sábado, 7 de noviembre de 2009

Valeria: ¿estás ahí?


Tengo serias razones para pensar, Valeria, que vos leés todo lo que llevo escribiendo en el blog de Andriu.

viernes, 6 de noviembre de 2009

SiN DiOs 2


De pequeño, tendría 12 o 13 años, exhibía un horrible tic en los ojos.

Consistía en voltearlos hacia arriba, hacia el cielo del párpado, como si quisiera mirar una mosca posada en mi frente.

Lo vuelvo a hacer ahora, veinte años más tarde, y casi puedo sentir el escalofrío de aquella adicción motriz.

Luego, en plena adolescencia, trasladé mi debilidad por los tics a otras partes del cuerpo y me pertreché de insólitos ritos de obligado cumplimiento:

Saltaba para tocar el dintel de una puerta.

Me aseguraba una y mil veces de haber cerrado una ventana o agarrado una llave.

Y sobre todo, me desplazaba por la calle y por mi casa tocándolo todo: farolas, alcantarillas, retrovisores, esquinas de muebles, jarrones... todo.

Lo tocaba todo con pies y manos.

Recorría el pasillo en dirección a la cocina y saltaba para tocar la maceta que entonces colgaba del techo.

Llegaba y saludaba a mis padres pero una mano se había quedado atrás, con el brazo estirado, pues había pasado de largo por delante de un mueble de madera dotado de una irresistible esquina.

-¿Qué haces? -me preguntaban, con gesto estupefacto.

Todavía me extraña que nunca me llevaran al psicólogo.

Eran otros tiempos.

Ahora vivo liberado de aquellos tics y manías.

Pero no de otros.

Lo de la pulsera no dejó de ser una forma de tic, una rémora de aquellos años.

Ahora mis tics son mentales.

Y poco a poco se ha ido gestando a la sombra, en lo más oscuro de mí, una religión personal hecha de tics mentales.


jueves, 5 de noviembre de 2009

EsTrEnAnDo PiSo


¡Están todos invitados!



Diseño: María (vecina)

TrEs PaLaBrAS

Leí que están enfadados conmigo, porque sigo escribiendo de vez en cuando, porque no escribo comentarios o por las dos cosas.

No conté en el último post que el sábado Valeria se despertó y me descubrió escribiendo en su computadfora. Era muy temprano, las seis más o menos. Me preguntó: "¿Qué haces?". Yo le dije que me había levantado solo, sin sueño, y que estaba rellenarndo un curriculum para una empresa de importaciones de productos argentinos de la que me había hablado. No sé si me creyó o no. Se regresó a dormir y luego por la mañana no me volvió a preguntar.

Pero no me puedo arriesgar a que me vea otra mañana tan temprano con su computadora. Desde que descubrió que la utilzaba para concertar citas con desconocidas por internet no me permite utilizarla si no está ella delante. Y claro, delante de ella no puedo ponerme a escribir en este blog. Así que perdonen que escriba tan rápido y sin estilo literario ni nada de eso y que no conteste a los comentarios, además, Andriu, no he entendido casi nada de esa discusión sobreel erotismo (tampoco terminé de leerla). Para mí el sexo no es un arte ni un capricho sino una pura necesidad. Y n o estoy orgulloso de ello pero así es.

Hoy en cambio quiero contar lo de los papelitos en los bolsillos.

Desde hace casi un mes me viene sucediendo, no todos los días pero muy a menudo: encuentro papelitos ensangrentados en los bolsillos de mi campera.

Ya había tenido alguna experiencia desconcertante, que me había hecho ponerme en guardia. Así, por ejemplo, una noche en una discoteca alguien debió de metereme una cápsula o chorro de veneno en la bebida porque cuando llegué a casa empece a vomitar y a retorcerme en el suelo. Empecé a aullar de dolor y Valeria llamó a la ambulancia. Me hicieron un lavado de estómago y me dijeronque habían encontrado restos de amatoxina, un poderoso veneno con efectos mortales.

Luego vinieron los papelitos. Salía de casa por las mañanas para buscsar laburo, me tomaba un café acá o allá, acompañaba a Valeria y a Galoha al parque, daba una vuelta, volvía a casa. Y en algún momento ocurría: metía la mano en el bolsilklo de la campera y encontraba allí un trozo de papel manchado de sangre.

