martes, 25 de agosto de 2009

pLaNeTa aMeRiCaNo 2


"No hay nación en todo el mundo con mayor porcentaje de práctica religiosa, ni país con más parroquias por habitante. Si existe un pueblo en el que la vida pública se encuentra empapada de regiosidad, ese pueblo es Estados Unidos. Un 60% de la población asiste a los oficios semanalmente, y nueve de cada 10 americanos ignoran la especulación de que "Dios ha muerto". El 75% reza una o más veces al día. El 28% una hora o más. En cada momento arrecian las soflamas religiosas en la radio o en la televisión".

El segundo capítulo del libro de Vicente Verdú, del que he extraído este fragmento, lleva por título: "El amor a Dios".



A lo largo de este capítulo el autor aborda diferentes aspectos de la religiosidad del pueblo americano. Explica cómo desde sus orígenes el país se fundó sobre las bases de unas creencias religiosas muy sólidas y vinculadas a su proyecto de colonización de un nuevo mundo. Los protestantes europeos que llegaron a lo largo del siglo XVII a este vasto continente lo hicieron bajo la creencia de los antiguos israelitas de la tierra prometida. Debido a la diversidad de credos religiosos, no se institucionalizó ninguna confesión religiosa oficial o hegemónica, pero sí el carácter religioso del Estado: "la religión no era un asunto privado sino público; la fe y el Estado constituían un solo e inseparable hormigón". Como ocurrió en Europa por esas mismas fechas, la tolerancia como concepto moral y político nació en primera instancia como tolerancia religiosa, esto es: como el deber de respetar otros credos religiosos diferentes al propio y favorecerlos a todos por igual. Sin embargo, ello no implicaba todavía una tolerancia hacia los no creyentes, agnósticos o ateos:

"Así, la primera Toleration Act de 1649, que fomentaba la convivencia de todos los credos y sancionaba a quien usara un lenguaje políticamente incorrecto (llamar a alguien "puritano", "herético" o "cismático"), castigaba a la vez con dureza a quien negara a Dios o se atreviera a blasfemar".



Verdú también explora la diferencia específica de la religiosidad norteamericana, que recuerda a las tesis del famoso ensayo de Weber titulado La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En efecto, la religión en Estados Unidos, en contra de lo que ha ocurrido en Europa y fundamentalmente en los países de mayoría católica, aparece vinvulada a la idea de progreso económico, de triunfo material y éxito financiero a través del trabajo y a una simbología mucho más liuminosa y optimista que la concepción oscurantista y trágica más propia del catolicismo:

"En Norteamérica no existió el espíritu que Europa heredó del Medievo. La idea de un Dios perfecto ante el cual el creyente se dispone a orar arrobado por la perfección divina fue reemplazada por la concepción de un Dios capataz que, en la edificación de su reino, necesitaba de súbditos como eficientes albañiles, proveedores, ingenieros o empresarios. Honrar a Dios significa trabajar a su servicio mejorando los frutos de esta tierra, generando riqueza, vendiendo, haciéndose millonario. Los grandes magnates se han librado en Estados Unidos de la insidia que en España o en Italia rodea a los acaudalados (...) Los triunfadores son hijos favoritos de Dios: nada parecido a las angosturas católicas que esperan a los ricos en el ojo de la aguja o al lema de que los últimos serán los primeros. La existencia se despliega como un azulado horizonte a conquistar y nadie otea y menos rastrea un sentido trágico en la vida (...) Dios exige actividad. La Nación lo reclama, el individuo a través del self-improvement puede y debe alcanzar las metas que se proponga. Gran parte de la energía optimista americana y la autoconfianza en su sistema está impregnada de esta aura que sobrevuela desde la vida laboral a las maniobras castrenses".



En el resto del capítulo Vicente Verdú hace un recorrido histórico en el que toma el pulso a la religiosidad norteamericana hasta nuestros días. Señala etapas o acontecimientos a modo de mojones en el camino, como el fortalecimiento del sentimiento religioso -del que carecía el bloqe comunista- durante la guerra fría; o el brote de anticlericalismo durante la época hippie, ligado al descubrimiento por parte de la juventud a nivel mundial del hedonismo, el individualismo y el consumismo; o el modo en que cualquier movimiento social, iniciativa o empresa llevada a cabo por los norteamericanos parece en último término estar emparentada con un sustrato religioso del que parece imposible sustraerse:

"Los mismos hippies, como bien se recuerda, eran una iglesia con sus salmos, sus inciensos, sus hábitos sus ritos. No sólo los hippies. Con extraordinaria facilidad cualquier movimiento adquiere en Norteamérica un tono religioso. Una nueva confesión empezó con la admonición ecologista que Rachel Carson emprendía en The Silent Spring (1963), donde la defensa de los bosques, los ríos, los coyotes o las ballenas constituyó materia sagrada. La batalla contra los fumadores, contra el aborto, la defensa de los derechos de los minusválidos, de los enfermos de sida, de los homosexuales, el feminismo o el caritarismo segregan flujos religiosos".

