domingo, 7 de octubre de 2007

cRóNiCa EsCoLaR 1


Es la primera vez que da clases, pese a estar rondando los cuarenta. Creo recordar que es ingeniera. En el instituto aquellos datos que no son del todo relevantes para el desempeño de la jefatura pueden archivarse en el descuidado cajón del "creo recordar". Quién sabe cuánto tiempo lleva apuntada en las listas de sustitución. Quién sabe qué trabajo ha desempeñado hasta ahora. Quién sabe qué dilemas le planteó ese sms en su móvil -su móvil color rosa, que nunca vi y que probablemente ya nunca veré- informándole de que había sido nombrada para una sustitución de un año en el IES Blas Cabrera Felipe por la especialidad de matemáticas. En la jefatura nada o poco de esto se pregunta; simplemente no hay tiempo, al menos en el mes de septiembre; afuera aguardan su turno otros profesores, alumnos, padres: más trabajo.

Al conocerla le di su horario y le expliqué lo básico: cómo localizar las aulas, dónde estaban los enclaves y dependencias más frecuentados, qué funciones tenía como tutora, cómo se realizaban las guardias... Con los profesores nuevos, es decir, vírgenes, que se enfrentan por primera vez a un grupo de alumnos de secundaria, trato de detenerme un poco más en las explicaciones, ser amable, sonreir, tranquilizarlos. Bastante nerviosos están ya como para que encima el jefe de estudios los trate a la patada. Al mismo tiempo examino al nuevo profesor y trato de atisbar en qué medida va a necesitar algún tipo de ayuda con los alumnos. Hay en las listas de sustitución mucho incauto apuntado.

Me pareció una mujer con aplomo y capaz de domeñar sin necesidad alguna de ayuda al alumnado. Su acento era del norte, castellano o vasco, y se me antojó que le imprimía cierta dureza y rotundidad al hablar, lo cual en principio resultaba una buena carta de presentación ante sus alumnos.

Todo ocurrió rápido, el segundo o tercer día de clase. Eran ya más de las 14:00. El estrépito de los alumnos bajando en estampida las escaleras habia remitido y ya sólo se oían los pasos y conversaciones ahogadas de los más rezagados. En esto entró ella a mi despacho, rauda y agitada, sudorosa, con un rictus de fastidio y preocupación en la mirada:

-Me acaban de robar el bolso.
-¿Qué? -contesté, pese a haber entendido perfectamente- ¿estás segura? ¿cómo fue?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Imagino que por prudencia no dices que en esa primera impresión a veces dan ganas de pedirle al profesor que se vaya, que no crees que vaya a funcionar.
Afortunadamente, al estar en un barrio más que marginal (Las 3000 viviendas) a mí me llegan muchos que yo pido, sí a dedo, porque solo uno que no funcione puede ser un jaleo de orden público.

Ciertísima la necesidad de apoyo amable de los profesores nuevos, a veces produce hasta ternura: allí sentados, mirándote cada gesto, depediendo psicológicamente de ti.

Me van a encantar estas cronicas.

P.D.: Evidentemente, el bolso lo robó D. JJ ;)

Anónimo dijo...

"crónicas", con tilde.