sábado, 21 de abril de 2007

ZoNa PeLiGrOsA

Un viernes por la noche no deberían ocurrírseme planes tan arriesgados como el de salir al videoclub y alquilar una comedia ligera con la que ir dejando atrás el cansancio acumulado desde el lunes. Hace un par de meses me dejé las llaves del piso puestas por dentro y tuve que llamar al cerrajero. La operación terminó a la 1:30 de la mañana, hora en la que pude entrar por fin a mi casa, previo pago de 108 euros y sin haber podido siquiera llegar al videoclub.

El viernes pasado pude por lo menos alquilar la película antes de que se produjera la catástrofe. Iba ya de vuelta, el DVD en una mano y el MP3 en la otra, escuchando abstraído un reportaje radiofónico acerca de la nueva ley de universidades, ajeno por completo a la ciudad dormida, a la tranquilidad del barrio de Valterra sólo perturbada por la música y el motor atronadores de algún opel corsa tuneado y travestido en reactor, cuando -como un jarro de agua fría: no, ojalá, qué frecor, qué higiénico castigo- llegó y enchumbome desde el cielo la inmundicia en estado líquido:

¡¡¡pflashhhhhhh!!!

Me había alcanzado de lleno: el suéter, los vaqueros y, sobre todo, el pelo, que chorreaba como manantial desde una frente por la que corrían hilillos de un líquido repugnante. Tendría que ducharme de nuevo. ¿Qué rayos era aquella bazofia? Me olía a alcohol, a vino barato, a licor adulterado. A un alcohol dulzón; sangría don Simón mezclada a saber con qué mejunje de índole orgánica.

Maldije al culpable, grité "Sal, ti te atreves", espié la casa desde una distancia prudencial, escrutando el horizonte de lo que parecía una azotea, los ventanucos abiertos o rotos por los que cabría un cubo lleno de mierda. Era una casona típica canaria, abandonada, deshabitada, acaso ocupada ocasionalmente por mendigos, yonquis o niños en busca de emociones fuertes. La casa tenía de hecho cierto aire fantasmal. Ni un alma, ni un rostro agazapado, ni una risa de fondo... Nada. Silencio, impotencia y rabia.

"Aquí no hay más que rascar" -me dije. No era cuestión de coger un resfriado ni de perder el pelo por efecto de aquel potingue nauseabundo. Me fui, resignado.

Pero de pronto solté una carcajada y una súbita alegría me recorrió por dentro. Imaginé a tres o cuatro chicos tirados en el suelo de la casa en ruinas muertos de risa hasta el dolor. Imaginé que acaso hasta fueran alumnos del IES Blas Cabrera Felipe. Imaginé su dificultad para articular entre lágrimas de felicidad la frase en cuestión: "Joder, tío, le has dado de lleno en pleno tolmo al puto jefe de estudios".

Y es que con esta agresión líquida se cerraba el círculo, se hacía justicia, se saldaba una cuenta con mi pasado de cabroncete adolescente.

Éramos dos, tres, cuatro, no sé, dependía del día. Nuestra barbacana: la azotea de la casa del abuelo de Alberto, encima de Caprichos. No pude ver cumplidas casi ninguna de las fantasías eróticas de mi adolescencia. Y sin embargo, Caprichos, la tienda de golosinas del abuelo de Alberto, colmó todas las fantasías gastronómicas de mi tardoniñez. Nos metíamos por la trampilla, de noche o los fines de semana, cuando por fuera colgaba el cartelito de "cerrado", en delictivo silencio y con un chute de adrenalina que precedía al inminente chute en vena de azúcar insiscriminado. Una vez dentro, sólo era cuestión de saber elegir sabiamente el orden de los placeres antes del hartazgo: trufas, chocolate blanco, frutos de mar, judías, nubes, melocotones, plátanos, fresones, relojes, huevos fritos, cocacolas, caramelos, regalíes y pastillas de todos los colores y formas imaginables. ¡Qué desbordante imaginación la de los fabricantes de chuches! Nos sentíamos como Hansel y Gretel sin bruja.

Pero me he desviado... Desde la barbacana de Caprichos lanzábamos a los viandantes globos llenos de agua (que les daban un susto de muerte y les enchumbaban de arriba a abajo), huevos (con los que era más difícil acertar) o inocuos garbanzos (que simplemente hacían detenerse a los transeúntes, vacilar un instante, mirar estúpidamente alrededor, y proseguir el paso). Una vez acertamos de lleno con un huevo en el interior de un BMW del que salía una emperifollada víctima. Nos descubrió y una semana más tarde se presentó en Caprichos con la factura de la tintorería. Hubimos de pagar el lavado del traje y de la tapicería. Fue entonces que el abuelo tomó medidas y zanjó esta etapa de nuestra infancia.

