Suena Lhasa de Sela. Suena su lamento mexicano y henchido de orgullo. Son las 9:00 am. Eso marca mi móvil y confirma la luz de domigo que se cuela por la cristalera, por el balcón abierto de par en par.
Sobre el mantel, vasos a medias: de ron cola, de cerveza tibia, incluso aún del vino de las primeras horas de la noche.
Un sillón cama en el que duermen dos, el gallego y la vasca. Una cama con angelito, el otro. Todos duermen, a pesar de la luz, a pesar de la música, a pesar de las drogas.
Y yo velo. No hay sueño que me derrumbe aún, que me lleve a la cama, a despedir la luz que entra a raudales.
Sólo siento sed, pero no hay agua. Tomo otra cerveza más.
Suena Lhasa, suena su voz cadenciosa y cómplice, única compañía mientras duermen todos, Ramón, Pampín, Angelito.
Marca ya mi mi móvil las 9:15. No sé qué marcará blogger.
Me entretuve mirándolos. Duermen, pese a la luz y la música. Quizás porque ésta es sólo una noche de marcha más, como otra cualquiera.
Para mí no. Soplé las velas: un tres y un cero.
Un tres y un cero tras los cuales hay muchas noches y muchas amanecidas como éstas, ebrias y acaso no tan metafísicas, no tan melancólicas.
Treinta. Pero si hago un balance no acabo.
Ahora sólo cuenta esta luz de domingo que no cesa ni ceja. Luz que me impide abandonarme al sueño, que no llega. Luz que bosqueja y configura lo que he de aguardar tras el tres y el cero. Luz que me exige lealtad y me mantiene en vilo, en vela.
Sobre el mantel, vasos a medias: de ron cola, de cerveza tibia, incluso aún del vino de las primeras horas de la noche.
Un sillón cama en el que duermen dos, el gallego y la vasca. Una cama con angelito, el otro. Todos duermen, a pesar de la luz, a pesar de la música, a pesar de las drogas.
Y yo velo. No hay sueño que me derrumbe aún, que me lleve a la cama, a despedir la luz que entra a raudales.
Sólo siento sed, pero no hay agua. Tomo otra cerveza más.
Suena Lhasa, suena su voz cadenciosa y cómplice, única compañía mientras duermen todos, Ramón, Pampín, Angelito.
Marca ya mi mi móvil las 9:15. No sé qué marcará blogger.
Me entretuve mirándolos. Duermen, pese a la luz y la música. Quizás porque ésta es sólo una noche de marcha más, como otra cualquiera.
Para mí no. Soplé las velas: un tres y un cero.
Un tres y un cero tras los cuales hay muchas noches y muchas amanecidas como éstas, ebrias y acaso no tan metafísicas, no tan melancólicas.
Treinta. Pero si hago un balance no acabo.
Ahora sólo cuenta esta luz de domingo que no cesa ni ceja. Luz que me impide abandonarme al sueño, que no llega. Luz que bosqueja y configura lo que he de aguardar tras el tres y el cero. Luz que me exige lealtad y me mantiene en vilo, en vela.
2 comentarios:
me hubiera gustado estar a tu lado cuando los vasos ya evaporaban los restos de su contenido vertido horas atras, cuando las miradas estaban más cerca de la risa boba que acompaña a todo amanecer etílico que de otra cosa, cuando el cansancio funde los cuerpos de los amigos otorgándole las condecoraciones de otra guerra más ganada, de otra serie de andanzas cosechadas, de coñas disparadas a diestro y siniestro, sin contemplaciones, de paisitos invadidos al asalto cuando ya el ron es el único mando que impone ordenes...y nosotros sargentos y capitanes acostumbrados al toque de queda y a la marcial law.....pero no estuve...aunque en realidad siempre estoy...ahora que hay un 3 seguido de un 0...antes que hubo un 1 seguido de un 5.....y cuando haya un 5 seguido de un 9......estoy porque allí donde tú estes estamos nosotros, porque tu ser lo configuran tus vivencias y tus deseos de vivir y en ambos estamos nosotros y en los nuestros estás tú. Eres otro más de los ya del otro lado....y me pregunto qué cambia....poco y mucho, según esté tu ánimo. Seguramente con el resacón vendrían presagios oscuros aunque conociendo tu modus racionalis mentalis...revitalizarás cualquier augurio.....terminando por desear nuevas batallas..en otros campos quizás, con otras armas, con otros motivos bélicos...los mismos combatientes. Besos amigo, hermano...besos que nuca dejo de darte. Salud señores
Gracias santi, oh capitán mi capitán, peter sin más.
La resaca fue dura, pero en peores batallas hemos estado y siempre -para animarme, para reírme un rato mientras el tiempo y el agua hacen que mi organismo recupere de nuevo el equilibrio y la salud- me repito la sentencia irónica del cizaña:
"Ojalá pudiéramos tener resaca sin necesidad de emborracharnos".
Qué cabrón, seguro que hasta compró "El jueves" de la semana pasada...
Publicar un comentario