lunes, 6 de abril de 2009

MeXiCo CiTy


Ricardo lo ha adivinado, a la primera y con exactitud de filólogo.



Debí imaginar que a este amigo y profesor de griego no se le escaparía nada que tuviera que ver con la mitología grecolatina.



En efecto, fue en la ciudad de México, y no en Madrid, donde saqué estas fotos de la Cibeles II, cuya existencia desconocía.

Casi pude oír de fondo los acordeones de la Plaza Mayor, oler los churros y porras de un cafetín castizo, sentir el bramir de aquella otra ciudad.



Al tercer o cuarto día, no recuerdo, pillamos un bono para recorrer la ciudad en una de estas guaguas turísticas.



Fue una buena idea: la ciudad de México no es lugar para recorrer a pie. No al menos en una semana: son tantos los barrios, las plazas, las zonas y edificios de interés cultural, que resulta inabarcable si uno no está motorizado.

Por otra parte, el tráfico es demencial y esta guagua -me pareció a mí- sólo transitaba por las arterias y avenidas de la ciudad más descongestionadas.



Finalmente (para terminar de autojustificar esta guirufada) el día estaba estupendo para recorrer las calles del Monstruo en un segundo piso descapotable.



El tour guagüístico nos enseñó una faz de la ciudad que no pudimos apreciar durante los primeros días en Coyoacán:

Grandes avenidas y ramblas.



Modernas torres de diseño.



Un urbanismo de geométrico trazado, típico de la zona financiera de las grandes urbes.



Arte en la calle; muchas esculturas que -a diferencia de en USA- no necesariamente homenajeaban a los caídos en tal o cual guerra.



Yaiza y Sergio iban pasando de todo.

Se trajeron de España el i-pod con toda la discografía de Andy y Lucas y apenas socializaron.



Justo enfrente, a la izquierda del HSBC, el ángel de la independencia.



Al fondo, detrás del tío bueno ese, podemos ver -queridos pasajeros- el Zócalo o plaza de la Constitución, que se extiende a los pies de la fachada de la Catedral.



No lejos del Zócalo están las ruinas del Templo Mayor, antiguo lugar de culto del pueblo azteca, ubicado en el centro de la antigua ciudad de México-Tenochtitlan.



Dicho centro era también el ombligo del universo.

¿Qué sociedad o cultura de este hiperpoblado y viejo planeta no fue (o sigue siendo aún) pretencioso y ombliguista?



Junto a las ruinas, que me decepcionaron mucho, el museo del Templo Mayor, en donde gracias a la reconstrucción, elaboración y explicación de los residuos materiales de tiempo sepultado, aquellas piedras anodinas y mudas se llenaron de sentido y grandeza.



Aunque bastante más pequeño y modesto que el impresionante Museo de Antropología -al que sin embargo no dedicamos más de una hora y media- hicimos un barrido en profundidad, de unas tres horas, del museo del Templo Mayor.



México-Tenochticlan en primer plano, arrasada por los españoles y por el tiempo.

Al fondo, la Catedral desde atrás, símbolo de la invasión de otras gentes y otros dioses.



Quedó algo, sí, supongo, de aquellos indios, grabado en helicoidal ADN, conservado cual preciosa herencia en soporte biológico.

México es un crisol de razas, sí, pero sin esfuerzo se distingue en las facciones de algunos de sus habitantes ese legado de los últimos aztecas.

Por una vez ganó la carne y la sangre a la piedra y el metal, gracias a la subsunción de los individuos en ese escuálido consuelo que es la identidad colectiva.



En la otra orilla del Zócalo se encuentra el Palacio Nacional, sede del gobierno federal.



Si no viniera de Texas me hubiera sorprendido tanto patriotismo y tanta bandera.

¿Seremos en España los únicos tímidos y acomplejados?




Un, dos, papa y arroz, un dos, papa y arroz...

O al menos eso es lo que decían los militares de mi infancia cuando desfilaban.



Vale, no tiene el encanto de la catedral de La Laguna...

No está el quiosco de la gordi, ni el Gorys, ni el bocapapa, ni Sastrón, ni todos esos locos maravillosos que parece haber barrido Ana Oramas (o su sucesor) por arte de birlibirloque.

Pero mola.

Mazo.



De cerca impresiona todavía más, con toda esa filigrana en piedra.

Ésta es el Sagrario, anexa a la Catedral; de estilo plateresco.

Para más detalles les remito a Ricardo, experto en estas lides, creo.



Por dentro, las iglesias tenían mucha más vidilla que en España.

No es que fuera Tyler, pero bueno, había movimiento.



Y hablando de movimiento, Sergio e Isidro se entretuvieron con este péndulo gigante, que señalaba las sucesivas palpitaciones del edificio a lo largo de los años.

Los terremotos y el subsuelo blando y fangoso de la ciudad hacían -y hacen- de la Catedral un edificio inquietantemente móvil.

Uno ingeniero, otro aparejador: lógico que se entretuvieran un rato hablando de pernales, paralajes, poleas, plomos, archivoltas y otros palabrejos que yo, que no tengo ni puñetera idea de nada de esto, me estoy inventando sobre la marcha.



Las chicas, mientras, se entretuvieron con literatura pía.

Vicky repasaba los pasajes más emotivos de la parábola de San Nicolás de Tolentino.



Yaiza en cambio, empezó por el Génesis, pero como no tenía ocho marcadores de colores diferentes para subrayar se acabó cansando a la tercera página.



