domingo, 7 de noviembre de 2010

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Hace algo más de un mes pudimos leer el siguiente titular:

"Si Belén Esteban se presentara a las elecciones sería la tercera fuerza política".

No se trataba de una broma ni del dictamen de algún tertuliano televisivo:

"El estudio -rezaba la noticia- se ha elaborado a través de encuestas telefónicas a 3.200 personas de distintos segmentos de la población (edad, sexo, comunidad autónoma...), y el 8,9 por ciento de todas ellas, votaría a Belén Esteban como Presidenta de Gobierno en las próximas elecciones, sin importar el programa político que presentase y consiguiendo 5 escaños en la Cámara Baja. Por delante de la de San Blás se encontraría el PSOE, con un 37 por ciento, y el PP, con un 40 por ciento. Todo esto en términos hipotéticos, pero resultaría sobrecogedora una posible coalición con Esteban para alcanzar la mayoría absoluta".

La democracia se basa en la ley de la mayoría. Y según dicha ley la "princesa del pueblo" quedaría situada en las próximas elecciones por delante de otras fuerzas políticas como IU, UPD, PNV o CIU.

La democracia etimológicamente significa eso mismo: gobierno (kratein) del pueblo (demos).

Nuestro pueblo tiene claro, parece, quién ha de ser su princesa.

Y éste es precisamente, según Platón, el problema de la democracia.


A saber: que el pueblo no siempre elige correctamente.

Estamos acostumbrados a oír todo lo contrario. Hoy nadie cuestiona la democracia y cuando un político corrupto es reelegido en unas elecciones se ampara en los resultados obtenidos para legitimarse políticamente y lavar su imagen moralmente. Aunque los jueces le lleven la contraria: "el pueblo ha hablado". Y eso es lo importante.

Posiblemente no haya alternativa a la democracia como sistema político. 

Posiblemente no se pueda ir más allá de la célebre frase de Winston Churchill, según la cual: "La democracia es el menos malo de los sistemas políticos". O dicha de otro modo: "La democracia es el peor sistema político que existe, con excepción de todos los otros sistemas.".

Sin embargo, a menudo me da por pensar que la democracia está sobrevalorada y siento cómo se revuelve en mi interior, y lucha por salir a la superficie, la tentación del platonismo.

También el propio Churchill debía de tener momentos de éstos, de escepticismo democrático, pues también es suya la siguiente frase:

"El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio."



En las antípodas de la democracia, Platón diseñó en su obra "La República" un modelo de Estado basado en un gobierno de sabios.

Me resulta curioso que Platón insista en una idea: que a estos sabios debe obligárseles a ejercer el mando y a ser gobernantes, pues de otro modo (es decir, voluntariamente) sería imposible contar con ellos para esta tarea. En consonancia con esto, Platón afirma que hemos de desconfiar de quienes se aferran con uñas y dientes al poder:

"Así es, mi querido amigo. Si puedes encontrar para los que deben obtener el mando una condición que ellos prefieran al mando mismo, también podrás encontrar una república bien ordenada, porque en ella sólo mandarán los que son verdaderamente ricos, no en oro, sino en sabiduría y en virtud, riquezas que constituyen la verdadera felicidad. Pero dondequiera que hombres pobres, hambrientos de bienes y que no tienen nada por sí mismos, aspiren al mando, creyendo encontrar en él la riqueza que buscan, allí no ocurrirá así. Cuando se disputa y se usurpa la autoridad, esta guerra doméstica e intestina arruinará al fin al Estado y a sus jefes".
Es decir, Platón plantea que se debe obligar a estos sabios ("por medio de la persuasión o de la autoridad") a tomar cartas en el asunto y a comprometerse en los asuntos del Estado, en la vida política. Platón ofrece una serie de razones (basadas en los beneficios y la utilidad de esta medida para todos) y afirma estar convencido de que tales sabios comprenderán tales razones: 

"¿Se resistirán, pues, nuestros discípulos a estas razones? ¿Se negarán a cargar alternativamente con el peso del goierno, para ir después a pasar juntos la mayor parte de su vida en la región de la luz pura? Es imposible que rehúsen, porque son justos y justas también nuestras exigencias; y entonces cada uno de ellos, al contrario de lo que sucede en todas partes, aceptará el mando como un yugo inevitable".

