viernes, 5 de noviembre de 2010

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La guerra es también hoy, como en tiempos de Platón, un asunto de rabiosa actualidad.

En su obra La República el filósofo griego dedica algunas páginas a diferenciar la guerra y la discordia:

"Me parece que así como la guerra y la discordia tienen dos nombres diferentes, son también dos cosas distintas que hacen relación a dos objetos también diferentes. La una se da en lo que está unido a nosotros por lazos de sangre y de la amistad, la otra, en lo que nos es extraño. La enemistad entre allegados se llama discordia; entre extraños, se llama guerra"

Los conflictos bélicos entre las diferentes polis griegas que tuvieron lugar a finales del siglo V a.C. han sido bautizados por los historiadores con el siguiente nombre: "Guerra del Peloponeso".

No obstante, según Platón, dicho nombre no debe de ser exacto, pues "los griegos son entre sí allegados y parientes, y extranjeros respecto a los bárbaros"

Por lo tanto, las disputas entre griegos de distintas polis son sólo "discordia" mientras que aquellas que enfrentan a griegos y bárbaros sí pueden calificarse de "guerra":

"Cuando entre griegos y bárbaros surja cualquier desavenencia y vengan a las manos, esa, en nuestra opinión, será una verdadera guerra; pero cuando sobrevenga una cosa semejnte entre los griegos, diremos que son naturalmente amigos, que es una enfermedad, una división intestina, la que turba la Hélade, y daremos a esta enemistad el nombre de discordia".

Corrijamos, pues, a los historiadores, y digamos, en nombre del ideal platónico: "Discordia del Peloponeso".


Hace una semana salió a la palestra informativa la revelación desde WikiLeaks de los secretos mejor guardados por el gobierno de EEUU acerca de su intervención en Irak. Era la cara B del conflicto: torturas a prisioneros, matanza de civiles, cifras de muertos, abusos, atropellos... En definitiva: todo lo que sospechábamos, todo lo que decíamos o pensábamos (y veíamos incluso en algunas películas) pero que no habíamos podido corrobar por escrito.

Los Convenios de Ginebra constituyen una serie de normas internacionales para humanizar la guerra y minimizar sus efectos sobre soldados y civiles. Fueron creadas entre 1864 y 1977, es decir, en los siglos XIX y XX.

Cuando Platón reivindica, para los griegos, el modelo de la "discordia" frente al de la "guerra", de lo que se trata a fin de cuentas es de lo mismo: de humanizar la guerra:



"Por lo tanto, hay que acabar con el despojo de los muertos, y con el rehusar al enemigo el permiso para llevárselos (...). Tampoco llevaremos a los templos de los dioses las armas de los vencidos, sobre todo si son griegos, como para hacer con ellas ofrendas, si en algo apreciamos la benevolencia de los demás griegos. Temeríamos manchar los templos, adornándolos con los despojos de nuestros vecinos, a menos, sin embargo, que la divinidad disponga lo contrario".

No olvidemos que todo esto queda referido en ese extenso diálogo en el que Sócrates conversa con algunos de sus discípulos:
"-¿Qué piensas de la devastación del territorio griego y del incendio de las casas? ¿Qué harán tus soldados respecto a los enemigos?

-Deseo saber tu opinión en este punto -dijo.

-Mi opinión es que no se debe devastar ni quemar; y sí contentarse con tomarles todos los granos y frutos del año".

Platón es cándidamente benévolo en este punto y la descripción de como deberían ser los enfrentamientos entre griegos está recorrida por un noble sentido del fair play que nos recuerda al de dos aristócratas ingleses que se baten en duelo. 

Dicho esto, lo cierto es que su concepción de la guerra como discordia coincide con el espíritu de las Convenciones de Ginebra, en cuya base encontramos una preocupación por el sufrimiento humano ajeno.


Hay una cosa que me gusta de estas ideas de Platón:

Él no hubiera consentido que suníes y chííes se dejaran de tratar como "allegados y parientes" y llevaran su discordia más allá... hacia una guerra cruenta, criminal e indigna.

Hay en cambio otra cosa que no me gusta tanto:

Su distinción entre griegos y bárbaros es la misma que hoy en día reproducen fidedignamente las grandes potencias que se embarcan en guerras de esta índole.

Lo único que cambia es quienes son los griegos y quienes los bárbaros.

En el caso de Irak, la cosa está bien clara:

A las fotos me remito.

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