sábado, 18 de diciembre de 2010

EsTaMpAs CaLeTeRaS


Cae la tarde en la Avenida.


Caminito a San Juan.


Amanece tras el Risco.


Huele a salitre.


8 comentarios:

alejandra dijo...

He estado curioseando entre tus cajones. Interesante blog y polémicos puntos de vista. Un placer pasar por tu casa

Andriu dijo...

Bienvenida, Alejandra. Te devuelvo la visita. Me alegra ver que no soy el único con fotos de Famara. Tu nena, una preciosidad.

Un abrazo.

Ricardo dijo...

Preciosas fotos. Me traen muy buenos y recientes recuerdos. Un abrazo.

Andriu dijo...

Gracias, Ricardo. Es que esta isla es mu fotogénica.

Un abrazo.

Montse dijo...

A mí también me traen muy buenos recuerdos. Por favor, me quedé con las ganas de hacer una foto a la calle en la que está la puerta de tu casa de Lanzarote. ¿Harías una y me la mandas? Me fascino eso de que la arena de la playa llegara hasta la puerta de la casa.

Un abrazo para ti y otro para Ricardo, Montse.

Andriu dijo...

Eso está hecho. Tengo ya fotos hechas de esa calle. Busco en mi disco duro a ver qué encuentro.

Un abrazo.

pd: supongo que la foto la quieres para ampliarla, enmarcarla y colgarla en la pared principal de tu aula, sobre la pizarra. Si lo que hay es un crucifijo no lo dudes.

Carse dijo...

Qué bonita estampa y que traicionera puede llegar a ser. El otro día Famara fue feroz y arrastró a mi padre, dejándole sin fuerzas. No podía más en su lucha contra la marea. Sus gritos no llegaban a ninguna persona cercana. Miró al cielo y en un último esfuerzo le pidió ayuda a mi hermano, allá dónde esté. De pronto un anónimo surfista le sube en su tabla y consigue llevarle a tierra firme.

Su evolución en el hospital es buena, solamente es necesario tenerlo en observación, por suerte.

¡Qué bonitas son sus aguas!
Casi tanto como lo son de peligrosas, a pesar de que una bandera roja nos avisa 365 días al año de ferocidad.

Verídico.

Andriu dijo...

¡Vaya, Carse, lo siento y me alegro que el desenlace fuera el que cuentas! Yo a Famara le tengo (aparte de un incondicional amor) mucho respeto. Desde muy pequeño me insistieron en que nnca perdiera pie al meterme. Cada verano muere alguien ahogado, yo he visto varios ya.

Creo que sé lo que sintió tu padre. Hace unos meses, en Jandía, me alejé nadando de la orilla. El mar era una balsa. Cuando dejé de nadar y saqué la cabeza del agua vi que estaba bastante lejos, más de lo esperado. Entonces me entró un punto de miedo y traté de regresar. Pero se había metido viento en contra y la marea no paraba de sacarme. El corazón empezó a bombearme a mil por hora. Sentía que me faltaba aire. Entré en pánico. Pensé: así se ahoga la gente. En la orilla sólo estaba Olivia. No quería asustarla gritando. Y quería ahorrar fuerzas. Me puse a nadar de espaldas, muy lentamente, y haciendo un esfuerzo por respirar, por recuperar la respirción y relajarme. Fui avanzando poco a poco. Me fui calmando, fui llegando a la orilla.

Al volver a hacer pie y ver que todo había pasado fue como si volviera a nacer. Me sentí dichoso, feliz, aliviado. Había estado al borde de la muerte. O al menos así lo había sentido yo. Olivia seguía durmiendo en la toalla. Me senté a su lado. Recobré la respiración y le dije: "Te tengo que contar algo".

Tu padre debe de sentir esa dicha de a quienes se nos da una segunda oportunidad. Lo que toca ahora es recuperarse del todo y seguir viviendo. Todavía es hora.

Un abrazo muy grande, Carse.