jueves, 23 de julio de 2009

MuChO MiEdO


"El país del miedo y el país de la alegría. Supo de la existencia de ese test infantil a partir de un comentario de Jean Delumeau en su libro El miedo en occidente. Se trata de una prueba utilizada por los psicólogos para facilitar la expresión de los sentimientos en los niños, en casos de experiencias traumáticas que han dejado secuelas, o en menores con algún tipo de trastrno grave. El especialista propone a los niños que imaginen cómo serían para ellos el país del miedo y el país de la alegría. Puede presentarles imágenes sencillas y frases breves para que se identifiquen con ellas, pero también pede pedirles que dibujen ellos mismos esos lugares. Un mundo imaginario llamado "el país del miedo", y otro mundo fantástico llamado "el país de la alegría". El primero estaría habitado por todo aquello que les causa temor. El segundo, obviamente, por todo aquello que aman".

Con estas palabras explica el narrador de la absorbente novela " El país de la miedo" su propio título. Pese a lo que puede dar a entender esta explicación, el experimento mental de imaginar el escenario terrorífico que está detrás de esta expresión no es un ejercicio exclusivamente de niños. El protagonista de la novela, Carlos, adulto y padre de familia, va desarrollando y diseccionando de modo prolijo y minucioso a lo largo de toda la novela la naturaleza y características de su propio país del miedo.

Es más, piensa que todos en algún momento deberíamos enfrentarnos a dicho experimento mental y trazarnos las coordenadas de nuestro propio mundo del terror. Para unos -dice- el país del miedo no sería a la postre algo esencialmente diferente a la realidad que conocemos, salvo por la acentuación y exageración de algunos aspectos de la misma. Para otros la cosa tendría la apariencia del mismísimo infierno de la tradición católica. Sería curioso -prosigue Carlos con su monólogo interior- comprobar en qué se parecen y en qué se diferencian los países del miedo de las diferentes personas.







Hace unos días vi por el Plus la película "Cobardes". Pese a alguna crítica negativa que he leído en internet, la película no deja de ser interesante. (Aunque confieso que para el cine español soy quizás excesivamente indulgente y fácil de complacer). El tema de la la novela y el de la película es el mismo e incluso el tipo de situaciones que se relatan para hacer esta radiografía del miedo son similares. Soy incapaz de contemplar aisladamente cualquier fenómeno cultural y en cuanto veo una película, leo un libro o visito una exposición de pintura o fotografía mi mente empieza a tender puentes aquí y allá, inventando parentescos y destacando rasgos marginales de una obra con el fin de poder hermanarla con la de más allá.

Es sólo un juego, lo sé. En el fondo no se me escapa que es injusto ceñirme a este análisis interesado de una obra de arte y que "El país del miedo" y "Cobardes", pongamos por caso, se merecen un abordaje más exhaustivo y global, en el que se las valore por lo que autónomamente son en sí mismas, y no por lo que puedan llegar ser la una en relación a la otra. No obstante, también soy consciente de que este enfoque (tan propio de los profesores de filosofía, por cierto, aunque no exclusivamente de ellos) también permite conectar las obras de ficción con la pedestre e inapelable realidad, por lo que los universos de lo imaginario acaban conectados a la postre, en algún punto, con este mundo al que solemos denominar real, de tal forma que hallemos ambos países -el del miedo y el de la alegría- en la tierra, en nuestro día a día, en esa jornada pedestre que camufla su sorpresa con un inicio habitual e inofensivo, de desayuno con tostadas y de café con leche.

Y es que uno hojea los periódicos y ficciones como estas se revelan de una rabiosa actualidad.

Volviendo a "Cobardes": me fue imposible verla sin que en cada fotograma se interpusieran los renglones de la novela de Isaac Rosa y cuando el psicólogo patán entrevistaba a ambos chicos, mas sobre todo a Gaby, víctima de acoso, sin descubrir lo que escondía su acongojado silencio, me dieron ganas de gritar frente a la pantalla del televisor (cosa que hago en ocasiones, cuando la película lo exige y no hay moros en la costa; como si hubiera yo pertenecido a esos primeros espectadores que, recién llegado el cinematógrafo a los pueblos y ciudades del país, vociferaban y silbaban y se estremecían o emocionaban a viva voz frente a las estrellas del celuloide), de gritar. digo:

-¡Hazle el test, estúpido, pídele que te dibuje el país del miedo!




En cuanto a nosotros, en cuanto a ustedes y a mí: ¿qué decir? ¿hay valor para pasar el test?

