domingo, 30 de marzo de 2008

Un CoMiEnZo




"Practice, practice, and all is coming"

(Sri K. Pattabhi Jois)



Comencé a practicar hace poco menos de un año. Había oído hablar muy bien de Camino e incluso alguna vez me la había tropezado, le había pedido los horarios de las clases y le había dicho algo así como: "la semana que viene voy y pruebo".

Como siempre, no disponía de mucho tiempo, liado por las tardes con cosas del instituto, las clases de alemán y quién sabe qué más ocupaciones. Tenía una idea muy superficial del yoga: una serie de posturas y ejercicios de relajación y tonificación corporal, unidos a una amalgama variopinta y difusa de creencias orientales más o menos esotéricas. Había estado yendo hacía varios años a unas clases de yoga en La Laguna durante uno o dos meses y esa era la idea prêt-à-porter que tenía del asunto.

Tenía poco tiempo y probablemente pensaba que debía invertir mi segmento de tiempo dedicado al deporte a una actividad más explosiva: correr, nadar, tenis, bicicleta. Quizás por eso tardé tanto en cumplir aquellas palabras dichas a Camino sin verdadera convicción.



Pero un día ocurrió.



Fui, probé y desde la primera clase me inundó un extraño entusiasmo, que he mantenido en estado de latencia, que he sabido encauzar y dosificar durante estos meses de práctica, hasta esta Semana Santa, en la que he asistido al curso intensivo de ashtanga yoga en Las Palmas que han impartido Camino, Ananda y Lea.



Ese entusiasmo se ha desbocado.





Camino Díez.



Al curso asistieron alumnos desde Oviedo, desde Barcelona, desde Tenerife, desde Lanzarote y por supuesto desde otras localidades de Gran Canaria. Fue allí en el curso que me di cuenta de la calidad profesional y humana de los profesores.

Fue allí que me di cuenta de que tener a Camino como profesora aquí en Lanzarote dos días por semana constituye un verdadero privilegio.

En la foto central posan Camino y Sri K. Pattabhi Jois, máxima autoridad mundial en esa modalidad de yoga que practicamos: el Ashtanga Yoga.

En las laterales, la indescriptible playa de Famara.





Ananda Zorzo.

Es hijo de Camino y de Tomás Zorzo.

En la web de Ashtanga Canarias leemos:



"Nacido en una familia de yoguis, realizó su primer viaje a la India tan solo cuando tenía cuatro años. Sus padres, Tomás Zorzo y Camino Díez, fueron unos de los primeros occidentales en estudiar con Sri. K. Pattabhi Jois. Los pioneros en la transmisión del Ashtanga Yoga en España. Consecuentemente Ananda fue introducido en el mundo del yoga ya desde el vientre materno cuando su madre realizaba yoga. La primera vez que estudió Ashatanga Yoga con Pattabhi Jois, fue cuando tenía sólo 10 años, siendo así el alumno occidental más joven en aquella época".



El yoga para Ananda debió de ser, más que una elección, un destino.

A veces envidio una trayectora vital tan rotunda y límpida.





Lea Perfetti.

Es la pareja de Ananda. Tienen juntos una niña de pocos años, Satya, que se mezclaba con los alumnos del curso como una más. Es la tercera generación de yoguis.

Lea habla español con un acento norteamericano encantador. Si no hiciera tan buena pareja con Ananda daría a mi corazón permiso para enamorarme de ella locamente.

"Practice, practice and all is coming"

¿Qué es todo eso que sobreviene o llega? ¿De qué está hablando aquí Sri. K. Pattabhi Jois?



Lo primero que me sorprendió del ashtanga fue su dureza como ejercicio físico. En efecto, me parecía increíble que tras una hora y media haciendo posturas sin salir en ningún momento del breve espacio de mi esterilla, terminara la clase empapado en sudor, con la camiseta totalmente mojada. No sólo eso. Al día siguiente, las agujetas no eran menores que las que se tienen tras un partido de squash.

