"Si Belén Esteban se presentara a las elecciones sería la tercera fuerza política".
No se trataba de una broma ni del dictamen de algún tertuliano televisivo:
"El estudio -rezaba la noticia- se ha elaborado a través de encuestas telefónicas a 3.200 personas de distintos segmentos de la población (edad, sexo, comunidad autónoma...), y el 8,9 por ciento de todas ellas, votaría a Belén Esteban como Presidenta de Gobierno en las próximas elecciones, sin importar el programa político que presentase y consiguiendo 5 escaños en la Cámara Baja. Por delante de la de San Blás se encontraría el PSOE, con un 37 por ciento, y el PP, con un 40 por ciento. Todo esto en términos hipotéticos, pero resultaría sobrecogedora una posible coalición con Esteban para alcanzar la mayoría absoluta".
La democracia se basa en la ley de la mayoría. Y según dicha ley la "princesa del pueblo" quedaría situada en las próximas elecciones por delante de otras fuerzas políticas como IU, UPD, PNV o CIU.
La democracia etimológicamente significa eso mismo: gobierno (kratein) del pueblo (demos).
Nuestro pueblo tiene claro, parece, quién ha de ser su princesa.
Y éste es precisamente, según Platón, el problema de la democracia.
A saber: que el pueblo no siempre elige correctamente.
Estamos acostumbrados a oír todo lo contrario. Hoy nadie cuestiona la democracia y cuando un político corrupto es reelegido en unas elecciones se ampara en los resultados obtenidos para legitimarse políticamente y lavar su imagen moralmente. Aunque los jueces le lleven la contraria: "el pueblo ha hablado". Y eso es lo importante.
Posiblemente no haya alternativa a la democracia como sistema político.
Posiblemente no se pueda ir más allá de la célebre frase de Winston Churchill, según la cual: "La democracia es el menos malo de los sistemas políticos". O dicha de otro modo: "La democracia es el peor sistema político que existe, con excepción de todos los otros sistemas.".
Sin embargo, a menudo me da por pensar que la democracia está sobrevalorada y siento cómo se revuelve en mi interior, y lucha por salir a la superficie, la tentación del platonismo.
También el propio Churchill debía de tener momentos de éstos, de escepticismo democrático, pues también es suya la siguiente frase:
"El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio."
En las antípodas de la democracia, Platón diseñó en su obra "La República" un modelo de Estado basado en un gobierno de sabios.
Me resulta curioso que Platón insista en una idea: que a estos sabios debe obligárseles a ejercer el mando y a ser gobernantes, pues de otro modo (es decir, voluntariamente) sería imposible contar con ellos para esta tarea. En consonancia con esto, Platón afirma que hemos de desconfiar de quienes se aferran con uñas y dientes al poder:
"Así es, mi querido amigo. Si puedes encontrar para los que deben obtener el mando una condición que ellos prefieran al mando mismo, también podrás encontrar una república bien ordenada, porque en ella sólo mandarán los que son verdaderamente ricos, no en oro, sino en sabiduría y en virtud, riquezas que constituyen la verdadera felicidad. Pero dondequiera que hombres pobres, hambrientos de bienes y que no tienen nada por sí mismos, aspiren al mando, creyendo encontrar en él la riqueza que buscan, allí no ocurrirá así. Cuando se disputa y se usurpa la autoridad, esta guerra doméstica e intestina arruinará al fin al Estado y a sus jefes".
Es decir, Platón plantea que se debe obligar a estos sabios ("por medio de la persuasión o de la autoridad") a tomar cartas en el asunto y a comprometerse en los asuntos del Estado, en la vida política. Platón ofrece una serie de razones (basadas en los beneficios y la utilidad de esta medida para todos) y afirma estar convencido de que tales sabios comprenderán tales razones:
"¿Se resistirán, pues, nuestros discípulos a estas razones? ¿Se negarán a cargar alternativamente con el peso del goierno, para ir después a pasar juntos la mayor parte de su vida en la región de la luz pura? Es imposible que rehúsen, porque son justos y justas también nuestras exigencias; y entonces cada uno de ellos, al contrario de lo que sucede en todas partes, aceptará el mando como un yugo inevitable".
En esta época en que nuestros gobernantes y nuestra clase política están tan despretigiados, y en que nuestros sabios e intelectuales parecen estar la mayor parte del tiempo sumidos en un cómodo o resignado silencio... siento, poderosa y visceral, la tentación del platonismo.
En EL PAÍS de hoy leo
un reportaje en el que se retoma la noticia con la que he abierto este
post. Como al leerlo me ha llegado un tufillo a basura, he decidido leerlo de nuevo, con más atención. El reportaje lleva por subtítulo:
"La hipótesis de su triunfo electoral [el de Belén Esteban] es síntoma del descontento político".
Es decir, que la culpa de todo la tienen los políticos.
En la segunda lectura del reportaje me he percartado de que esta opinión, que recoge la periodista, procede de un tal Óscar Cornejo, quien "asiste divertido al revuelo provocado por la hipotética entrada en política de Belén Esteban".
Óscar Cornejo es uno de los responsables de la productora "La Fábrica de la tele", en cuyo seno se han gestado programas de telebasura, amarillismo y sensacionalismo rosa como Aquí hay tomate, La noria o Sálvame.
¿La culpa de todo la tienen los políticos?
Los programas de esta calaña, de esta productora que dirige Óscar Cornejo, han hecho, en mi opinión, mucho más daño del que la gente o el demos, por votación, estaría dispuesta a reconocer.
Estos programas y estos programadores, como el señor Cornejo, son los que más acríticamente han abrazado la idea de que lo que cuentan son las mayorías, con independencia de lo que éstas mayorías voten u opinen. Lo que cuenta -en su lenguaje- son las audiencias, que legitiman las parrillas de telebasura del mismo modo que la obstinación ciega y fanátca de ciertos votantes legitiman a un político corrupto.
La culpa es pues también de la gente, que se equivoca al votar a Belén Esteban.
Y de estos programas como los que patrocina Óscar Cornejo, responsables de promover, con el ejemplo, un demos inculto, analfabeto y soez.
En su famoso
mito de la caverna, Platón describía a este
demos, hipnotizado con las sombras, apariencias y trivialidades de
Sálvame o
La noria, como prisioneros ciegos a la verdadera realidad, embobados con las visiones fugaces de un mundo virtual e ilusorio, incapaces de contemplar la Verdad, la Belleza, la Justicia y el Bien.
En un mundo, como éste, en el que el pueblo se ha pronunciado y ha visto en Belén Esteban a su princesa, todas estas palabras grandilocuentes que he puesto con mayúscula suenan a risa...
Cuando leo a Platón fantaseo con ese gobierno de sabios e imagino a quién eligiría yo para ostentar "el mando como un yugo inevitable" antes de dejarles pasar "la mayor parte de su vida en la región de la luz pura".
Platón estaría de acuerdo, probablemente, en que a este gobierno de sabios le vendría bien alguna mujer.
Pero dudo mucho que la elección democrática de Belén Esteban fuera de su agrado.
Y tú... ¿a quién pondrías en el lugar de este interrogante final?