domingo, 26 de agosto de 2007

FLoRiDo PeNsiL

Pensaba que este post iba a tener un enfoque gremial, que iba a tratar fundamentalmente de la escuela española ayer y hoy, de cómo en tan poco tiempo -de nuevo el tiempo- había cambiado tanto la enseñanza en nuestro país.

Eso es lo que pensaba mientras tomaba fotos del cartel de la obra a la puerta del teatro y del patio de butacas una vez dentro. Al fin y al cabo, como profesor, tenía bastante que decir. Al fin y al cabo, como hijo de profesores, había crecido rodeado de todo aquello; con lo educativo como telón de fondo.

Mis padres pertenecen a esa generación que sufrió en sus propias carnes todo lo que en clave de humor denuncia "El florido Pensil", el libro de Andrés Sopeña Monsalve. Los que de esa generación se hicieron profesores no tuvieron en su infancia apenas ningún modelo positivo que emular, en el que inspirarse, para desempeñar con entusiasmo y buen hacer su profesión. Maestros como el que retrata el filme "La lengua de las mariposas" y que representa Fernando Fernán Gómez no habían de ser muy frecuentes. Y sin embargo, mis padres, junto a tantos otros profesores de su generación, llevaron a cabo durante los años 70 y 80 una profunda renovación pedagógica. Retrospectivamente y mediante alguna que otra conversación con mi madre me he ido dando cuenta de ello. Ahora cifro el esfuerzo de dicha renovación en todas aquellas revistas y libros de pedagogía pululando siempre por la casa, o en tantas tardes en las que acompañaba a alguno de mis padres al local del STEC, sindicato en el que en un momento dado -recuerdo un sisma, una ruptura, una entrega despechada del carnet de afiliado allá por mi adolescencia- llegaron a militar activamente. Eso, y las horas y las tardes y los días infatigablemente trabajando en casa, fuera de su jornada laboral. Eso, y el recuerdo acaso falso -mi madre se empeña en decir que lo es pese a la viveza con que está impreso en mi memoria- del consejo materno de que de todas las profesiones eligiera cualquiera menos la de profesor. Supongo que ambas versiones del pasado guardan algo de verdad. Supongo que mi madre, en esencia, está en lo cierto; supongo que nunca llegó a darme ese consejo hablando en serio. Al fin y al cabo, conozco a pocas personas tan entusiastas con su profesión de profesora de secundaria como mi madre. Y sin embargo, supongo que es posible que alguna tarde, abrumada por una montaña de exámenes que corregir, me dijera aquello hablando en broma y mi mente infantil malinterpretara el tono y magnificara la sustancia del mensaje. O acaso no, acaso nada de esto ocurrió ni fue dicho. Y es que puede ser que en realidad haya sido exclusivamente mi mente la que entre bambalinas haya fabricado este recuerdo falso con el único y exclusivo propósito de hacerme creer que la decisión de hacerme profesor no fue un acto de obediente imitación sino una prueba de obstinada y desafiante rebeldía.

Pensaba que el post iba a versar sobre los recuerdos en préstamo que conservo de aquella época remota en blanco y negro. Al fin y al cabo, también de mis dos abuelas atesoro anécdotas jugosas al respecto. Y es que en mi familia sólo las mujeres se han dedicado a nombrar el pasado; a conservarlo en la memoria como en tupper-wares que abrieran para la ocasión ante sus nietos o sus hijos, a fin de perpetuarlo. De mis difuntos abuelos nunca aprendí nada. A mi abuelo paterno no alcancé a conocerlo; murió unos años antes de nacer yo. No obstante, poseo vívida la imagen y el momento y circunstancias de su muerte, como un recuerdo falso, como si hubiera sido testigo de ella, de tantas veces que he escuchado a mi abuela y su viuda narrármela. Mi abuelo materno murió hace tan sólo dos años, pero era un hombre callado y taciturno. En cuanto a mi padre, son muchas las cosas que he aprendido de él, pero casi ninguna relacionada con el pasado (pese a ser profesor de Historia) y mucho menos con su pasado, algunos de cuyos episodios yacen mudos e ignotos bajo un turbador manto de silencio.