Yo me puse a platicar con este buen hombre, que se empeñó en contarme el final de The Reader, pero en voz bajita, para que nadie nos oyera.



Barroco-rococó-chanel nº5, por lo menos.

Joder, trabajo de chinos.



Y a este individuo, que se casó por la Iglesia, el cura de la Aldea va a anularle el matrimonio, por listillo y por tomarse a guasa todo lo sacro.

Yo al menos, que no estoy bautizado, estoy ya echado a perder.

Pero, tú, Isi, hombre de dios...



Y luego está Coayacán, nuestro barrio, por el que paseamos con Alberto y Bea, disfrutando de sus plazas, de su mercado, de sus gentes y su tranquila algarabía de barrio.



La Delegación de Coyoacán, donde viven Bea y Alberto, es una zona con historia, residencial y al tiempo animada, con museos, librerías, parques y excelentes sitios para comer.



Alberto, Jefe de los Museos de Arte de toda el Área Metropolitana, accedió a oficiar de guía en esta ocasión.



Viejas casonas.



Parques con encanto.



Una clase de baile en la mañana del domingo.

(Igualito que en Tyler)



-Déjeme un poquito de nopal, señora, para ver a qué sabe.

-Vale, pero ten cuidado no se te vaya a caer el zumito antigripal que llevas ahí.

Mmmmm...



Una charla agradable, unas risas, un alto en el camino.



Una misa católica.

(Hartito de baptismo que estaba ya)



Un "bolero" callejero; típica escena del México contemporáneo y de la España de hace un par de décadas.



Un anuncio electoral: en unas semanas se celebraban elecciones de ámbito local.



Arte callejero.



Se trataba de un homenaje a los Volswagen de antes.

(AVISO INTERNO: Esta foto tiene copyright, así que se prohibe su difusión, copia o utilización con miras a la próxima edición del Amigo Invisible)



Ese escarabajo amarillo perteneció hace muchos años a mi amigo Santi. Marcó una época dorada de nuestra juventud; época de pelos largos, Jhonny Walker y apoteosis lagunero pre-diáspora.



Ciudad de México, con sus colosos.



Con sus edificios emblemáticos, tal que el Palacio de Bellas Artes.



Más hermoso, si cabe, desde las alturas.



Ciudad de México, más variada, más rica, más impredecible de lo que hube imaginado.



Tu despedida es esta mancha amarilla y difusa en mi memoria, como de enjambre somnoliento y zumbón; desde el avión.

Ahí te quedas, testigo burlona de esos millones de destinos encontrados que te habitan.

Apenas te conocí, más te tomé aprecio, creo.

Vuelvo a mi pequeña Tyler, tan conocida, tan previsible y, sin embargo, todavía, tan extraña y lejana.

10 comentarios:

Montse dijo...

¿Dónde está el tío bueno detrás del cual dices que está el Zócalo o Plaza de la Constitución? Es que he agrandado la foto pero se sigue sin ver bien, jajajaja.

Saludos, Montse

Yaiza dijo...

Qué lindo resumen!!!! Me gustaron los colosos y el antigripal. Sales demasiado guapo en las fotos...sin embargo yo...Es que no tienes fotoshop para hacerme un arreglito, "mijo"?

Cómo me conoces. Junto al teclado desde el que escribo mis apuntes de las opos perfectamente subrayados con colorines. Soy una animala de costumbre.

Besos

Carse dijo...

Andrés a mí me mata esta parte :"Al fondo, detrás del tío bueno ese, podemos ver..."

En serio, casi me muero de risa.

P.D: Eso no quiere decir que no estés bueno, a mí no me atraes, pero según mozas de mi clase sí lo estabas, bueno que me lío arreglando esto y quedo peor, jajaja.

Anónimo dijo...

Qué crónica más buena del viaje! Da gusto ver los pequeños mundos que hay dentro de esa gran ciudad.

El que te chivó el desenlace de "The reader", ¿no te habrá contado la versión con los dos rombos?

Abrazos,

Pafri.

Dracón el filósofo dijo...

Vuelvo a comentar, después de grande tiempo sin hacerlo..

Eso de "tío bueno", no, lo siento, los hombres no me atraen. Aunque según género femenino años ha, tu estabas de muy buen ver..

Podríamos definir México D.F. como el "Madrid de América". Sólo faltan que haya también vikingos e indios (Viva mi Atleti)

¡¡¡Y que viva México, güey!!!

Santi dijo...

Proximamente:
TRIBU CANIBAL.....

Andriu dijo...

Perdonen que no conteste. Estoy sufriendo intensamente una minietapa de dudas existenciales en torno al dilema quedarme un año más o no: el 23 es la fecha límite para decidirme. Puede ser que esté un poco ausente del blog hasta entonces.

Un abrazo.

Montse dijo...

Y sigue con su duda!!! Yo no sé si seré muy cómoda (que seguro que sí) o tú un poco masoca (que parece que también) pero si dices que te pagan mal, trabajas un montón y la zona es poco atractiva, ¿qué es lo que tienes que pensar?

Bueno, piensa, piensa, ya nos contarás.

Por cierto, ¿has hablado algo de mi posible intercambio a Lanzarote sea de lo que sea?

Un abrazo, Montse

Andriu dijo...

Montse, he hablado pero no he tenido respuesta. Te digo cuando (se) sepa algo...

Gracias, Chelucana, pero no exageres, que no me gusta que la gente se incline, y menos ante mí.

Un abrazo.

Ricardo dijo...

Hermoso paseo por la ciudad. Muchas gracias por la referencia a mi casita virtual. Un abrazo.