En esta época en que nuestros gobernantes y nuestra clase política están tan despretigiados, y en que nuestros sabios e intelectuales parecen estar la mayor parte del tiempo sumidos en un cómodo o resignado silencio... siento, poderosa y visceral, la tentación del platonismo.

En EL PAÍS de hoy leo un reportaje en el que se retoma la noticia con la que he abierto este post. Como al leerlo me ha llegado un tufillo a basura, he decidido leerlo de nuevo, con más atención. El reportaje lleva por subtítulo: 

"La hipótesis de su triunfo electoral [el de Belén Esteban] es síntoma del descontento político".

Es decir, que la culpa de todo la tienen los políticos.

En la segunda lectura del reportaje me he percartado de que esta opinión, que recoge la periodista, procede de un tal Óscar Cornejo, quien "asiste divertido al revuelo provocado por la hipotética entrada en política de Belén Esteban".  

Óscar Cornejo es uno de los responsables de la productora "La Fábrica de la tele", en cuyo seno se han gestado programas de telebasura, amarillismo y sensacionalismo rosa como Aquí hay tomate, La noria o Sálvame.

¿La culpa de todo la tienen los políticos?




Los programas de esta calaña, de esta productora que dirige Óscar Cornejo, han hecho, en mi opinión, mucho más daño del que la gente o el demos, por votación, estaría dispuesta a reconocer. 

Estos programas y estos programadores, como el señor Cornejo, son los que más acríticamente han abrazado la idea de que lo que cuentan son las mayorías, con independencia de lo que éstas mayorías voten u opinen. Lo que cuenta -en su lenguaje- son las audiencias, que legitiman las parrillas de telebasura del mismo modo que la obstinación ciega y fanátca de ciertos votantes legitiman a un político corrupto.

La culpa es pues también de la gente, que se equivoca al votar a Belén Esteban.

Y de estos programas como los que patrocina Óscar Cornejo, responsables de promover, con el ejemplo, un demos inculto, analfabeto y soez.

En su famoso mito de la caverna, Platón describía a este demos, hipnotizado con las sombras, apariencias y trivialidades de Sálvame o La noria, como prisioneros ciegos a la verdadera realidad, embobados con las visiones fugaces de un mundo virtual e ilusorio, incapaces de contemplar la Verdad, la Belleza, la Justicia y el Bien.

En un mundo, como éste, en el que el pueblo se ha pronunciado y ha visto en Belén Esteban a su princesa, todas estas palabras grandilocuentes que he puesto con mayúscula suenan a risa...



Cuando leo a Platón fantaseo con ese gobierno de sabios e imagino a quién eligiría yo para ostentar "el mando como un yugo inevitable" antes de dejarles pasar "la mayor parte de su vida en la región de la luz pura".

Platón estaría de acuerdo, probablemente, en que a este gobierno de sabios le vendría bien alguna mujer.

Pero dudo mucho que la elección democrática de Belén Esteban fuera de su agrado.

Y tú... ¿a quién pondrías en el lugar de este interrogante final?



12 comentarios:

Montse dijo...

¡Excelente tu post!, lástima que este año no esté dando 2º de bachillerato, sería ideal como actividad de cierre.

Y centrándonos en tu pregunta, ¿por qué una mujer y no dos? jajaja. De momento sólo esa crítica, cuando piense en lo que has dicho, que es fantástico y comparto en gran medida, vuelvo.

Un abrazo, casi pre-lanzaroteño, Montse

jane dijo...