El ashtanga es un tipo de yoga dinámico, en el que se enfatiza el "vinyasa": un método de sincronización progresiva de series de posturas con una respiración específica, el "ujjayi pranayama", que consiste en un tipo de respiración -centrada en la glotis- que produce un intenso calor interno y una sudoración profusa, sudor que desintoxica los músculos y los órganos internos.



Así pues, las posturas o asanas son sólo uno de los elementos de la práctica del yoga. Camino siempre nos insiste en que las asanas o la parte externa no es necesariamente la más importante. La respiración, la concentración, el trabajo interno y la meditación constituye el corazón de la práctica del yoga.



En la pirámide de madera de Costa Teguise, en la que practico con Camino y el resto de alumnos dos veces por semana, nuestros esfuerzos se centran de hecho en el dominio de las asanas. Las diferentes posturas están ordenadas en series predeterminadas que es preciso memorizar y realizar en ese orden. Así lo enseña el maestro Sri K. Pattabhi Jois en su escuela de Mysore, en la India, siguiendo el método que a su vez le enseñó en 1927 su maestro Krishnamacharyia.

Las asanas se dividen en básicas o fundamentales, principales y finales. Algunas de esas posturas son endiabladamente difíciles de alcanzar. Sólo los más veteranos las hacen. En todas sin excepción la práctica es perfectible.

Y es que como dije antes, las asanas son sólo el primer peldaño de la práctica del ashtanga yoga. Una vez que más o menos conocemos la postura y que somos capaces de hacerla, debemos conentrarnos en la sincronización del movimiento con la respiración (vinyasas) así como en el control del tipo específico de respiración (ujjayi pranayama). Y más adelante, en otros aspectos de la práctica menos visibles externamente pero importantes para que el trabajo interno de purificación corporal y mental dé sus frutos.

Así, junto a las posturas y la respiración, es necesario atender a los drishti o puntos focales de la mirada, que cada postura lleva aparejado. Concentrar la mirada en tal o cual punto (la nariz, el entresejo, el ombligo, el dedo del pie, etc.) forma parte también de la práctica del ashtanga yoga. Por último, es preciso modular el cuerpo internamente a fin de hacer posibles los bandhas o cerrojos internos de la energía, a fin de modular y encauzar correctamente la energía interna que la práctica libera.

Antes de ser jefe de estudios, es decir, durante mi primer año en el Blas Cabrera, tenía tiempo de mantener frecuentes y estimulantes conversaciones dialécticas con Chema, un compañero del departamento de filosofía. Más o menos nuestras mayores discrepancias tenían que ver con su marcado espiritualismo y mi prudente materialismo escéptico.

Al final, nuestras discusiones terminaban con la conclusión de que ninguno iba a convencer al otro, pero con una demostración postergada y segura de sí mismo por su parte: "Lo bueno de todo esto es que se puede comprabar por uno mismo; tan sólo tienes que probar y dejarte conducir por un maestro".

A mí todo aquello y especialmente esta promesa de demostración me resultaba demasiado new age, demasiado esotérico para mis esquemas occidentales y para mi espíritu refractario a todo lo que sonara a dioses, almas y energías.

No obstante, mi actitud durante aquellas charlas con Chema no era del todo como la de un frontón en el que todas las bolas rebotan indefectiblemente. Con bastantes más lecturas que yo y más experiencia pensando y viviendo la filosofía se trataba sin lugar a dudas de un interlocutor al que había que tomar muy en serio.

Leí algún libro entonces sobre el áurea y el poder de sanación mediante las manos; algún otro sobre filosofía oriental.

Aquello no terminaba de convencerme, pero consciente de que el primer requisito de un espíritu crítico es la actitud de apertura ante las ideas en apariencia más extravagantes, terminé dejando en suspenso mi juicio al respecto. Concreté mi veredicto en un quizás...



Luego, vino la jefatura.



También al comienzo de mi práctica de ashtanga trataba de no hacer mucho caso a todo ese aderezo espiritual con el que Camino complementaba la parte meramente física de las asanas.