Son ellas, pues, las mujeres, mis abuelas y mi madre, las que han sabido o querido transmitirme esas anécdotas, descripciones o recuerdos en préstamo, como ocurre en las familias musulmanas o en las novelas de Isabel Allende. Una de tales anécdotas jugosas se la debo a mi abuela materna, Socorro. Al parecer, la abuela Soco, antes, mucho antes de convertirse en la abuela Soco, antes incluso de convertirse en madre, cuando no tenía más que 14 o 15 primaveras, en esa época en la que, como cuenta el "Florido pensil", los maestros de escuela ejercían dentro del aula y sobre sus pupilos una autoridad férrea y caprichosa, entonces -aunque no sólo entonces- gozaba de una belleza abrumadora, hasta el punto de que uno de sus profesores -cuyo nombre no conseguí retener, aunque sí lo que impartía: matemáticas- llegó a estar profunda y ostentosamente enamorado de ella. Según cuenta mi abuela, el profesor en cuestión se había encaprichado y obsesionado con ella, de tal modo que durante sus clases siempre la sacaba a la pizarra (o en palabras de mi abuela: "al encerado"). El resto de niñas se daban cuenta de este favoritismo, que a mi abuela no le hacía pizca de gracia, imaginando a sus espaldas la libidinosa mirada del profesor desde el fondo de la clase. Tanto era así, que un día mi abuela se plantó y al sentenciar el profesor, como cada día: "Señorita Socorro, salga al encerado a resolver los ejercicios", armándose de valor, le espetó: "Pues mire, no. No voy a salir, porque estoy cansada de ser siempre yo quien lo haga". Un silencio gélido recorrió toda la clase, como el que durante unas centésimas de segundo precede a una explosión, a una caída, a un accidente de coche. Aquel desafío al profesor podía suponer lo peor: la expulsión. Y sin embargo, lo que ocurrió entonces fue lo siguiente: ¡¡taack!!... El ruido sobresaltó a todas las alumnas, empezando por mi abuela. Había sido el profesor que, despechado, había lanzado desde la última fila de pupitres su tiza contra la pizarra con todas sus fuerzas y, acto seguido, había recogido sus cosas y había abandonado el aula.

Pensaba, pues, que era de anécdotas como éstas de lo que iba a tratar este post. Tenía pensado reflexionar acerca de cómo la educación había fluctuado drásticamente de un extremo a otro. Porque con la LOGSE, y desde entonces, se ha abandonado el justo medio que recomendaba Aristóteles y del que, creo, pudimos disfrutar como alumnos los que estudiamos bajo el amparo de la EGB y el BUP.

Cuando estudiaba el temario de oposiciones relativo a ese nuevo catecismo de la Educación generado en los laboratorios pedagógicos del PSOE y denominado "Ley Orgánica General del Sistema Educativo" (LOGSE) no dejaba de asombrarme el retrato absolutamente caricaturesco y manipulador que se hacía de la ley educativa anterior, la LODE, marco normativo regulador del modelo de la EGB y del BUP por el que yo había transitado sin mayores sobresaltos ni contratiempos; o al menos, sin aquellos que refería el mencionado temario.

Según dicha caricatura, el modelo educativo anterior a la LOGSE estaba basado en el autoritarismo, la exclusión del sentido crítico y de la autonomía, la enseñanza memorística, el sesgo ideológico en los contenidos... y otras lacras varias. Vamos, que entre el modelo de enseñanza que sufrieron mi abuela Socorro o mis propios padres y el que conocimos los de mi generación no había ninguna diferencia sustancial.

Tal idea era una solemne majadería. Los profesores de la generación de mis padres, que ahora rondan la cincuentena o la sesentena, dicen que sufrieron de niños la peor época que había para ser alumnos... y que ahora les ha tocado sufrir la peor época para ser profesores. Puede que haya algo de cierto en ello. Pero en medio queda un periodo de transición, desde los setenta hasta el inicio de los noventa, en que la cosa no fue tan mala -sospecho- ni para alumnos ni para profesores.