Me ha gustado mucho tu comentario, Andrés. Sobre todo porque muchos hemos pensado a veces en esa idea platónica: un gobierno dirigido por los mejores, gente decente y honrada, sabios, en definitiva. Nos horroriza, no sólo pensar en una Belén Esteban como presidente del gobierno sino también en que quienes la entronizan como princesa del pueblo están intentando legitimar la ignorancia como la actitud a seguir en la vida: ¡Abajo la sabiduría!
Un antiguo profesor mío nos decía que el mejor sistema de elección era el dedo. Pero un dedo limpio, seguía diciendo.
A estas alturas de mi vida pienso que ni dedos limpios, ni gente sabia (si es que la hay) garantizarían un buen gobierno. Y es que los gobiernos tienen el inconveniente de estar formados por seres humanos. Pero conservemos la esperanza de que por lo menos la educación tenga mucho que decir en la elección de los políticos. Algo que, por cierto, también es una idea platónica.

Anónimo dijo...

Interesante reflexión Andrés. Creo que a más de uno se nos ha pasado por la cabeza lo del gobierno de sabios.

Hay que recordar también que antes los políticos no cobraban por serlo. Ahora se ha convertido en una profesión muy bien pagada y con "facilidad" para obtener sobresueldos ilegítimos.

Si nos pudiesemos asegurar de que nadie se enriquece haciendo politica (ni se empobrece), quizá los corruptos y codiciosos se buscasen otro trabajo.

Aquí te dejo algunas propuestas de sabios a debatir:

Juan José Millás
Iñaki Gabilondo
Josep Guardiola

Ahora no se me ocurre ninguna mujer, pero necesitaríamos muchas madres entre las sabias.

Un abrazo

Andriu dijo...

Montse: ¿Dos mujeres? Supongo que eso nos llevaría a embarcarnos en el debate de la paridad... La verdad es que no he puesto a ninguna mujer porque no se me ha ocurrido ninguna en que lo tuviera del todo claro: ¿a qué se debe esto? Al Cizaña le ha currido lo mismo. ¿Es porque somos hombres? ¿Es por la menor visibilidad de la mujer? Yo creo que las mujeres pueden aportar un modo de hacer política que supere ciertos "tics" (autoritarismo, orgullo, prepotencia, chulería)que pueden atribuirse en mayor medida a los hombres que a los varones (aunque toda generalización es injusta). Sin embargo, me cuesta concretar esto en un nombre de mujer y un apellido. Así que espero tu propuesta...

Jane: me gusta eso que dices, que aunque preocupante, comparto contigo: "quienes la entronizan como princesa del pueblo están intentando legitimar la ignorancia como la actitud a seguir en la vida". El otro día hablaba con mi hermano de la Televisión Autonómica: a veces pienso que con los canarios están siguiendo ese mismo programa de idiotización colectiva. En cuanto a ponernos serios: yo tampoco apuesto por dedos ni por sabios; me temo que la frase de Churchill es irrebatible. Por eso he hablado de una mera "tentación platónica". Lo que sí es verdad es que muchas veces quienes se llenan la boca con la palabra "democracia" son los más peligrosos.

El Cizaña: es interesante lo que dices respecto a la paga de los políticos. En "La República" Platón dice que la clase de los gobernantes debe estar alejada e la riqueza y vivir en un regimen de completa austeridad (sólo los "productores", de quienes reciben una paga los "gobernantes" y "guerreros", tienen en EStado ideal derecho a la riqueza material). En cuanto a lo de Guardiola... ¡eres un prvocador!

Un abrazo, sabios.

Andriu dijo...

MOntse: dije "pueden atribuirse en mayor medida a los hombres que a los varones" pero quise decir "que a las mujeres".

jane dijo...

