Sus habitantes la llaman afectuosamente "el Monstruo".
Ni siquiera desde las alturas consigue uno abarcarla; cuanto menos dominarla.
Inaprehensible, se pierde en sus cuatro horizontes, como una ciudad que hubiera rebasado los parámetros de lo humano.
Uno la mira desde arriba, da la vuelta a la torre que hace de rosa de los vientos, pero es inútil: la ciudad no termina, los montes que la circundan y contienen se le antojan a uno una ficción, o una verdad teórica sin validez práctica alguna.
Como el marinero que otea en vano el horizonte de olas sin atisbo alguno de tierra a la vista, quien contemple desde arriba la ciudad se sentirá perdido en ese océano de cemento y ruido, en ese horizonte sin topes, que se pierde y difumina -pero nunca termina- en cualquier dirección.
Ni siquiera desde las alturas consigue uno abarcarla; cuanto menos dominarla.
Inaprehensible, se pierde en sus cuatro horizontes, como una ciudad que hubiera rebasado los parámetros de lo humano.
Uno la mira desde arriba, da la vuelta a la torre que hace de rosa de los vientos, pero es inútil: la ciudad no termina, los montes que la circundan y contienen se le antojan a uno una ficción, o una verdad teórica sin validez práctica alguna.
Como el marinero que otea en vano el horizonte de olas sin atisbo alguno de tierra a la vista, quien contemple desde arriba la ciudad se sentirá perdido en ese océano de cemento y ruido, en ese horizonte sin topes, que se pierde y difumina -pero nunca termina- en cualquier dirección.
Hacia los cuatro horizontes, pero también hacia el subsuelo, se prolonga sin solución de continuidad esta ciudad.
Ya los aztecas que llegaron desde el noroeste y la fundaron en 1325 la consideraron el centro del universo, en donde -por medio del Templo Mayor, dedicado a Huitzilopochtli, su deidad tutelar- el espacio sagrado y el profano estarían conectados.
Si para ellos la ciudad era el escenario en el que lo enterrado bajo tierra entraba en comunicación con lo divino, para quien mira desde lo alto, desde la nube de smog, el vértigo de lo inconmensurable procede tanto del tiempo como del espacio.
Bajo el manto superficial de "el Monstruo" se superponen capas o estratos de historia: rocas, templos, azulejos, calzadas, palacios, tumbas, muertos y más muertos, miles, millones, miles de millones de almas muertas o de vidas sepultadas por ese -ahora sí- insaciable, voraz, irremediable monstruo: Tiempo.
Ya los aztecas que llegaron desde el noroeste y la fundaron en 1325 la consideraron el centro del universo, en donde -por medio del Templo Mayor, dedicado a Huitzilopochtli, su deidad tutelar- el espacio sagrado y el profano estarían conectados.
Si para ellos la ciudad era el escenario en el que lo enterrado bajo tierra entraba en comunicación con lo divino, para quien mira desde lo alto, desde la nube de smog, el vértigo de lo inconmensurable procede tanto del tiempo como del espacio.
Bajo el manto superficial de "el Monstruo" se superponen capas o estratos de historia: rocas, templos, azulejos, calzadas, palacios, tumbas, muertos y más muertos, miles, millones, miles de millones de almas muertas o de vidas sepultadas por ese -ahora sí- insaciable, voraz, irremediable monstruo: Tiempo.
Y porque hay muertos, hasta perder la cuenta, es ésta una ciudad que rezuma vida por doquier: pasión, engaño, risa, movimiento, cambio, sufrimiento, fe, ilusiones, sexo, muerte, vida.
Ciudad desgarradora -desmitificadora y veraz- para el individuo, enfrentado a su contingencia, a su vulnerabilidad y a su nimia insignificancia.
Ciudad con varios universos en ella, de los que nadie ha vislumbrado sino la parcela del planeta del sistema solar de la galaxia del universo que por suerte o por desgracia le eligió...
Ciudad para perderse y encontrarse y -pese a todo- seguir perplejo.
Ciudad desgarradora -desmitificadora y veraz- para el individuo, enfrentado a su contingencia, a su vulnerabilidad y a su nimia insignificancia.
Ciudad con varios universos en ella, de los que nadie ha vislumbrado sino la parcela del planeta del sistema solar de la galaxia del universo que por suerte o por desgracia le eligió...
Ciudad para perderse y encontrarse y -pese a todo- seguir perplejo.
4 comentarios:
He sentido algo de angustia, no sé si la ciudad la transmite en su visita. Además la llaman el Monstruo, aunque de forma amistosa, pero... no sé....
Si hasta ahora no me había planteado ir a Méjico, ahora,... tampoco. Pero no obstante, ustedes sigan disfrutando con esa visita esos mariachis, el tequila, el chili y por encima de todo, la amistad tan especial que comparten los amigos que se han juntado en esa ciudad.
Un beso a todos.
Castora
Desde hace mucho tiempo sé por tus comentarios y los de tus amigos/a que os ibais a reunir en Mexico. ¡Qué envida me estáis dando! Pasadlo estupendamente.
Un abrazo a todos/a. Montse
Andriu ¿te apetece una limonada?, tengo el gusto de darte el premio limonada, espero que lo recibas con el mismo gusto que yo te lo doy. Un abrazo, Montse
Espero que te hayas "desangustiado", Castora: no hubo que pagar rescates ni nada parecido.
Montse, muchas gracias por la limonada pero... te contesto en tu blog.
Un abrazo.
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