sábado, 1 de noviembre de 2008

Mi CoLeGiO


A las cosas se les coge cariño.

Y los colegios son cosas.

En USA se trabaja muchísimo. No sé si la cosa tiene que ver, de nuevo, con la religión, como explicó en su momento Max Weber. Lo cierto es que también en mi escuela las maestras -que son mayoría- y maestros curramos un huevo.

Hacemos muchas horas "extras" en la escuela.

Y ya se sabe, el roce hace el cariño.

Y el cariño -unido a cierto sentimentalismo típicamente americano- inspiró a alguien a escribir esta canción, cuya letra está colgada en una de las paredes de la biblioteca del cole.



Mi colegio es algo cutre, algo pobretón, desde el punto de vista material.

Sus alumnos son de una extración socioeconómica baja. No hay apenas blanquitos, un 7% tan solo. El resto son hispanos y morenitos. La ciudad de Tyler, como tantas otras, está segregada racialmente. En el norte residen los negros y gran parte de los hispanos. En el sur los blancos. Los colegios de Tyler son, por tanto, el resultado de esta segregación geográfica.

En los últimos años han construido coles nuevos, tanto en el norte como en el sur de la ciudad: impecables, limpios y luminosos.

Nuestro cole es muy viejo y la necesaria ampliación del mismo durante los últimos años ha consistido en construir más aulas portátiles como éstas, más portables (cuya pronunciación es "porabols").

La semana que viene se elige presidente de los Estados Unidos de América.

Pero también hay una especie de referendum a los ciudadanos de Tyler: se les preguntará si están a favor de una subida de impuestos para costear la construcción de nuevos colegios.

Nuestro cole está entre los 7 candidatos a ser beneficiarios de ello.

Es decir, puede ser que durante este curso escolar nos mudemos a un flamante y lustroso edificio, recién construido.

Me asombra la velocidad con la que estos protestantes son capaces de construir un colegio.



Aunque pobretón en lo material, en cuanto a lo humano estoy bastante satisfecho.

El equipo directivo es muy currante y muy profesional.

Cuando me voy por las tardes a horas intempestivas y paso por la office a garabatear la hoja de firmas, siempre le digo a la directora:

-Don´t work too much, it´s too late!

Ella casi siempre me responde:

-I´m just leaving, I´m leaving...

Pero sigue pegada al ordenador o al teléfono, quién sabe cuánto tiempo más.

Aparte de eso, todavía no he sido víctima de la suerte de fiscalización cercana al acoso que sufren muchos profesores en otras escuelas por parte de sus directores.

En las escuelas de USA es habitual que los directores y jefes de estudio entren en las aulas de los profesores para evaluar el proceso de enseñanza aprendizaje.

A veces entran y salen y apenas están allí un minuto, el tiempo suficiente para comprobar que el profesor está impartiendo la materia que reza su horario o para asegurarse de que el está colgado en la pared el social contract que el profesor firma con sus alumnos a principio de curso.

Otras veces la visita o walk trought dura más tiempo y la evaluación es más exhaustiva.

Una vez ralizada, el director o directora envía al profesor dicha evaluación por correo electrónico.

A mí esta práctica docente me parece etupenda.

¡Ojalá ocurriese lo mismo en las aulas españolas!

Con ello se evitaría el que ciertos profesores incumplieran sistemáticamente con los mínimos criterios de calidad en perjuicio de los alumnos.

Y se evitaría el que los equipos directivos estuviesen a veces en la inopia en relación a lo que de verdad importa en un centro educativo, a saber: aquello que se produce -o no se produce- en el interior de las aulas, a través de la relación entre el alumnado y sus profesores.

Hablo del aprendizaje, o la educación, de aquéllos.

Pues bien, en otros colegios de Tyler, a los que han sido destinados otros profes visitantes españoles, los cargos directivos abusan histéricamente de este mecanismo de sana supervisión que son los paseos o visitas a las aulas.