Los mantras que cantamos al inicio y al final de la práctica me resultaban pintorescos e innecesarios.

Las menciones a los flujos y bloqueos energéticos sospechosas y pseudocientíficas.

Las alusiones al deseo de que todos los seres sean felices o a la búsqueda de uno mismo o a la voluntad de trascendencia me resultaban un tanto ingenuas y pueriles.

Pero ya no.

Supongo que Chema tenía razón cuando me decía que todo lo que afirmaba se demostraba con la práctica.



Hay una definición del ashtanga yoga que me gusta: es una meditacn en movimiento.

No sabría decir con precisión qué es eso en lo que tenía Chema razón.



Lo cierto es que noto imperceptiblemente cómo el yoga me está transformando, tal y como proféticamente (y en un alarde dialéctico que en su momento me parecio falaz y tramposo) me anunció Chema.

En sánscrito "ashtanga" significa ocho ramas o pasos. Y "yoga" tiene muchos significados pero los dos más importantes son: unión y camino.

Leo en una página web: "El yoga lleva a la unión mente, cuerpo y espíritu o también a la unión del Sí mismo o alma con Dios".

Recuerdo cuándo y de qué modo tan intenso tuve la primera revelación acerca de la importancia de la unidad del cuerpo y de la mente y de su cuidado e higiene paralelas.


Tendría probablemente unos 10 o 12 años. Me estaba quedando entonces con Pablo y Francis, dos amigos de mis padres, en su apartamento del sur, en la Playa de la Arena. No recuerdo que estuviera por allí Airán, el hijo de Pablo. Lo cierto es que antes de acostarme me anunció Pablo que por la mañana me levantaría para acompañarlo a hacer footing por la playa. A mí me pareció aquello perfecto, una especie de juego.


Recuerdo cómo al principio la cosa me resultó menos divertida de lo imaginado: Pablo me levantó a eso de las seis y media de la mañana, aún con el cielo oscuro, y salimos al frío de la calle sin nada en el estómago, prestos a correr.


Mientras corría, algo a la zaga, aquello me resultó entre absurdo y fascinante.


Era un juego, gratuito y sin sentido, pero que implicaba una cierta dureza y disciplina. Después de haber corrido por el paseo de la avenida y luego por la playa nos dimos un baño en un agua heladísima, pura y cristalina. Pablo ya entonces era profesor de filosofía en la Universidad de La Laguna. Para hacerme entender el sentido último de aquella experiencia iniciática me hizo aprender el dictum latino:

"Mens sana in corpore sano"

Y era verdad. Después del ejercicio, después del sacrificio muscular y del impacto gélido del baño no era únicamente el cuerpo el que se sentía reconciliado con aquel madrugón. También el aire de la mañana se presentaba diferente, más puro y benévolo. También la luz era más propicia a la dicha y al optimismo. También el día entero se había transfigurado por completo y el futuro parecía luminoso, claro y sencillo.

Exagerándolo... todo estaba en orden.


No hace falta analizar ni detenerse demasiado en las palabras "alma" o "espíritu" para entenderlo.

Yo no lo hago, no me detengo en ello.

Simplemente noto -desde que hago yoga- una ligereza corporal
y anímica mayor, un enriquecimiento del presente, un estado de conciencia más amplio, que se extiende por todo el cuerpo, una capacidad mayor de relativizar los problemas, una respiración más rica y plena, una sensación de gratitud general, una apertura mayor a los otros.

Puede que no todo el tiempo, pero sí con mayor frecuencia.

Las ocho ramas u ocho caminos en que consiste el ashtanga yoga son:

1. Yama: códigos morales.
2. Niyama: purificación personal.
3. Asana: Posturas o práctica física.
4. Pranayama: Control de la respiración.
5. Pratyahra: Retraer los sentidos.
6. Dharana: Concentración.
7. Dhyana: Meditación.
8. Samadhi: Contemplación o unión total del ser con Dios.

El camino del ashtanga es largo y sinuoso, lento, complejo, imprevisible.

