miércoles, 14 de marzo de 2007

TiEmPo sUbJeTiVo 1

Esta tarde escuché una noticia insólita. El gobierno de Perú ha emprendido una guerra, una cruzada, una campaña contra la impuntualidad: un mal endémico al parecer de la sociedad y de las instituciones peruanas, así como de la mayor parte de países latinoamericanos.

El presidente Alan García hizo repicar ayer al mediodía las campanas de la plaza mayor de Lima, en un acto en el que se sincronizaron los relojes y se puso en marcha la campaña bautizada "La hora sin demora".

En la ceremonia se exhibió un ataúd con el rótulo "muerte a la hora Cabana", en alusión a la localidad donde nació el ex presidente Alejandro Toledo, considerado un tardón empedernido. Mientras por estas latitudes se discute en torno a la recuperación de la memoria histórica los políticos peruanos se reprochan no llegar nunca en hora.

La impuntualidad, la tardanza, la demora: un mal, un vicio, un lastre del que no se salvan otros países del continente. Así, entre los colombianos circula el refrán: "después de la gente, lo que más se pierde en el país es el tiempo". En Perú se lo han tomado en serio. En palabras de Max Hernández, secretario general del acuerdo nacional entre partidos y empresarios y gestor de la campaña: "Queremos acabar con una costumbre muy arraigada, el tardón es como si se creyera que es dueño del tiempo, queremos que la gente tome conciencia de que el tiempo es un recurso no renovable".

Cambio de escenario: Ryszard Kapuscinsky, en su libro "Ébano" del que se ha extraido el texto que compone el post anterior, describe lo que él considera las diferentes concepciones del tiempo de europeos y africanos. No puedo evitar volverlo a citar:

"El europeo y el africano tienen un sentido del tiempo completamente diferente; lo perciben de maneras dispares y sus actitudes también son distintas. Los europeos están convencidos de que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, en cierto modo exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y lineales. Según Newton, el tiempo es absoluto: "Absoluto, real y matemático, el tiempo transcurre por sí mismo y, gracias a su naturaleza, transcurre uniforme; y no en función de alguna cosa exterior". El europeo se siente como su siervo, depende de él, es su súbdito. Para existir y funcionar, tiene que observar todas sus férreas e inexorables leyes, sus encorsetados principios y reglas. Tiene que respetar plazos, fechas, días y horas. Se mueve dentro de los engranajes del tiempo; no puede existir fuera de ellos. Y ellos le imponen su rigor, sus normas y exigencias. Entre el hombre y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila.

"Los hombres del lugar, los africanos, perciben el tiempo de manera bien diferente. Para ellos, el tiempo es una categoría mucho más holgada, abierta, elástica y subjetiva. Es el hombre el que influye sobre la horma del tiempo, sobre su ritmo y su transcurso (...) El tiempo aparece como consecuencia de nuestros actos y desaparece si lo ignoramos o dejamos de importunarlo. Es una materia que bajo nuestra influencia siempre puede resucitar, pero que se sumirá en estado de hibernación, e incluso en la nada, si no le prestamos nuestra energía (...) Traducido a la práctica, eso significa que si vamos a una aldea donde por la tarde debía celebrarse una reunión y allí no hay nadie, no tiene sentido la pregunta:
"¿Cuándo se celebrará la reunión?". La respuesta se conoce de antemano: "Cuando acuda la gente".

La anécdota peruana y este fragmento de "Ébano" demuestran dos cosas.

En primer lugar, que con la campaña "La hora sin demora" el presidente Alan García da un paso adelante en la "europeización" de la concepción del tiempo de los peruanos. En la voluntad de someter a los "tardones" al esquematismo y el rigor de los horarios, en su intento de rentabilizar ese "recurso no renovable"se percibe el zarpazo homogeneizante de la globalizacón, que asimila modas, ritos, creencias y -ahora- formas de entender y vivir el tiempo, bajo el dictado de la lógica del beneficio económico. Al parecer, el ex presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez ya había emprendido una campaña similar a la de Alan García "porque ese mal -leo en prensa- causaba pérdidas de 2.300 millones de dólares anuales a su país". Sólo el dinero puede explicar el hecho de que un gobierno se afane en travestir parte de la idiosincracia de un país.