Lo he estado pensando (aunque no mucho) y creo que no voy a imaginar por ahora mi país del miedo. (Y menos aún -intuyo- a escupirlo públicamente en este blog, en el que cada día me vuelvo más pudoroso). Y ello debido a que tengo la sospecha de que pensar en el miedo es la mejor forma de convocarlo. La sociedad en la que vivimos ya se encarga de atemorizarnos paulatinamente, cada vez un poco más, desde los mass media y desde la ficción, como ilustra tan convincentemente Isaac Rosa en su novela, como expone Michael Moore en Bowling for Columbine, y como acabo de comprobar yo ahora mismo, mientras escribo este post, cuya redacción he debido interrumpir -lo juro- para atender una llamada del Barclays desde un número oculto para venderme un nuevo e irresistible producto: un seguro a todo riesgo y global contra mil y una calamidades, cuya enumeración me ha dejado con un amago de enjambre en el estómago.

No voy a escribir ni a imaginar mi país del miedo, como no voy a contratar dicho seguro a todo riesgo. Y no porque no tenga miedos, ni porque me considere un valiente, sino precisamente porque sé que los tengo -aunque posiblemente en un grado aceptable- y porque me temo que el hacerlos explícitos no es, en contra de lo que se piensa, un modo de exorcizarlos, sino por contra una forma de afianzarlos, darles juego e incrementar su influencia y peso.

Vivir con miedo paraliza y ensombrece el ánimo. Temo encontrar al final de ese experimento mental tales resultados. Así que, movido por la prudencia, por la superstición o incluso por el miedo, declino amablemente la invitación y contesto:

-Muchas gracias, señorita, por la llamada y por su información, pero no estoy interesado; quizás más adelante...

En la película Mi vida sin mí, de Isabel Coixet, hay otro experimento mental, mucho menos sombrío, pese a lo que pueda parecer a primera vista. Su nombre podría ser: Cosas que hacer antes de morir. A la protagonista le han diagnosticado un cancer terminal y tiene los días contados. En lugar de derrumbarse y quedar paralizada (por el miedo) decide aprovechar lo que le queda de vida y hacer todo aquello que le queda pendiente para preparar su vida sin ella, el mundo que le rodea para ese día en el que ella no esté. No hay tiempo que perder así que hace una lista con esas tareas pendientes: grabar un mensaje para cada cumpleaños futuro de cada una de sus hijas, tener una aventura con otro hombre, buscar una mujer para su marido, el único hombre que ha conocido...

A mis alumnos les suelo plantear este experimento mental a modo de ejercicio. Y les encanta. Creo que les fascina -y extraña- eso de hablar en clase de la muerte, con dieciseis años. En realidad se trata de un ejercicio en el que más que de la muerte se aprenden cosas de la vida. Por eso me gusta. Con la muerte en primer plano, este nuevo experimento mental nos ayuda a interponer entre ella y uno mismo todo aquello que más nos importa y valoramos. Al final, ese espacio se va llenando de presencias amables y gratas que hacen que la muerte vaya alejándose y difuminándose, quedando cada vez más en un segundo -o postrero- plano.

Una vez aquí, una vez en el país de la alegría: ¿quién quiere regresar al país del miedo?


10 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes de comentar me voy a leer el librito...será mi endodoncia reading para los días de encierro. Luego regreso y hago un comentario con conocimiento de causa.

Gaby

Anónimo dijo...

Sí, yo el librito tb me lo voy a leer; de la peli de la Coixet mejor paso, que francamente, me parece una petarda de tomo y lomo. Q por cierto, vuelvo de vacaciones toda frivolona y ya veo que por estos lares estamos muy profundos (cago-en-sos, me perdí la discusión inmigración, integración ;)
Bueno, un chapuzón veraniego para todos. Y un abrazo, venga va, no se apelotonen.
Rbc

Dácil Melgar dijo...

puff.....

Dracón el filósofo dijo...

Eso de "Cosas que hacer antes de palmar", salió en el primer capítulo de "Física o Química".

Yo en particular, hay dos cosas que quiero hacer antes de abandonar este valle de lágrimas:

.Ver Eurovisión en Directo
.Visitar la antigua Yugoslavia y bañarme en las playas adriáticas.

(Ah, y visitar Asturias, ver a Fernando Alonso ganar otro mundial.....)

Pero, sobre si tener miedo a la muerte, aunque no me crean, digo que no. Más que miedo a morir en sí, lo que tenemos es miedo a si ese morir será doloroso (¿A quién le gustaría morir de forma lenta y dolorosa?)

