martes, 25 de diciembre de 2007

BaTuCaDa FiNaL


Suena ya de fondo el primer tacatum-ba-tum-ba-tum, todavía tímido y sordo.

Los alumnos han sido conducidos al patio, pastoreados por sus profesores.

El ánimo festivo inunda a todos.

Incluso la calva de Blas Cabrera luce el naranja chillón de un balón de baloncesto que alguien se ha ganado en un torneo deportivo.

Luce el sol, tras el regalo de un día de lluvias en casa: miércoles de dicha.

Tacatum-ba-tum-ba-tum



Ha salido de ellos: la batucada.

La vicedirectora ha organizado diversas actividades lúdicas para este jueves previo a la entrega de notas.

Yo me las he perdido todas, pese a que la jefatura de estudios está justo enfrente del Salón de Actos.

Y es que todas las evaluaciones del martes y del miércoles (suspendidas por la alerta meteorológica) han debido realizarse en un mismo día, en una jornada maratoniana en la que he llegado a las 8:00 al instituto y lo he abandonado -junto a la conserje de tarde y los otros dos jefes de estudios- a las 22:30.

Catorce horas y medias evaluando, corrigiendo notas, imprimiendo panorámicas de notas y boletines de calificaciones...

No me he enterado, pues, de nada; salvo de esta batucada que ha interrumpido con su estrepitoso tronar -tacatum-ba-tum-ba-tum- el infatigable trabajo.

He parado con gusto, me he asomado a la ventana, me he quitado las gafas de profe, me he calzado las de sol y me he puesto a hacer fotos de esta batucada final, de esta despedida escolar del año, de esta traca de entusiasmo adolescente por la inminentísima llegada de las vacaciones.



Y ha sonado estupendamente bien.

Batucada, batuca-tum-ba-tu-ba-tum...

"Profe, ¿podemos hacer una batucada el jueves?"
-recuerdo ahora que me preguntaron.

"Pues supongo que sí, pero pregúntenle a la vicedirectora para que lo organice" -les dije.

No creo que haya hecho falta.

La batucada desfiló ordenadamente ante la mirada admirada y respetuosa de sus compañeros.

Reconocí entre los músicos a algún frecuentador de jefatura.

Reconocí a presuntos alumnos disruptivos, a algún llamado objetor escolar, a algún alumno mueble...

"Qué orden, qué disciplina casi marcial, qué sincronización"- pensé.

No vi desde mi ventana a ningún profesor. Me asomé mejor, me alongué, para ver si había alguno bajo los soportales del edificio. Sí, allí estaba la vicedirectora, el antiguo director y una profe voluntariosa y entusiasta del departamento de Imagen Personal.

¿Y el resto?
-me pregunté. Puede que alguno más habría, alguno más de noventa y seis. Probablemente al no haberse dado instrucciones (o más crudamente: órdenes) al profesorado para que estuvieran allí, la mayoría habría dado el asunto -el trimestre- por zanjado, al menos en lo que al pastoreo de alumnos se refiere.



Pero a estos alumnos no le hacen falta pastores ni coreógrafos.

Ni nadie que les dé órdenes o instrucciones para estar aquí.

Tacatum-ba-tum-ba-tum-tum-tum

Tamborilean y bailan libremente.

Celebran el final de los madrugones, de las primeras clases enlegañados, de las extenuantes jornadas de seis horas, de las últimas semanas preñadas de exámenes.

Celebran poder descansar de nosotros.

Olvidar durante quince días a los profes aburridos, a los arbitrarios, a los secos, a los autoritarios, a los desorganizados, a los narcisistas...

Quizás les cuesta a veces expresarse.

Quizás su lenguaje y el nuestro no terminan de solaparse.

Quizás les resulta una ardua tarea articular en palabras el fuego de sus convicciones y contradicciones.

Por eso hoy han montado ellos solitos esta batuca-tam-tam-ba-tum...

Porque en el repicar del tambor suena su réplica encriptada.

Tacatum-ba-tum-ba-tum

Suena su ditirambo adolescente

Tacatum-ba-tum-ba-tum

Suena su rebelión civilizada

Tacatum-ba-tum-ba-tum

Suena su dicha contenida

Tacatum-ba-tum-ba-tum

Suena su crítica acertada

Tacatum-ba-tum-ba-tum

Suenan sus ganas de vivir

Tacatum-ba-tum-ba-tum

Suena el ba-tum de sus razones.



Ya se van, rumbo a sus vacaciones.

Abiertas las puertas del Centro, circulan pausadamente, escoltando aún a la batucada, de forma civilizada y tranquila.

Yo también estoy contento.

También quiero descansar de ellos por un tiempo.

Pero, eso sí, hoy he podido escucharles y entenderles.

Cuando me vuelva a creer que hay poco que esperar de los alumnos de hoy en día, o cuando al verme nade en un estanque de autocomplacencia, trataré de rescatar ese sonido, de ponerme en la piel de ellos, mediante el recuerdo del fragor de otra piel: la del tambor atronador de esta batucada y su infatigable tacatum-ba-tum-ba-tum, tacatum-ba-tum-ba-tum, tacatum-ba...



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo, que me ha conmovido, como siempre, identificado con un buen número de cosas que expresas. Nos merecemos un descansito. Que tengas una buena entrada y salida de año, amigo. Un abrazo. Ricardo

Andriu dijo...

Muchas gracias, Ricardo.

Disfruta de los aires sevillanos durante estos días.

Un abrazo.