domingo, 19 de septiembre de 2010

LeCtUrA ObLiGaToRiA


La niña del anuncio debe rondar los 12 o los 13.

El periódico EL PAÍS lanza una campaña dirigida a sus padres y les anima a adquirir esas "obras imprescindibles de la literatura que todos deberíamos leer".

A esto en la jerga del gremio se le llama el canon.

Leo los títulos del canon que amenazan con aplastar la algo enclenque cabecita de Sara.

(¿y por qué no Sara?)

El corazón de las tinieblas, Don Juan Tenorio, Doña Rosita, La transformación, La abadía de Northanger, Otra vuelta de tuerca y La Celestina.

Luego me fijo en la expresión de Sara:

¿Se la ve ilusionada con los centrímetros de altura que la lectura de estos libros (según reza el eslogan) le hará ganar?

Más bien la encuentro abrumada por el peso del canon.

Si yo fuera Sara y me viera a mí misma con esa cara no me compraría ninguno de esos libros.

Sin embargo, el anuncio se dirige a sus padres.

Ellos quieren que Sara lea, les preocupa que Sara lea, están empeñados en que Sara lea.

El eslogan dice: 

"Libros que les harán crecer"

El publicista habilidoso sabe que el inconsciente de los padres de Sara leerá otra cosa:

"Libros que les harán leer"

Los padres de Sara desconfían de su capacidad para hacer leer a su hija, pero confían en que estos libros la harán leer.

La letra pequeña reitera que estos libros "fomentarán en tus hijos el hábito de la lectura".

Pienso en Sara, a quien quizás todavía le apasione leer, y en su experiencia con los libros a partir de este viernes, en que EL PAÍS le brinda su primer contacto con el canon de la literatura occidental.

Ese primer contacto se llama "Otra vuelta de tuerca", de Henry James, una novela corta y enigmática que no sabría si calificar o no como de fantasmas.

La leí por primera vez con 30 años durante una acampada veraniega en La Graciosa. Me pareció un tanto farragosa y con falta de ritmo, surcada por una prosa sinuosa y algo añeja. Pero lo atribuí al contexto en el que yo me hallaba. El tórrido sol veraniego no casaba bien con la brumosa y húmeda atmósfera de la novela, ni el viejo caserón habitado por espectros conseguía imponerse a la presencia tosca y palpable de la caseta de campaña.

Sin embargo, hace unos meses volví a leer la novela, con más calma, al ser una de las lecturas obligatorias del máster de Escritura del Hotel Kafka. Y he de decir que no me sirvió para reconciliarme con el texto. 

Pienso en Sara leyendo a partir del viernes "Otra vuelta de tuerca" y me entra la risa, que oficia a veces de sustituto del llanto.

Y es que el argumento oculto o el subtexto de la novela es una historia de pederastia, que cuenta en primera persona la institutriz de dos infantes, hacia los que siente unos sentimientos contradictorios y preñados de líbido. La institutriz es (lo que en la jerga del gremio llaman) una narradora poco fiable, que cuenta los abusos sexuales a los que somete a la pareja de hermanos que tiene a su cargo, sus dudas y remordimientos, y finalmente el modo en que asesina a uno de ellos.

Sin embargo, y esto es lo más gracioso del asunto, el lector medio, por lo general, no se dará cuenta de nada. La prosa sinuosa de Henry James es en esta novela tan sutil y ambigua que estos desmanes de la institutriz pasarán desapercibidos para quien lea la novela sin una previa advertencia en este sentido, o sin prestarle demasiada atención, o con las defensas críticas bajo mínimos, o de acampada bajo el relajante sol de La Graciosa...

Si un lector de 30 años más o menos experimentado no percibió nada de lo que Henry James (influido por el psicoanálisis) quiso hacer entrever en su novela, me pregunto:

¿Qué habra de aprovechar Sara, con sus 12 o 13 años?

Porque en tanto que historia de fantasmas (que es la lectura más superficial o básica de la novela) el texto de James no tiene, en mi opinión, demasiado valor. Es una historia muy descafeinada y sosa, que no es capaz de producir pavor alguno, con fantasmas decimonónicos que parecen de mentirijillas.

En fin, que ni en una lectura superficial del texto ni en una lectura avanzada me parece la novela una buena elección para enganchar a Sara o "fomentar" en ella -según reza EL PAÍS- "el hábito de la lectura".

Pienso en Sara por última vez e imagino su cara tras haber concluido la lectura de "Otra vuelta de tuerca".

Y me pregunto si tendrá ánimos para proseguir la exploración del canon con "Don Juan Tenorio", "La Celestina", "La transformación"  y el resto de títulos...


PD: Este post ha sido inspirado por o es deudor de esta magnífica entrada de Joselu y por el debate suscitado en los comentarios al mismo.


6 comentarios:

Montse dijo...

Yo muchas veces me pregunto si el objetivo es que se acerquen a la lectura o que se alejen definitivamente de ella. Y no lo digo por lo de EL PAÍS, sino por las lecturas obligatorias que suelen poner en los institutos. En fin, será que yo no entiendo.

Un abrazo, Montse

Anónimo dijo...

Que bueno que has vuelto Andrés..

Andriu dijo...

Montse: me temo que la misma reflexión puede hacerse extensible a gran parte de los textos de nuestra Historia de la Filosofía de 2º: ¿no crees?

Anónimo: ¿a Lanzarote? ¿al blog? ¿a la docencia? ¿a la cordura?

Un abrazo.

Montse dijo...

Andriu, totalmente de acuerdo con lo que dices de nuestros textos. Por eso yo, llevo poco textos originales al aula. Trato de que mis alumnos y alumnas se acerquen a la Filosofía a través de textos más vivos: artículos de prensa, canciones, viñetas, películas, ensayos actuales... y, a partir de ahí, intento que sientan la necesidad de recurrir a los filósofos para continuar su reflexión. No sé si lo consigo pero al menos creo que evito que odien la Filosofía y eso significa que se queda abierta la posibilidad de que a los 30, 40 ó 60 años tengan deseos de leer Filosofía (además, quizá entonces, hasta están más preparados/as para ello).

Un abrazo con planes lanzaroteños, jejeje.

Montse

Andriu dijo...

Coincido bastante con lo que dices y planteas aunque reconozco que no me aplico el cuento todo lo que debiera. Y ello por dos motivos: a) un prurito de que los clásicos pasen por las manos de nuestros alumnos no excesivamente adulterados; y b) la simple obligatoriedad de cumplir con la programación de PAU (y hablo ahora aquí sólo de 2º de bachillerato). Tengo ganas de que llegue el próximo mini-CIO. Esta vez ya estoy en el tajo y tengo muchas ganas de compartir experiencias educativas, recursos, charlas. Pero que no cunda el pánico: ¡también va a ver diversión y falta de seriedad!

Un abrazo.

Montse dijo...

Eso espero!!! Lo digo por lo de la diversión y la falta de seriedad, jajajaja.

Saludos y a ver qué palabrejas utilizamos que he tenido que buscar en la RAE "prurito" nunca había visto esa palabra, joooooooo.

Un abrazo, Montse