En este tipo de análisis, desde una perspectiva global y multidisciplinar, reconocemos el genuino talento de Vicente Verdú para relacionar fenómenos sociales en apariencia aislados y autosuficientes.



Releer este libro está resultando una experiencia interesante y un ejercicio práctico de comprobación a través del recuerdo de cada uno de los enunciados e ideas en él formulados. Este año en Tyler, ciudad situada en el Bible Belt, en plena hebilla del cinturón bíblico, me ha dotado de una serie de experiencias y vivencias que confirman tod esto que apenas intuía y que Verdú relata magistralmente.

Hablaré, únicamente, de Green Acres.



Esto no es un cybercafé, ni un centro de convenciones, ni una sala de conferencias, ni...

Es el hall de la macro iglesia de Green Acres, la sexta iglesia baptista más gande del mundo, sita en el corazón de la espiritual ciudad de Tyler.



Asistir a un oficio religioso en Green Acres es una experiencia única, por muy descreído que uno sea.

Es tan grande y tanto el aforo que la inaguración del curso escolar hubo de celebrarse allí, pues no había en toda Tyler otro local que albergase a todos los miembros del distrito escolar: profesores, administradores, chóferes, personal de mantenimiento, de limpieza, de cocina, etc... Sólo en estra super iglesia baptista cabíamos todos y allí se celebró, con mucha pompa, solemnidad, artificio y sentimentalismo el comienzo del curso escolar 2008-2009.

Luego volví dos veces más: un día de misa cualquiera y para el concierto de Navidad.



La iglesia tiene capacidad para 3.000 personas y al ser tan grande hay dos pantallas enormes en las que uno ve de cerca los gestos del pastor o predicador, del cantante de turno, o de quien quiera que se encuentre en el -cómo llamarlo-: ¿escenario?



El coro canta y en la pantalla uno puede leer y cantar como si de un karaoke se tratara.

En esta foto una de las mujeres que canta era compañera en mi escuela y cada viernes antes de comenzar las clases, a las 7:45, organizaba rezos, o misas, o algo parecido en su aula. Cada semana nos enviaba un mail a los profesores invitándonos a tan sugerente actividad. Un día me paró por un pasillo y me soltó:

-"Mr. Fajardo, mañana vamos a rezar por los alumnos de 1º, ¿tiene algún rezo en particular que hacer al respecto?"

No recuerdo lo que contesté, pero aquello me dio mucho miedo.



Sin embargo, en la escuela pública norteamericana no existe la asignatura de religión.

No les hace falta: este pasillo con murales infantiles en las paredes pertenece a Green Acres, que alberga en su interior una escuela dominical, en la que los papás y mamás dejan a su prole mientras ellos van a misa, o de compras.



Recorrí aquellas aulas impecables y bien dotadas y conté más de veinte.



Aquello era a nivel de infraestructura una escuela en toda regla, y no meramente un anexo del templo en donde impartir la catequesis.



Más allá de los amables murales infantiles, más allá de la luminosidad y amplitud del edificio, más allá de la amabilidad y pulcritud de los presentes, más allá del optimismo dominical que lo impregnaba todo, creí percibir algo siniestro.

Fui con Raquel y antes de salir de casa por la mañana, vestido de domingo, vestido de iglesia, le dije: "Sólo espero que no nos vea nadie del colegio". No sólo se trataba de que era mi primera vez, una suerte de desvirgamiento religioso, sino que temía ocurriera lo que efectivamente terminó ocurriendo.

Nada más llegar nos tropezamos con tres o cuatro profesores de la escuela y con uno de Ciencias, muy entusiasta y simpático, que al vernos nos dio abrazos, nos regaló sonrisas y comentarios amables, nos presentó a varios amigos y nos agradeció que hubiéramos venido a Green Acres.

Salimos de allí conmovidos por la magnitud del espectáculo, del rito multitudinario y exageradamente emotivo, de la pasión que parecían ponerle los asistentes a todo aquello. En suma: asombrados por haber entrado al cogollo, al corazón, al núcleo del alma de la sociedad de Tyler, que hasta la fecha se nos había resistido.

Las dos semanas siguientes el profesor de Ciencias no paró de darnos abrazos por los pasillos de la escuela y de dedicarnos sonrisas y comentarios cariñosos. Nos creía convertidos.

Pero le fallamos.

Tan pronto se percató de que no pensábamos dar continuidad a nuestras visitas dominicales a Green Acres su relación con nosotros cambió brúscamente y dejó de hablarnos y casi de saludarnos.