En "La tournée de Dios" de Jardiel Poncela, cuando le preguntan a Dios por el gobierno ideal, él dice que las dictaduras inflexibles, porque él, que siempre ha sido un inflexible dictador, no puede aconsejar otra cosa. Así que si buscamos a sabios para gobernar en una democracia, lo tenemos difícil porque hasta Dios reniega de ella.
Pero, por seguir con la lista de sabios (y ya lo han etiquetado así en una ocasión), yo propondría a Emilio Lledó.

Montse dijo...

Sigo pensando mis nombres y mis críticas a lo del gobierno de los sabios (aunque en más de una ocasión, confieso que también he sentido la tentación de desearlo). Pero antes de hacer mi propuesta me gustaría plantearos algo:

¿No estáis dando por supuesto que la sabiduría va unida a la bondad?, ¿es posible que estéis siendo víctimas de un exceso de intelectualismo?, ¿acaso no ha habido grandes sabios que han sido malas personas? Creo que la democracia peca al dejar todo en el número de apoyos olvidándose de la sabiduría, pero vosotros y vosotras estáis dejando todo a la sabiduría dejando al lado la bondad. A este respecto, no estaría mal recobrar la "intuición emocional" de Max Scheler, según el cual para percibir ciertos valores hace falta no sólo inteligencia y sabiduría sino también cierta predisposición del corazón. Y yo diría, para gobernar justamente no sólo hace falta sabiduría sino también voluntad de querer hacer las cosas bien.

En el fondo, las cosas no son tan fáciles como parecen. Está claro que la democracia que tenemos es una caca porque parece que sólo quieren idiotizarnos. Pero no estoy segura de que con la dictadura de la sabiduría estuviera garantizada la justicia en la polis.

Saludos reflexivos en el ágora virtual "NADA PERMANECE". Montse

PD: No conozco la trayectoria personal de Adela Cortina pero si hablamos de sabios válidos para gobernar lo que dice esta mujer puede convertirla en válida.

Montse dijo...

Estoy pensando que más que sabios y sabias, que a lo mejor no es tan difícil encontrarlos. Lo interesante sería establecer una serie de leyes claras y precisas acerca de las restricciones que necesariamente tienen que tener las personas que se dedican a la política. Si legisláramos de tal forma que hubiera una incompatibilidad total entre ser gobernante y hacerse rico quizá las cosas irían de otra forma. Ahora bien, para legislar así hace falta una ciudadanía que exija esas leyes y que cuya participación sea algo más que introducir una papeleta cada cuatro años.

Pero, a la ciudadanía le interesa que existan unas leyes justas (universalizables) o le interesa poder consumir y gastar cada vez más. Quizá a lo mejor, la conclusión es que tenemos los gobernantes que nos merecemos. O lo que es lo mismo, los gobernantes no son más que el reflejo de lo que somos la ciudadanía. Hay honrosas excepciones, como entre los ciudadanos pero la mayoría es como la mayoría de la ciudadanía es.

En fin, que pensar tanto entristece: http://www.youtube.com/watch?v=oKBGfpHCbYc

Ahora abrazos, que tenemos que cuidarnos. Montse

Andriu dijo...

Jane: ¡creo que Platón estaría encantadísimo con tu elección de Emilio Lledó!

Montse: respecto al intelectualismo que nos achacas... yo al hablar de "sabio" incorporo al término la cualidad de la bondad (honradez, justicia o cualquier otra virtud moral) y creo que en el uso común de la palabra "sabio" eso va de suyo. De esta forma, por un lado están los "expertos", "inteligentes", "informados"... y por otra parte los "sabios", que incorporan la virtud moral.

Dicho esto, coincido contigo en que "no es tan fácil". Pues hay una serie de mínimos morales con los que todos coincidiríamos, más o menos, a la hora de consensuar unos requisitos morales para "nuestros sabios" (honradez, integridad, coraje). Pero más allá de estos mínimos comunes se abre un abanico de idearios político-morales y concepciones de lo justo en los que sería más difícil ponernos de acuerdo.