Las posturas no lo son todo, sino apenas la octava parte de la práctica.

El ashtanga yoga pasa así a convertirse en algo más que un deporte, en algo más incluso que una meditación en movimiento.

Es un modo de vida.

Una filosofía de vida.

Y este punto en el que me hallo es tan sólo un preludio, un indicio, un bosquejo, un amago...

Apenas un comienzo.







10 comentarios:

Anónimo dijo...

Este Andriu me desconcierta, lo mismo habla del follar y de que le gusta que le lama el sobaco su gato que se me pasa al lado místico del equilibrio mente-cuerpo gracias al yoga. Yo, ahora, me siento como el Andriu escéptico que escucha a su compañero de departamento.

Por otra parte, eso de mens sana in corpore sano, no lo dudo, pero el placer que se obtiene tras un esfuerzo físico importante, por mucho que lo intento no llego a conseguir experimentarlo.

En fin, será que esto es un proceso y yo ni siquiera estoy en los inicios.

Un saludo, Montse

PD: Por muy buena pareja que formen dos personas, ¿uno/a tiene que pedir permiso para enamorarse e intentar conquistarla?

Anónimo dijo...

Quiere decir, querido Andriu, que me lo recomiendas, ¿verdad? Un abrazo.

Méduse dijo...

Muy interesante. Ya estaba medio convencida. Por lo que veo eres canario... ¿Sabrías recomendarme algún sitio en Madrid?
Gracias!

Anónimo dijo...

Andriu, ¿te apuntas al VIII-CIO?
www.griegoantiguo.wordpress.com. Un abrazo.

Andriu dijo...

Montse... pues sí, pero el follar y los lametones gatunos de sobaco no son en absoluto incompatibles con el yoga.

Didfrutar del deporte o del ejercicio físico intenso requiere un aprendizaje, una práctica, una correcta dosificación.

Respecto a la P.D., bueno, es que son demasiados obstáculos y uno no puede andar de quijotismo en quijotismo.

Ricardo... ¡Enhorabuena por lo del CIO! Sé que habrá sido un orgullo para ti y al mismo tiempo supongo que también una gran responsabilidad; otra más. Si te estresas mucho, ya sabes, están al final de la Calle Luis Morote llegando al paseo de las Canteras. Por supuesto que te lo recomiendo. Te escribo desde un cyber, en Madrid, así que no podré pasarme aun por el CIO. He venid porque el lunes tengo... una entrevista de trabajo.

Xiren, no conozco ninguno aquí en Madrid. Pero si estás interesada le puedo preguntar a mi profesora Camino. Me pasaré por tu blog.

Saludos.

Anónimo dijo...

Te diria que tengo ganas de probarlo, pero el cizaña se apodera de mi...

"Si el yoga no es incompatible con el sexo... al menos calienta el hombro antes..."

Jejeje... un beso

Andriu dijo...

ja,ja... cizañita forever.

Anónimo dijo...

En Madrid teneis un lugar donde practicar Ashtanga Yoga. Está en la calle Juanelo 12, entreplanta B. metro Tirso de Molina. El estudio lo lleva Borja Romero Valdespino.

Un saludito :)

sarikita dijo...

¡Hola!

No sé cómo encontré esta entrada, me imagino que buscando información sobre el ashtanga. Y la verdad es que me siento bastante identificada con lo que te ha pasado. Descubrí el ashtanga hace sólo un mes aproximadamente, y me ha "hipnotizado" un poco. Aunque aquí, en La Laguna, está empezando todo. Ciertamente... a veces nuestro pensamiento racional y nuestra mente hipotética-deductiva sólo nos cierran puertas, aunque es irremediable restringir la realidad, para poder comprenderla...
No me lío más! Me gustó la entrada, y felicidades por tu blog... quizás algún día nos veamos en una clase de Camino.
Un abrazo

Andriu dijo...

Hola Sarikita,

Yo me he mudado a Tenerife así que desgraciadamente me quedo ya sin Camino. Quizás algún día nos veamos en el Semillero ;)

Un abrazo.