El viernes pasado volví a recordarla y mientras me enjabonaba en la ducha y me sacaba esa mugre hedionda y pestilente del pelo, reí al trasladarme a aquel escenario, en el que dos, tres o cuatro cabroncetes preadolescentes puteábamos incívicamente a la ciudadanía desde las alturas, ebrios de placer y adrenalina, vacilando entre el temor a ser pillados y el regocijo por la fechoría cometida.

Reí y la risa me sirvió de catarsis y el incidente de expiación. Pues aunque pueda parecer una impostura o una fabricación a posteriori de la memoria, creo no equivocarme si afirmo que junto a la frivola e inconsciente gamberrada, una sombra de culpa, de congoja y de vergüenza de mí mismo acompañaba a aquellos bombardeos desde las trincheras de un ejército pueril y algo cobarde.

Así que si el baño nocturno de líquido inmundo del viernes pasado sirve para justificar tantas risas y buenos momentos, y para hacer justicia y pagar el precio por las gamberradas que hace más de quince años quedaron impunes... ¡Bienvenido sea!

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido nene, me acabas de hacer reír mucho…jejeje, y temer a la maldición que cayó sobre nosotros el día que pasamos de lanzar globos a calderos llenos de agua. A partir de ahora caminaré por las calles del Distrito Federal esperando el golpe certero de alguna sustancia viscosa que seguro lleva algo de chile y tequila de garrafón.

Perdona mi silencio de estos últimos meses, es un momento de cambios, grandes o pequeños, ya veremos. Prometo mandar un mail colectivo poniéndoles al corriente de las novedades. Y cerrar este comentario diciendo que les extraño mucho, y que de verdad me siento la persona mas dichosa del mundo al recordar las experiencias que hemos compartido, y las que nos quedan por compartir. Nos vemos pronto. Les quiero!

Anónimo dijo...

Joder nenes, que ganas de verles me acaba de entrar...

Tras lo que me acabo de reir se me quedo una estupida sonrisita en la boca...les quiero...

Estoy intentando acordarme y no consigo.... pero creo que alguna vez ... ah! si, en santander me empaparon de agua una vez por mearles la fachada. Habia tanta gente de botellon por ahi que estaba todo el suelo meado... supongo que eso no cuenta para que me perdonen tambien, pero si no me equivoco el huevo lo tiraste tu andres y los demas tambien nos comimos el marron, asi que a ver cuando nos compensas...

recuerdo a la señora tocando el timbre como una posesa...y nosotros escondidos en el baño!! jajaja..

Anónimo dijo...

prueba

Santi dijo...

Aún recuerdo un potaje barbudo descendiendo sin freno desde el tejado de casa del negro sobre algún viandante desprevenido. tu cara devía de ser un poema. tu reflexión sabia, aunque el pago de esa cuenta pendiente me sabe a paso del tiempo...y aunque lo acepto, aquellos adolescentes agachados en su colmena se revuelven en mi interior....robando una botella de vino hace poco en madrid..la sensación de adrenalina la misma de antaño...el camarero debía haberse portado mejor....¿o se porto bien?
me alegro de saber de ti Alberto. mdame tu numero que te lo pedi en el ultimo email
besos

Santi dijo...

DIOS MIO..." DEVIA" ..LO HE ESCRITO CON V... es cn b

Anónimo dijo...

Por lo menos lo pusiste acentuado...

Anónimo dijo...

Hombre, que alegria tenerles por aqui. Me han ayudado a completar esos recuerdos... Lo del potaje barbudo lo habia olvidado y me hace temer nuevas represalias desde las alturas. Paseare con cuidado.

Tampoco recordaba que hubiera sido yo el del huevo. Mi sentimiento de culpa inconscientemente me ha hecho falsificar el recuerdo, supongo. Joder Ciza;as, no se como compensarles por mi buena punteria... No se, me puedo hacer cargo de la deuda contraida... Yo creo que con el potingue del otro dia ya he pagado un cacho.

Ja, ja, ja... No puedo evitar reirme al recordar lo del potaje...

Oye, Quinqui, esta pendiente ese calculo de fechas para el macrocumplea;os.

a;o, Espa;a, co;o, pa;o, le;a, morri;a...

Test de inteligencia> descubre la letra que corresponde al simbolo ; asi como el simbolo que ha de estar en el lugar del simbolo > y averigua el nombre del virus que hace que no pueda poner tildes ni dos puntos ni letra mas patria de nuestro alfabeto.

Tampoco me deja firmar.
Asi que yo soy el anonimo sin tildes.

Anónimo dijo...

Oye! lo del macrocumpleaños ya se los mandé !! y nadie dijo nada!


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