Abusar es para mí entrar dos o tres veces al día, o pretender que los niños estén inmóviles y mudos cuando entre alguien, o corregir al profesor en cuestiones marginales.

Abusar es para mí el que haya compañeros que estén trabajando en tensión y bajo presión debido a los paseos de sus superiores.

Abusar es para mí el que algunos de estos compañeros tengan que recurrir a estratagemas como las de pactar una contraseña con los niños que, al ser pronunciada, haga a los niños cuasi-petrificarse y adoptar una actitud modélica.

El profesor quiere que el director vea un clima perfecto de aprendizaje y el director quiere que los que vienen de vez en cuando del distritro también lo vean.

Cuando se llega a estos extremos y todo se hace en vistas a la imagen, a la exhibición del producto, quienes salen perdiendo son los niños.

Pero que nadie se alarme: esto es sólo la deformación o degeneración en la que puede llegar a desembocar una práctica educativa que considero intachable.



Por otra parte, aunque hay a quien le pueda resultar algo falso y fingido el entusiasmo, la jovialidad y la propensión a la emotividad de los americanos en su trato social, a mí me resulta divertido y además lo valoro.

¿A quién no le gusta que un día cualquiera, tal que ayer, le dejen a uno un clavel rojo y una bolsa de golosinas en el casillero?

Ayer fue Halloween, vale, pero da igual.

Siempre hay una efeméride, una excusa para que nuestra councellor (una figura que equivaldría en España a una mezcla de psicóloga y vicedirectora) nos deje a los profesores un pequeño detalle, la mayor de las veces comestible y altamente energético, para agradecernos el trabajo que estamos haciendo o para felicitarnos por cualquier circunstancia de la que no éramos conscientes.

Yo vengo de una isla, Tenerife, en la que los taxistas casi te escupen cuando entras como cliente en su coche y en la que en muchos bares el camarero te recibe y coge la comanda con cierto desprecio, como si estuviera haciéndote un favor.

¿Cómo no iba a valorar estas cursilerías?



Quizás por eso lo de las banderas no me lo tomo muy en serio, es decir: no me revuelve las entrañas.

Hay que entenderlo, joder: yo vengo de un país en el que la bandera produce cierta alergia.

Cuando me vine, Zapatero todavía andaba intentando convencer a su izquierda de que nuestra bandera no era tan mala al fin y al cabo y que había que aprender a quererla un poquito e incluso a mostrarla sin complejos de ningún tipo.

El caso de la izquierda española es también un poco patológico en cuanto a la bandera, pero por defecto.

La última Eurocopa ha puesto las cosas un poco en su sitio.

A saber: que elegir un símbolo común y compartido por todos los españoles es una ficción que puede llevar aparejada sentimientos y emociones colectivas positivas y que celebrarlas en torno a ese paño no debería avergonzarnos.



Aún así, el caso de la omnipresente no deja por ello de ser patológico, por exceso.

Incluso, creo, para otro tipo de miradas: no españolas o españolas de derecha.



Al final uno está a lo que está: currando, en el ajo.

Y se olvida de las banderas.



Llevo tres años con una seria adicción a los post-it amarillos.

Y la cosa, parece, tiene visos de continuar.



Entre tanto trabajo a veces hago una breve incursión a mi correo de hotmail y allí compruebo si alguien querido me ha dejado un nuevo comentario en el blog o me ha enviado un mail.

No he probado a abrir mi blog desde el cole, por eso de no dejar rastros.



Los pasillos son como los de cualquier cole de Primaria: cambiantes, fluctuantes, siempre al albur de los nuevos trabajos y creaciones de los peques.



Ayer colgamos, a la carrera, estas pumkins de Halloween...



...mientras que las de la clase de Mrs. Muñoz llevan ya semanas colgadas.

Detesto la anticipación y planificación en el calendario.

Prefiero la improvisación y por eso desespero a cualquiera que quiera preparar conmigo un viaje.