Lo segundo que cabe colegir de lo anterior, la segunda reflexión a la que invitan las palabras de Kapuscinski y la nota periodística, tienen que ver con la idea de la subjetividad del tiempo.

Pero este post está creciendo demasiado. Ha llegado la hora de añadir un número al encabezado del post y cerrarlo de modo abrupto e inconcluso con un:

Continuará...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

sgngrnmanr

Anónimo dijo...

Por fin recuerdo la contraseña (yuhuuuu !!!)
Me gustó la observación, el análisis o como se le quiera llamar. Pienso que puede tratarse de un tema de latitudes, porque en canarias estamos, creo, más próximos al concepto africano del tiempo que del europeo. O al menos, los más cercanos...

Fdo: El Cizaña

Andriu dijo...

Sí, de latitudes y de idiosincracias... Estoy pensando en ciertos elementos, como el rubito, que son del club de Alejandro Toledo.

Cuando uno lleva media hora esperándolos y no aparecen, nuestros dientes se entrechocan y dejan salir un sonido como éste:

sgngrnmanr!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Si, Alberto también es de esos. Por si fuera poco está entrenándose en México....

Aureliano Buendía Malanoche dijo...

A este respecto me viene muy bien la historia del Senegalés y el Sueco que vivían en Bajamar.
No es lo mismo media hora para un Senegalés que para un Sueco. Cuando el Senegalés te dice: estoy en 5 minutos, pues ponte a hacer otra cosa.
Pero no creo que mejorar la puntualidad sea acabar con la identidad de un pueblo. La idiosincrasia de un pueblo también incluye las influencias externas. Que el soborno sea normal en Mejico no significa que sea algo que se deba conservar por su valor cultural. ¿No crees? ¿Te parece que la laxitud en horarios es algo que ciertos pueblos deben conservar?

Andriu dijo...

Buendía, Aureliano.

La verdad es que no he sido del todo consciente de mi alineamiento con el modelo africano frente al europeo hasta leer tu comentario y releer mi post.

Con muy pocos años colgué de la pared de mi cuarto una especie de timetable infantil, con las horas para el estudio, los dibujos animados, el bocata de nocilla, la bici, "vaso de leche, pis y a la cama". Qué precisión había alli. Qué orden. Imagino que mis padres se relamerían del gusto al ver ese garante de buena conducta colgado sobre la cabecera de la cama.

Sigo siendo heredero de aquella traición precoz a mi infancia. Asi que (como tú) me identifico más con el sueco que con el senegalés.

Coincido contigo en que la impuntualidad no es ningún bien cultural cuya valor lo justifique la mera tradición. (Aunque tampoco lo considero un mal comparable a la "mordida" mexicana).

Sin embargo, sí creo que podemos encontrar otras razones de hecho para apreciar y tratar de contagiarnos un poco de la parsimonia y lentitud senegalesa.

Y me voy a tu terreno: ¿no es precisamente el estrés uno de los principales desencadenantes de enfermedades en nuestra sociedad capitalista hiperpuntual e hiper concienciada del valor del tiempo?

Manolo Vieira lo narra de modo excepcional, al contrastar el nervio y la prisa cuasienfarlopada del peninsular frente al amodorrado aplatanamiento del canario. Seguro que lo recuerdas. El godo le dice a su hijito Borja: "¡Estaross quietoss, hosstiass!". El canario resuella cansinamente: "Ehtense quietoh...".

PD: Qué va. Intentar revivir a Monolo Vieira en formato escrito ha sido una teneridad por mi parte...