Voy a echar de menos esta sala: Joaquín, Iris, Héctor, Marta, José Ángel, Elena, Tomás, Luis Miguel, Samuel.
Animales de costumbre, desde el primer día cada uno eligió un sitio alrededor de la mesa y tácitamente lo hizo suyo.
El jueves terminó el máster.
El curso que viene serán otros quienes ocupen nuestros sitios.
En esta sala he disfrutado leyendo y compartiendo con el resto de alumnos impresiones acerca de nuestras lecturas.
En cierto modo, puedo decir que en las clases de Lectura he aprendido a leer.
A leer de otro modo.
Voy a echar de menos a aquellos profes que nos han hecho ver en ciertos libros muchas más cosas de las que había sospechado.
(Descubrir por Rafael Reig que Un día volveré es una novela que habla de la Trasición es el mejor ejemplo que se me ocurre para ilustrar lo que digo)
También voy a echar de menos las clases de Escritura.
La expresión y la comunicación sos dos momentos, supongo, dos polos de la escritura.
El primero requiere el trabajo en soledad; el segundo exige un lector: el público o, en nuestro caso, el grupo.
En las clases de Escritura es necesario que el grupo aprenda a encontrar el lugar idóneo desde el que ejercer la crítica de los textos ajenos, combinando sinceridad y respeto.
Supongo que no es fácil que un grupo de personas que no se conocen de nada, de edades, profesiones y formas de ser muy diferentes, como es el caso en nuestro grupo, se pongan de acuerdo para encontrar ese lugar idóneo.
Y sin embargo creo que en líneas generales lo hemos conseguido.
La mayor parte de "los Kafkas" del grupo A tienen obligaciones aparte de las del máster.
Ellos me envidian con cariño por mi situación actual.
Yo los admiro, tanto cuando entregan los deberes como cuando terminamos la noche a las tantas y al dia siguiente les toca madrugar.
Porque en las clases sólo da tiempo para hablar de la mitad de lo que queremos y cada martes y jueves nos vemos obligados a trasladar la clase a algún bar.
Aún así, no todas nuestras charlas son literarias o metaliterarias.
Tenemos otros intereses comunes.
El jueves se cerró un ciclo.
El Hotel Kafka cerró el curso escolar con una fiesta de despedida.
Fue un momento para la foto de familia.
Para la exaltación de la amistad.
(Mahou, Jameson, Negrita)
Para un pequeño concierto que dieron los alumnos de Armonía.
Y para firmar con dedicatorias y cariñosas palabras, si no libros, sí al menos el reverso de nuestros recién obtenidos diplomas.
Venessa sentenció en el mío: "Querido Andrés: No todo puede ser fácil".
Era la síntesis de nuestra última clase, en la que habíamos estado corrigiendo mi proyecto final.
Vanessa es implacable.
Y sin embargo, también voy a echar de menos sus clases y sus correcciones.
Ahora toca digerirlas, rumiarlas, meditarlas y, si realmente me apetece regresar al texto, comenzar de nuevo.
La noche terminó con lluvia, kebabs y payasadas.
El máster, con un diploma.
Y con la conciencia de haber aprendido muchas cosas y de que quedan pendientes muchas otras por aprender.
Al final Vanessa lleva razón: "No es tan fácil".
Y aunque no son las palabras más adecuadas para el happy end de un curso, sí me parecen las más acertadas para llevarse a casa y continuar andando solo a partir de ahora.
Así que como todo en esta vida:
Este final, supongo, es sólo un comienzo.
4 comentarios:
comienzos...finales...aichhhh...Mk
Pues claro que es un comienzo, un comienzo hotelkafkiano
Un abrazo
Muak: salud! jesús!
Cizañas: supongo que eso sea algo mejor que uno kafkiano.
Un abrazo.
Por supuesto, pero la definición exacta sólo la puedes parir tú
un abrazo
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