Pensaba hablar exclusivamente de la obra teatral, de "El florido pensil". Hablar de la risa ante lo absurdo y ridículo de todo aquello uniéndose allí arriba -en lo más alto del gallinero- y allá abajo -en mis entrañas- con la rabia sorda contra el oscurantismo, la intolerancia y la crueldad de la escuela franquista en particular y del caudillismo patrio en general. Hablar de la ambivalente sensación de desazón y dicha que como un poso ha dejado estos días en mí "El florido pensil". De la desazón e indignación retrospectiva ante un sistema refractario al conocimiento de la verdad y a la libertad, podrido por la sumisión al poder político y religioso del nacional-catolicismo. De la desazón al imaginar tantos pescozones en el nombre de Franco y de la mentira, al imaginar cuántas ilusiones, vocaciones y destinos individuales malogrados por los totalitartios designios del Movimiento. Y de la dicha, también, junto a tanta desazón. Pues aquellos sesentones habían salido indemnes de aquel experimento atroz, se habían convertido pese y frente (o acaso debido) a todo aquello en extraordinarios actores anónimos (como tantos otros españoles que contra todo pronóstico no devinieron en engendros fanatizados), calzándose de nuevo el uniforme escolar de la época para combatir con humor e ironía la terca necedad, la estrechez de miras, la religiosidad pacata e intolerante, la crueldad y la vileza de la escuela en tiempos de Franco.

Pensaba, pues, limitarme a esto: a revisitar el pasado, a recorrer con una mirada perpleja las iniquidades de lo que sucedía entre las cuatro paredes de un aula presidida física e ideológicamente por la fotografía del dictador, como si aquello fuera ya un capítulo cerrado, como si hubiéranse cortado definitivamente los funestos hilos -como de Parca- que desde el pasado pudieran aún estar dejando secuelas en el presente en forma de títeres, como si los modos y maneras y totalitarios tics que amarga y cómicamente denuncia el "Florido pensil" hubieran quedado sepultados definitivamente bajo tierra junto al esqueleto enano del dictador y no siguieran siendo aún hoy el alimento de muchos.

Eso pensaba... hasta que me he topado con la sección facha de libros del Vips de Plaza de España. Leyendo aquellos títulos y alguna contraportada incendiaria vino a mí de nuevo todo el universo franquista de "El florido pensil": la demagogía y superchería, la bilis contra lo diferente propia del pensamiento único, la falta de sentido común y el dogmatismo. Todo eso estaba ahí: en los manuales escolares de la época franquista y en las bazofias de papel como ésta de Curri Valenzuela que me estaba revolviendo el desayuno.

Los niños y niñas de la escuela franquista debieron aprenderse y berrear a coro himnos y canciones con letras como ésa que inspira la obra de Andrés Sopeña: "¡Viva España! Mi Patria esclarecida, madre sin igual, compendio del honor. ¡Viva España! Solar de noble vida, regio pedestal de Cristo Redentor. Fuiste de glorias florido pensil: hoy reverdecen a un impulso juvenil. Veinte naciones coronan tu sien: ¡Arriba España! Raza invicta es tu sostén".

Cuando Curri Valenzuela habla de "100 personajes que hunden España" y que esa España "se está evaporando" por culpa de personas como Zapatero, Almodóvar, Joaquín Sabina, el Gran Wayoming y 96 "personajes" más, entre los que cuenta no sólo a personas individuales sino también a colectivos, como "los hombres de negro" (a los que identifica con "los progres" que van vestidos de negro y a los que Curri invita a ponerse un día unos vaqueros azules y un polo rosa), cuando dice en la contraportada de su libro que Zapatero "se ha propuesto, quizás inconscientemente, que España deje de ser lo que era" o cuando añade que Almodóvar "está propagando por el mundo la idea de que éste es un país de pederastas, travestis y personajes indeseables", cuando dice todo esto, sin duda alguna tiene en mente una imagen arquetípica e ideal del país que le gustaría que fuera España y que me malicio coincide bastante con el florido pensil que invocaban cara al sol y con la camisa nueva todos los que, henchidos de orgullo y fanatismo, tanto gritaron: ¡Arriba España!.

