También con el té me pasa. Se me aceleran, veloces, las ideas. No sólo con el café, que no bebo. Se precipita a raudales -se revivifica- el pensamiento. Y soy más feliz, drogado, y más vulnerable al entusiasmo. Es entonces que exige mi mente leer, imperativamente. (Sólo una vez en mi vida probé una pastilla de ésas que llaman de diseño, o síntesis: bailar, y no hablar, bailar, y no hablar, ni escuchar, ni siquiera ser, sino hacer, y bailar, y moverme, y saltar... eso me exigía entonces, también, como ahora, mi mente, imperativamente). Un té nada más, sí, soy como un niño, lo sé. Comí con mi hermano, con Pablo, poco antes del té. Y retrospectivamente pienso que hablando con él salvamos el día: save the day, dicen en inglés. Si me bebo un té -¡y no digamos un café!- necesito hablar o leer (que es otra forma de hablar) y aprovechar y disfrutar y amortizar los efectos del estimulante. Así que de vuelta a casa no pude evitar, a mitad de ruta, hacer escala en el FNAC. Mi mente, mientras, repasaba y enriquecía el argumento de un relato, de dos: me acelera y me permite pensar a dos bandas, como hacen las mujeres, simultáneamente. Buscaba "La santa", un cuentito incluido en el breve compendio de García Márquez: Doce cuentos peregrinos. Me habían dicho que podía interesarme para aquel relato que andaba rumiando. Lo encontré, lo leí, sentado en las escaleras que daban al baño: devorado y comprado. Me "servía", me inspiraba, era relacionable con el relato que llevaba en mente. Aunque he aquí un problema: ¿Qué no es relacionable si bebo café y hasta incluso té? ¿no es todo con todo? ¿no son todo signos inequívocos de un destino escrito? ¿no cobra sentido todo pensamiento, todo transeunte con el que me cruzo, todo, todo, todo? Y luego está Borges, que iba en la mochila. Y ahí me espera Borges, al llegar a casa. Y el té lo reclama, lo exige, imperativamente. Abro el libro y leo: "En busca de Averroes". Y quedo deslumbrado, siempre subyugado, casi iluminado. Transcribo pasajes tras paladearlos: "Eltiempo, que despoja los alcázares, enriquece los versos". También Borges, también este fragmento, todo con todo, todo "me sirve" y se relaciona y cuadra y encaja con todo y cobra sentido o así lo percibe mi mente, dopada. Y ya está. Y me voy. (Al gimnasio: a quemar el frenesí, para poder dormir). Y lo dejo, porque no tiene fin y el efecto es duradero e intenso...
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