Por estos pasillos también marchan los alumnos de mi escuela, con milimétrico paso.

Aunque cada día que pasa la disciplina en las filas se relaja.

Mi fila empezó relajada, casi desde el primer día.

A veces me desespero, a veces me resigno, a veces digo:

-Qué coño, que anden como les dé la gana, pobres criaturas...

Pero entonces pasa una de las jefas de estudio y le echa un broncazo al bailarín de turno, mientras me mira como artífice y responsable último de tanta indisciplina.

Vale, lo reconozco, no es relax total lo que se respira en mis escuela...



En realidad, si digo que la escuela es cutre y vieja y pobre ello es sólo o sobre todo porque los profes veteranos de aquí así lo dicen.

Bueno, y también porque esta semana pude visitar otra escuela de Tyler, más reciente.

Pero si tengo que ser sincero creo que no está tan mal.

Y bueno, al lado del IES Blas Cabrera Felipe, mi último instituto, es un centro de lujo.



La cafetería o comedor, en donde almuerzan los alumnos, tiene los colores de otra bandera: la canaria.

Cuando entro me reprimo y aguanto las ganas de entonar una folía o un sorondongo.



En la biblioteca también hay un cartel que dice:

Parents are important.



Desde la escuela se intenta atraer a los padres con diversas actividades y programas.

Sospecho que con más o menos el mismo éxito que en España.



Mi colegio es bilingüe.

Toda la información oficial está en ambos idiomas, inglés y español.

En cada nivel hay una o dos clases en las que se imparte enseñanza bilingüe. Ya hablaré más adelante acerca de cómo están concebidos estos programas bilingües.

Hace poco creamos un Club de Español, Mrs. Chavez y yo, para enseñar español a los profes del cole que pudieran estar interesados.

Ella es la Instructional facilitator (una figura que equivaldría en España a una mezla de orientadora y jefe de estudios) y es una organizadora nata.

En la primera reunión, informativa, había ya 16 profesores interesados en aprender español: todo un éxito.

Ya hablaré del desarrollo de este Club más adelante, cuando haya algo sustancial que comentar.

Por ahora, me ilusiona más de lo que pensé en un primer momento.

Y me ha suscitado una idea o pálpito, revelador o inquietante, según se mire:

Quizás lo mío no es la docencia, sino la organización de personas en torno a una serie de actividades de carácter cultural...



Alguien dejó este graffitti en una puerta del cole: una profesora que estuvo por aquí hace tres años.

No puedo asegurar si yo también dejaré en las paredes del cole un tatuaje similar.

Ni cuándo.

Repito lo dicho en otro post:

"Imaginar futuros alternativos produce vértigo"


5 comentarios:

Carse dijo...

Espero que no dejes en la pared la palabra PENE.

Por cierto, no pude evitar imaginarte mirando hacia todos lados, a la espera de que todo el mundo se aleje de ti para poder sacar cada una de las fotos del blog. Como un ninja, que actúa silencioso y directo. Miras a ambos lados, sacas tu cámara y ¡Zas! tan rápido como la sacas del bolsillo la guardas...y luego, luego continuas con tu vida normal, pensando lo que vas a escribir por adelantado en el blog. Nadie sabe, que eres un bloguero, un bloguero Ninja.


Seguramente no es así, pero déjame reírme.

Saludos

Andriu dijo...

Eso delirio se merece, jajaja, que te dedique una foto...

Santi dijo...

con siete estrellas verdes....y gol de raullllllllll!
te veo de organizador de recursos humanos en actividades culturales!
bueno me voy a comprar unas habichuelas....adeu!
besos
San
pd: el sabado por la noche en un libanés, dialogando con vicen y quin, nos reíamos con todo tu mundo blog.

MARONINI dijo...

Bloguero ninja, ja ja ja. Qué bueno!!

Qué bien se te lee Andriu. Lo que está aprendiendo uno.

Besos

Anónimo dijo...

Odiemos todas las banderas por igual !!