Ante la letra de la cancioncilla en cuestión y ante la prosa de Curri Valenzuela sólo cabe una reacción, la de exclamar: "¡manda huevos!".

Y es que no hay apenas argumentos que refutar. Allí, de pie en el Vips, me paré a leer dos artículos del libro de Curri, los escritos contra Sabina y contra el Gran Wayoming. Aquello era sólo un vómito de bilis sin nada sano ni sólido en lo que aferrarse. Al Gran Wayoming le reprochaba que fuera un humorista pésimo y sin gracia (ya sabes, lector: "las opiniones son como los culos...") y que sus programas televisivos tuvieran una audiencia mínima. ¿Son éstos, Curri, motivos suficiente para hacer de alguien un enemigo de España, un peligro potencial para su hundimiento?. Respecto a Sabina, se limita a insultarlo y a meterse con sus vicios, de todos conocidos, en un gesto de puritanismo muy propio de una derechona que nunca ha entendido el sentido del término liberalismo, por mucho que le guste llenarse la boca con él. Ante la falta de argumentos, Sabina ha contestado en verso, dedicándole un soneto canalla que la retrata elocuentemente.

Así que mi indigesto tránsito por el Vips me hizo darme cuenta de que el post en cuestión no podía tener un enfoque meramente gremial, ni podía versar exclusivamente acerca de la escuela ayer y hoy, ni sobre el pasado, la memoria y el recuerdo de un tiempo extraño y distinto.

Porque el presente estaba plagado de acontecimientos, valores y criaturas que eran algo más que meras reminiscencias de aquel sueño franquista de España como un florido pensil. Porque hacía todavía muy poco tiempo que la idea de que nuestro país fuera algo así como un florido pensil se repetía machaconamente aunque sin música con la estridente y bigotuda letanía de que "España va bien". Porque Curri no estaba sola ni era la única "adoratriz de Aznar, Rouca Varela". Los que sufrían Telemadrid en esta ciudad encantadora en la que pasaba mis vacaciones sabían que Curri no era la única "de curro vil". Porque el florido pensil se pudría incesantemente en el imaginario colectivo, auspiciado por tantos voceros del miedo y la sinrazón. Porque España se hundía, porque España se rompía, porque...

Me resultaba asombroso que en la contraportada de su libro Curri pudiera autoproclamarse como una abanderada de la libertad y del pluralismo al denostar a "individuos y grupos que practican la intolerancia y el sectarismo para justificar sus posturas ideológicas" y a esos "cien personajes que se están distinguiendo por querer acabar con la España libre y tolerante que en su corta vida democrática parecía haber dejado atrás todos esos tics tan propios de tiempos anteriores a la Transición".

¡Pero si era al revés del pepino!

Tal cinismo y grado supremo de demagogia me hizo acordarme del estupendo post de Southmac en su Diario impresentable acerca de la lógica propagandística de muchos dirigentes y voceros del PP. Y me hizo acordarme de Nacho Villa y de la chuletada en la azotea de mi hermano y de su novia, en la que un amigo de ellos, periodista de la COPE y rojo malgré tout, nos estuvo hablando de su experiencia -apasionante y desalentadora a un tiempo- en "la emisora de los obispos". Me sorprendió escucharle que Jiménez Losantos era en lo personal un tipo agradable y legal, al que la gente en general apreciaba, pese a lo incendiario de sus hiperbólicas e hiperradicalizadas opiniones. Y me fascinó comprobar cómo el personaje que interpreta Ignacio Villa en "59 segundos" no tiene nada de impostura ni artificio, pues fuera de plató resulta ser tan repulsivamente jesuítico como frente a las cámaras. Nacho Villa siempre me ha parecido -cuando lo he visto en los debates de "59 segundos"- como el perfecto demagogo, un tipo inteligente pero incapaz de entender el diálogo como un intercambio de posturas enfrentadas en el que el interés por alcanzar la verdad (aunque ésta fuera relativa) no cuenta nada frente a lo realmente importante: convencer y ganar, aun a costa de una suprema falsificación de la realidad o -como le reprochaba Platón a los sofistas- aun a costa de "hacer más fuerte el argumento más débil". Al parecer, según nuestro amigo periodista, quien maneja todo el cotarro en la COPE es Nacho Villa, y no Federico, como piensa mucha gente.