Y no tengo miedo a morir, porque veo la muerte como el comienzo de un camino hacia otro lugar. Lo que sí que no me gustaría es morir antes de haber cumplido esos sueños...

Andriu dijo...

Sorry por no haber contestado antes; he estado en Lanzarote, de vacaciones, sin internet.

Gaby, Rbc: no pretendía que nadie tuvieraque leerse el libro para poder opinar. En cualquier caso, sí que es un libro que recomiendo (me lo regaló mi hermano por mi cumple).

Rbc, sobre Isabel Coixet no podemos estar más en desacuerdo. Eso sí, me doy ese chapuzón veraniego contigo encantado.

Dácil: ¿te sentaste en un cojín?

Dracón, gracias por "hacer los deberes". ¿A qué te refieres con primer capítulo de "Física o Química"? Sócrates también creía en un viaje hacia otro lugar. Jesucristo más de lo mismo, aunque a éste no parece que le amedrentara mucho eso de morir con dolor.

Un abrazo.

Dracón el filósofo dijo...

Te respondo, Andriu:

"Física o química" es una serie que emitían (volverá en septiembre)en Antena 3 los lunes a la noche. Su temática: instituto, adolescentes hiperhormonados que follan (perdón por la expresión)con todo Cristo (Hasta con sus profes) y se meten de todo. Luego, para rellenar, pues tenemos temáticas capitulares que tratan la anorexia, la homosexualidad... Todo ello con personajes superesteorotipados al máximo.

Pese a esta crítica tan acidogástrica, yo sigo la serie. En el primer capítulo de la misma, se suicidaba un alumno días antes del comienzo de las clases. En el primer día, entraba una nueva de profe de Filosofía, que al enterarse de la noticia, les propone a sus alumnos que hagan una lista de "Cosas que hacer antes de morir"

Espero que te haya quedado bien visible.

Un saludo

Andriu dijo...

Querido Dracón, muchas ganas por sacarme de dudas. Seguro que yo también me hubiera enganchado a esa ¿bazofia? y muy probablemente le hubiera dedicado algún que otro post. Siempre me ha interesado la visión que se ofrece en la TV de la enseñanza y de los centros educativos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

A ver, apunte Coixet: en mi humilde opinión esta sra. es una plasta que pretende deleitar a los intelectualoides de cineclub. Los títulos de sus pelis son preciosos, pero me cansan sus personajes afligidos que se cruzan en circunstancias hostiles, susurrando neuras mientras se dan calor humano deambulando en un limbo errante y envueltos en un aura inspirada de acantilado y gaviota digna de un anuncio del Capitán Pescanova -en el caso concreto de La vida Secreta de las Palabras...-. Las imágenes de la plataforma petrolífera y el mar son muy lucidas y eso, pero lo de meter gays que sólo aparecen opr ahí para darse un morreo, un negro bailando sin venir a cuento y el ecologista pro-mejillón, qué quieres que te diga..., queda muy puntero pero no
aporta nada. Por no hablar de ese momento de sensibilidad a flor de piel, cuando el prota, rudo currela de la plataforma petrolífera, con todos sus piercings y tatuajes, nos da los buenos días en la primera escena hablando de pollas circuncidadas? Eso sí, tras las quemaduras, se transmuta en Sánchez Dragó el pavo. Tremendo.
ay, espera que me seco la lagrimilla...;) (la verdad es q la de Mi Vida Sin Mí me pareció claramente mejor, aunque prefiero mil veces cómo se trata el tema en "El tiempo que queda")

Otra serie que te aconsejaría entonces es El Internado, de A3, q no sé si la seguirán echando, pero vamos, no tiene desperdicio. Eso sí, todos los actores desafían el quilibrio del ph de su piel duchándose una media de 10 veces por capítulo. Muy higiénico todo.
rbc

Andriu dijo...

Jajaja...

Rbc: la verdad es que después de tu crítica me parece imposible salvar la película. Me he reído muchísimo. Eso sí, tengo que verla de nuevo, no la tengo muy fresca y no sé si llevas a razón o si simplemente se te atragantó una palomita en el cine y casi no lo cuentas y ahora la coges con la pobre Coixet.

Estaré al loro con El Internado en la nueva temporada. Y con una de Tele 5 titulada "Chupando banquillo" (probablemente) que empieza en enero: pero esto ya será anunciado aquí en su debido momento a bombo y platillo...

Un abrazo.

X dijo...

Lo que realmente me horroriza de mi muerte es pensar en mi funeral y toda esa fanfarria que se organiza cuando la palmas. Viendo los funerales de otros es para echarse a temblar.
SalU2