivindicaciones, en las que puedan verse identificados y representados todos los ciudadanos y no sólo los creyentes en el cuerpo de cristo?

El ejemplo de los Scouts podría servir de punto de partida. Aunque no exento de un tufillo cristiano (presente más en algunos grupos que en otros), hay una serie de valores no incardinados en lo religioso que cabría reivindicar y que pueden encontrarse (creo: mi hermano fue lobato pero yo nunca vestí el uniforme de Baden Powell) en el ideario Scout: la lealtad, la solidaridad, el compañerismo, la autoexigencia, el cuidado de la naturaleza...
¡Hay tantas ideas y valores que merecen el esfuerzo conjunto de una noche en vela trabajando en equipo para lograr la materialización estética de un proyecto en común! ¿Acaso todas ellas han de tener algo que ver con la religión?

Estas niñas, por ejemplo, parece que están ensamblando pétalos que simulen ser la sangre de Cristo. ¿No sería más hermoso y más sano (en esta aromática mañana de sol y flores) imaginar que están dedicándole un corazón de rosas a sus madres, a su tutora, al chico más guapo de la clase?

Y estos niños, ataviados con el polo amarillo que identifica el grupo religioso al que pertenecen sus padres, están regando unas iniciales que ni ellos mismos entienden (yo tampoco), unas siglas de una cofradía acaso, una inscripción en latín resumida, quién sabe. ¿Por qué no fantasear con que las siglas son las del Club de Fútbol al que admiran y el amarillo el color del uniforme de su equipo?

Al final todo es una cuestión de flores

Una cuestión de pétalos, con los que pueden expresarse una infinidad de ideas, sentimientos y proyectos, no necesariamente vinculados a la fe en el cuerpo de cristo...
Por eso no me ha quedado más remedio que coger estas cajas de flores sobrantes y llevarlas a casa, para ejecutar libremente en mi patio -que es particular- mi proyecto de alfombra de "Educación para la Cidadanía".