Se lo conté a Alfredo y él me dejaba hablar pero me miraba con cara de no estarselo creyendo. Tampoco Valeria parecía muy convencida, pese a que siempre le enseñaba los papelitos. No sé si pensaba que yo mismo me lo inventaba, que yo mismo sacaba la sangre de alguna parte y trataba de llamar no más la atención con esa alocada invención. Comprobé que no era salsa ketchup, ni zumo de tomate. Era sangre, no sé si de ternera, de cerdo, de perro... o de persona.

Ayer volví a encontrar un nuevo papelito manchado de rojo y esta vez tenía escritas tres palabras:

"ES TU SANGRE"


miércoles, 4 de noviembre de 2009

SiN DiOs 1


¿Qué habrá sido de mi pulsera verde?

Se me rompió mientras hablaba: hizo de repente ploff.

La guardé en un bolsillo con cremallera, acelerado el pulso, y seguí hablando como si nada.

Pensé: foto en el blog de la pulsera y más "nada permanece" en vena.

Pero hoy me asomé al bolsillo con cremallera y la pulsera no está.

Se la compré a una argentina en un bar de Las Palmas, hace siete años, cuando daba yo clases allí.

(Vistas soberbias del padre Teide desde Las Canteras beach)

Me la puso y pensé: aquí te quedas hasta que tú lo quieras, amarrada a mi muñeca, no te pienso soltar.

Durante estos siete años varias personas se han interesado por la pulserita verde de hilo y cuentas azuladas de plástico:

-¿Qué significa?

-¿Quién te la regaló?

-Cuéntame su historia.

Pero la historia de mi pulsera es una no-historia. No me la regaló ninguna novia, ningún amor. No me la cedió solemnemente mi abuela como reliquia familiar: es una pulsera hippie. No simboliza nada. No significa nada. Es solamente una pulsera; eso es lo que fue.

Y sin embargo está la promesa.

Me prometí a mí mismo no quitármela nunca, que se desprendiera sola, por desgaste del tiempo, por hastío hacia mi piel omnipresente.

¡Cuántas experiencias juntos, compartidas, entre mi pulsera y yo, caben en estos últimos siete años!

Fuimos juntos a China, a Tyler y nos bañamos juntos mil veces en el mar indómito de Famara.

Durmimos en lechos ajenos y evitamos dormir en tantos otros.

Me viste emocionarme, aburrirme quizás, llorar acaso, emborracharme sin lugar a dudas, masturbarme soy humano, asistir dichosa al alumbramiento feliz de una idea tecleada en el portátil, acariciar a gatos, secarme el sudor de la frente, colocarte del derecho: siempre te dabas la vuelta, preguntarte quién eres tú, compañera.

¿Te cansaste, pues, de todo eso?


martes, 3 de noviembre de 2009

PaRa SiLviO


"Hay muchas formas de definir el erotismo, pero tal vez la principal sea llamarlo la desanimalización del amor físico, su conversión, a lo largo del tiempo y gracias al progreso de la libertad y la influencia de la cultura y las artes en la vida privada, de mera satisfacción de una pulsión instintiva en un quehacer creativo y compartido que prolonga y sublima el placer físico rodeándolo de rituales y refinamientos que llegan a convertirlo en obra de arte. Tal vez en ninguna otra actividad se haya ido estableciendo una frontera tan evidente entre lo animal y lo humano como en el dominio del sexo, diferencia que, en un principio, en la noche de los tiempos, no existía y confundía a ambos en un acoplamiento carnal sin misterio, sin gracia, sin sutileza y sin amor (...) Hacer el amor ya no es un arte. Es un deporte sin riesgo, como correr en la cinta del gimnasio o pedalear en la bicicleta estática"

(Mario Vargas Llosa: inicio y final del artículo periodístico "La desaparición del erotismo")


Foto: Chema Madoz

Es así...


El sábado me vestí de monstruo pero yo me siento así todos los días: monstruo.

Hicimos una fiesta de Halloween en casa. Nos disfrazamos todos. Galoha de bruja piruja. Valeria de personaje de Tim Burton. No conozco a Tim Burton pero eso me dijo y la verdad estaba terrorífica. El Zanahoria también vino, no me explico qué hacía allí. Tenía un hacha clavada en la cabeza y un río de sangre le corría por la cara hasta la barbilla. Yo iba normal, con mi campera de siempre pero con una careta de monstruo en la cara. Así lo de fuera reflejaba lo de dentro.