Hablar con un periodista en los tiempos que corren siempre es desalentador. Como están bien informados, te das cuenta una vez más -por si alguna vez llegaste a dudarlo- que el país y el mundo en el que vivimos no es un puto florido pensil. Y lo que es peor, te das cuenta del increíble poder de los media -prensa, radio, tv- para modificar en uno u otro sentido tal percepción y para construir la realidad mediante la fabricación propia de ideas, mensajes y valores que habremos de asumir a veces de modo tan involuntariamente acrítico como los niños y niñas del franquismo que retrata "El florido pensil".

Ya no somos niños y niñas. Ya no vivimos en una dictadura. Ahora el florido pensil es democrático y hasta Curri Valenzuela habla de tolerancia y libertad.

Y sin embargo los periodistas como nuestro amigo rojo infiltrado en la COPE están atados de pie y manos. Y sin embargo sigue habiendo tabús en la "prensa libre" y noticias impublicables, que hacen que sea tan inverosímil hablar mal hoy de El Corte Inglés en un medio libre, pluralista y democrático como podía serlo hace setenta años hablar mal de Francisco Franco Bahamonte en el NODO. Y sin embargo nos creemos a pies juntillas mucho de lo que nos cuentan desde el cuarto poder.

El mundo se ha vuelto sin duda más complejo y diverso; y por ello más interesante. Pero una cosa es cierta: ni antes ni ahora ni nunca fue o es España un florido pensil.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy estimado Andrés.

Gracias a Juani he tenido la oportunidad de entrar en tu entretenido blog y siempre me he quedado con las ganas de hacerte algún comentario y de animarte a que sigas con el mismo. Por propio placer y porque a los demás nos permites participar de tus exploraciones intelectuales.

En lo relativo a este último post si me gustaría comentar lo siguiente:

Al margen de personajes como Curri Valenzuela o como Ignacio Villa, que personalmente no me aportan absolutamente nada si me parece interesante entrar en el análisis conceptual.

En estos términos tengo que decir que la derecha española ha tenido, desde el final del franquismo hasta nuestros días una evolución realmente impresionante hacia la democracia. La evolución ha sido formidable en muchos aspectos y ha sido muy positiva para la sociedad española en general.

Pero quisiera destacar un aspecto que tu menosprecias. El del surgimiento de un movimiento liberal en el que se encuentran personas de la denominada derecha y antiguos votantes de izquierda. Me da la sensación de que en algún momento caes en el mismo error de curri y compañia al centrarte en la crítica de otros personajes como forma de despreciar así a la "derecha" y no poner el acento en las nuevas corrientes de pensamiento pólitico tan interesantes que están aflorando.

Somos herederos de comunismos y fascismos y nuestra sociedad ha estado en el último siglo coja de un movimiento tan importante como el liberal, tan íntimamente unido a la democracia y al individuo. Creo que es un hecho que no debe despreciarse.

Un abrazo

Joaquín Azpitarte

Andriu dijo...

Hola Joaquín,

Me alegra que hayas recalado por aquí y que te haya resultado entretenido hacerlo. La blogosfera está llena de tentadoras y extraordinarias bitácoras que hacen improbable que alguien se detenga a leer estos interminables posts que a veces me salen. La compañía de otros "exploradores" resulta estimulante y se agradece.

En cuanto a lo que dices, me alegra coincidir contigo en lo que a Curri y Nacho se refiere. Y en parte de lo que dices sobre la derecha española, a saber: que "ha tenido , desde el final del franquismo hasta nuestros días una evolución impresionante hacia la democracia" y en que ésta "ha sido muy positiva para la sociedad española en general".

Pero es que creo que es difícil no coincidir contigo en esto: la derecha ha evolucionado hacia la democracia. ¿Es que acaso podía ser de otro modo? ¿es realmente meritorio el que hayan abrazado el pluralismo de partidos y hayan corregido aquellos tics dictatoriales del franquismo?