Volvimos a sentirnos out, excluídos, fuera de esa comunidad de la que -por unos minutos, con la brevedad de un abrazo- creímos formar parte.

A dios gracias.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

o "Adiós, gracias"
Once again, gracias por compartir tus experiencias, tus fotos y tus reflexiones. "Mola mazo"
Rbc

Dracón el filósofo dijo...

La religiosidad no es un tema que me llame la atención, yo soy escéptico frente a Dios y no creo en la Iglesia. (Aun así, hice la comunión, pero el motivo creo que queda claro)

Eso sí, la iglesia, preciosa, pero me intentan mandar mis padres a una escuela dominical (Suerte que ellos tampooc creen en Dios)...

Me sorprendió la reación de ese profesor cuando no volvistéis a pisar la Iglesia (Y para más inri, un profe de Ciencias)

¿De que tienen miedo los americanos para aferrarse a un Dios que no se sabe si existe o no como a un clavo ardiendo?

Gaby dijo...

No te olvides que toda esta zona sureña de Estados Unidos es mejor conocida como el "Bible Belt" que yo, viniendo del segundo país más católico del mundo, me sorprende ver cómo se mete la creencia y la religiosidad en los gringos. Bien muestras en estas fotos de Tyler, Dallas y creo que una es Jefferson que dios para ellos está en cada esquina...y también que es todo un marketing. Simplemente detenerte a ver los cientos de espectaculares que hay de predicadores, sus conciertos, etc. ves que hasta dios aquí tiene un precio.

En fin, me imagino que a seguir rezando!

Andriu dijo...

Muchas gracias, Rbc. Sorry por el retraso: estoy poniéndome al día con las respuestas.

Dracón: los americanos tienen miedo de TODO. No dejes de ver "Bowling for Columbine" (¿me cansaré algún día de recomendar esta película?).

Gaby: "Bible Belt", of course, creo que lo comento en el post. Hay una de Jefferson, sí, pero ninguna de Dallas, creo. En cuanto a espectáculo, religión y dinero, me remito al post pLanEtA aMeRiCaNo 3.

Un abrazo.

X dijo...

Cuando atravieso el espejo y la realidad cambia por completo me pregunto cómo estos buenos tylerianos no se han dado cuenta aún de que Dios ha muerto.
El otro día me interné en el Hades. Me dediqué a callejear por la zona norte de la ciudad: suciedad, pobreza, miseria... todo esto en el país, modelo capitalista del primer mundo, que dirige el devenir del mundo.
A estos buenos tailerianos, que lo son, no les hace falta irse a África o a paises de Centro y Sur América para darse cuenta realmente de que Dios ha muerto. Si estuviera vivo no permitiría que existiera lo que ahí hay.
El día 7, el presidente Obama se dirigirá por televisión a todos los estudiantes de la nación. Probablemente esté dirigido a ls estudiantes afroamericano e hispanos que son los que más problemas presentan dentro del sistema educativo. En el colegio hemos tenido que pasar una nota a los padres con el siguiente texto:
"¿Autoriza a su hijo a ver el discurso del Presidente Obama? En caso de no autorizarlo le comunicamos que se organizarán actividades alternativas en el centro para aquellos alumnos que no sigan el mencionado mensaje".
Esta mañana llamé la atención a uno de mis alumnos:
-"Oye, "P",¿por qué no le has rendido homenaje a la bandera?
- Vd no l hace.
- Yo no lo hago porque no es mi país, pero eso no quiere decir que TÚ país no me merezca el máximo respeto, me ha permitido venir aquí a trabajar, me ha dado la posibilidad de viajar por él y conocerlo, he podido conoceros a todos vosotros. A tí, sin ir más lejos, te da una educación gratis, los libros, las pizarras, mucho material e incluso el desayuno y el almuerzo todos los días ¿no crees que es suficiente para demostrarle un poquito de respeto?."
Esto me salió de dentro a mí, que me considero un apátrida y un ciudadano del mundo.
"Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a si mismo.

¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.

�¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?� -así pregunta el último hombre, y parpadea.

La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive.

�Nosotros hemos inventado la felicidad� -dicen los últimos hombres, y parpadean.

Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente ama incluso al vecino, y se restriega contra él: pues necesita calor.

Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres!

Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.

La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse.

La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.

¡Ningún pastor y un solo rebaño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.

�En otro tiempo todo el mundo desvariaba� -dicen los más sutiles, y parpadean.

Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia -de lo contrario, ello estropea el estómago.

La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud.

�Nosotros hemos inventado la felicidad" -dicen los últimos hombres, y parpadean�."
("Así habló Zaratustra". Nietzsche, F.; Prólogo 5)
SalU2