Había bocaditos, tortilla española, frutos secos, ananás y birras para los mayores. Había muchos nenes, amiguitos de Galoha, de la escuela. Y también sus mamás. Sobre todo sus mamás.

A la última novia del Zanahoria ya me la cogí así que me puse a mirar a las otras, con gran cuidado de Valeria Burton. Y quien busca encuentra.

Me refiero a la mami del nene diablo que tanto gritaba.

Me refiero al nene; la mami no gritaba pues cogimos a escondidas sobre la alfombrita del cuarto de Galoha.

Ya estuvo en casa varias veces esa mami. Y también la veo en el parque cuando llevamos a Galoha a jugar. Los niños juegan y las mamás hablan sentadas en un banco. Yo a veces las acompaño y me fumo un cigarrillo mientras pienso. Antes aprovechaba allí para escribir en la libreta negra las cosas importantes que me iban pasando y que me preocupaban. Ahora aprovecho para escribir en esa misma libreta las mentiras que lee Alfredo cada lunes y cada miércoles. A veces escribo y otras veces observo desde lejos. Algunas de esas minas con las que habla Valeria hacen que se me acelere la sangre. Por ejemplo, esta, la mami del nene diablo.

Se lo digo todo esto en la fiesta de Halloween, en la cocina, mientras saco unas birras. No se sorprende, no se asusta. Estoy seguro de que sabe. Estoy seguro de que Valeria le cuenta, de que en el parque, sentadas en el banco, hablan de mí, del monstruo, de mi problema.

Se lo digo también y le pregunto:

-¿Verdad que tenés curiosidad? ¿verdad que querés saber cómo es hacerlo con alguien que sólo piensa en hacerlo?

La mami aparta la mirada, como si yo llevara la máscara puesta, luego mira para atrás: fuera de la cocina todos juegan y beben y comen y no oyen nada de lo que hablamos pues la música infantil no lo deja. Y entonces me responde:

-Sí.

Y la droga empieza a fluir furiosa por cada una de mis venas.

-Vení, seguime.

Lo demás ya lo saben: la alfombra, el cuarto de Galoha. Mientras lo hacemos yo le susurro al oído muy bajito: "Es así, es así, es así. es así...".


lunes, 2 de noviembre de 2009

sábado, 31 de octubre de 2009

GoZoSa ObLiGaCiÓn


El objetivo es hacerse experto en golosinas, dulces y chuches.

Hay que probarlo todo: chocolates, caramelos, tartas, trufas, helados.

Hay que aprender a distinguirlas y a clasificarlas.

Hay que comer muchas: practicar.

Cada martes y cada jueves de 19:30 a 22:30 nos reunimos, debatimos y sacamos conclusiones en torno a la caja de bombones que hemos tenido que zamparnos durante la última semana.

Allí nos juntamos sibaritas, golosos y diabéticos de primer orden:

Enamorados de lo dulce.

Paseo por las calles de Madrid con el ánimo azucaradamente feliz.

Y cada noche antes de dormirme me atiborro a nectar de ambrosía.

Y esto, en suma, es más o menos lo que puedo contar acerca del máster de escritura que he comenzado.


Aquí me siento más libre


Lo reconozco: me encanta exhibirme aquí, en el blog de Andriu, sin que nadie me conozca y sin tener que rendirle cuentas a nadie.

Hoy volví a madrugar. Creo que esta va a ser la única forma de utilizar la computadora de Valeria: aprovechar estas horas en las que ella está en el séptimo sueño. Además, me encanta el silencio del patio de vecinos a esta hora y el trozo de noche que se ve desde nuestra ventana, recortado en miniatura, pues vivimos en un primer piso.

Pero sobre todo está eso de no rendir cuentas. Alfredo se lo calla todo, no me critica, no me hace ningún reproche. Pero yo intuyo que disimula bien lo que piensa: que soy un monstruo, un perturbado, un paranoico. No juzga mis escarceos sexuales ni pone caras extrañas cuando le hablo de los papelitos en el bolsillo.

Y qué decir de Valeria. Ella juzga y critica y reprocha, con la mirada, con los silencios, con el llanto y a veces también con la palabra, algunas veces. A ella no puedo seguir contándole todas mis monstruosidades, ya no. Dejé de hacerlo y creo que así sufrimos menos lo dos.

O bueno, no sé, algunas veces cr