Sin embargo, creo que no quieres decir esto; o no sólo esto. Hablas de un "movimiento liberal" digno de alabanza y con gentes "de la denominada derecha y antiguos votantes de izquierda entre sus filas". Y dices que caigo en el mismo error de Curri al despreciar dicho movimiento.

Pero si te fijas a quien desprecio es "a la derechona que nunca ha entendido el sentido del término liberalismo, por mucho que le guste llenarse la boca con él". Hay aquí una crítica a cierta derecha y un elogio implícito al liberalismo.

El liberalismo me parece una doctrina política insoslayable y con la cual me identifico plenamente. Uno de los libros que con más placer he leído y con más sintonía es "Sobre la libertad" de John Stuart Mill, padre del liberalismo.

El liberalismo tiene elementos de tipo político y de tipo moral. Y no sólo eso, sino que tiene infinitas ramificaciones y versiones.

La derecha española que representa el Partido Popular ha dado en repetidas ocasiones muestras de no comulgar en absoluto con el espíritu del liberalismo. Medidas absolutamente antiliberales son: el rechazo al divorcio, al aborto, a los matrimonios entre homosexuales o a la regularización de personas inmigrantes. Todas esas medidas se limitan a ampliar -mediante la concesión de algún derecho- la libertad del individuo sin que ello implique arrebatarle el mismo derecho o libertad a otros. Éste es el principio fundamental del liberalismo, que Stuart Mill resalta ya desde las primeras páginas de su ensayo. Y la derecha institucional que representa el PP se ha opuesto en algún momento de la historia de la democracia a cada una de estas concesiones -liberales- de derechos. Es una derecha contra los derechos (individuales).

La derecha española que representa el PP se ha llenado a veces la boca, sí, con el término liberalismo. Pero la acepción grata a tales defensores de la libertad me temo que es la del neoliberalismo economicista del laissez faire laissez passer (Sí: Adam Smith es también otro de los padres fundadores del liberalismo), que considera que en lo relativo a las desigualdades sociales y económicas el Estado no debe intervenir. Este liberalismo exclusivamente económico viene aderezado en lo que yo he llamado "la derechona" con un ramalazo conservador antiliberal que se opone, por lo general, a todos esos vicios que la moral religiosa ha demonizado a lo largo de la historia con el rótulo estigmatizador de "pecados" y que yo prefiero llamar "derechos individuales": desde el onanismo hasta el concubinato.

No digo que todos los políticos ni militantes ni votantes del PP piensen así porque ni soy gilipollas ni tan buen demagogo como Ignacio Villa. Pero sí que en el mundillo mediático y sociológico del PP abunda esta especie, de la que Curri -me temo- no representa una "rara avis" sino un ejemplar más.

No obstante, me gusta ser constructivo y adivino que estarás protestando en el asiento al considerar que la derecha de la que hablo no tiene nada que ver con la que defiendes.

Bien, te confesaré mis simpatías hacia 2 representantes de posturas liberales y que se les sitúa a la derecha del espectro político: Vargas Llosa y Pedro J. Ramírez.

Ambos son inteligentes, tienen carisma personal y, lo realmente importante aquí: son auténticos liberales. Con el libro de Stuart Mill en la mano, tengo que decir que nunca les he pillado en un renuncio (al menos puedo certificarlo en Vargas Llosa; no tanto en Pedro J., pues no suelo leer "El mundo" y sólo opino por sus intervenciones en "59 segundos").

Sin embargo, pese a estas simpatías y pese a mi afinidad ideológica con ellos por su amor confeso al liberalismo, he de decir que no comparto por lo general sus posturas políticas, o al menos no en lo relativo a asuntos de carácter económico y social. Y ello debido a que junto al liberalismo, junto al amor a la libertad, el valor de la igualdad que el socialismo (o el comunismo) defiende resulta igualmente insoslayable. Esto es algo que en las posturas de Vargas Llosa y de Pedro J. brillan por su ausencia.

Y esto es, creo, lo que diferencia a un liberalismo de derechas de un liberalismo de izquierdas.

Encuentro absolutamente respetable el primero. Pero me quedo con el de izquierdas.

Espero no haberte cansado,
Un abrazo.