El ejemplo más claro que se me ocurre es Vargas LLosa. Creo que es honrado, íntegro y valiente política y moralmente. Pero estoy convencido de que muchos de ustedes no estarían de acuerdo con admitirlo en nuestro comité de sabios, debido a sus ideas acerca del papel del Estado en la regulación del mercardo. (Como siento debilidad por Vargas Llosa y no quería desviar la discusión hacia otros temas preferí excluirlo y proponer a Saramago y Savater, que creo son capaces de alcanzar un mayor concenso). (El último paréntesis es una estupidez: Saramago y Savater levantarían las mismas ampollas en un "neocon" y en un nacionalista respectivamente).

Para salvar estas discrepancias que hacen que la cosa "no sea tan fácil" la solución de Platón me parece muy simplista e ingenua respecto a lo que es la política. Es decir: según él, se trata simplemente de acceder al conocimiento de la justicia a través de ese periplo del filósofo por el mundo inteligible, que desemboca en la idea del Bien. Todo ello aderezado con mucha matemática (que como todos sabemos, es esencial para saber en qué consiste la justicia y el Bien). En fin: que la "solución" de Platón en este punto es simple y divertidamente extravagante.

Habrá que seguir pensando en ello.

¿Adela Cortina? Pensé en ella, y en Victoria Camps y n Amelia Valcárcel... pero no sé, creo que hemos arrimado demasiado el ascua a nuestra sardina y que lo de "reyes-filósofos" puede entenderse en un sentido más amplio. Mira el Cizaña, que me ha elegido a un portero de fútbol, sabiendo que yo de eso sé bastante poco...

Un abrazo.

Andriu dijo...

Fe de errores: quise decir "consenso".

Ricardo dijo...

Ayer me acordé de ti. Hablas de las ideas de Platón sobre el gobierno del estado; el gobierno de los filósofos. Mi compañera del departamento de Filosofía me leía el examen de un alumno que decía que, según Platón, el ciudadano medio viviría en una casa modesta, mientras que el gobernante filósofo viviría en un castillo.
Yo te elegiría a ti para que pilotaras la nave del estado (imagen ésta, por cierto, acuñada por un poeta griego: Arquíloco), y si no, pues lo de la novela Ensayo sobre la lucidez de José Saramago.
Un fuerte abrazo.

Andriu dijo...

Ricardo: como profe de griego imagino que lo del "castillo" te habrá hecho mucha gracia... Es curioso cómo una mirada superficial al modelo político de Platón podría darnos la idea de un modelo en el que los gobernantes filósofos disfrutasen de unos privilegios de los que el resto de estamentos carecerían. Pues bien: nada más lejos de la propuesta de Platón. Nuestro autor establece un régimen de vida de austera sobriedad para los gobernantes filósofos. Cito un fragmento, en el que Adimanto le reprocha a Sócrates esta penuria a la que condenan a los "dueños del Estado":

"¿Qué responderás, Sócrates, si se te objeta que no haces a esos hombres muy dichosos, y esto por falta suya, pues son realmente dueños del Estado y, sin embargo, están privados de todas las ventajas de la sociedad, no poseyendo como los demás ni tierras, ni casas grandes, bellas y bien amuebladas; no pudiendo sacrificar a los dioses en una habitación doméstica, ni tener donde recibir huéspedes, ni poseer oro y plata, y en fin, nada de lo que en opinión de los hombres sirve para hacer una vida cómoda y agradable?".

Así pues, ni lujo ni "castillos". Platón defiende un ascetismo moral, según el cual los lujos y placeres del cuerpo dificultan la noble labor del alma o razón (el conocimiento). De ahí este régimen de privaciones y de austera sobriedad.

Pero no te preocupes, que con ese exagerado piropo que me dices no pienso tratarles cuando vengan como a reyes-filósofos ;)

Un abrazo.