sábado, 4 de agosto de 2007

pLaNeTa tOnSiOtRéN

Hace mucho tiempo que no me tomo un tonsiotrén.

Ya sé, probablemente no sepas de qué demonios te hablo, qué criatura extraña es esa: "tonsiotren". A muchos farmacéuticos les pasa, al principio. Pero si la farmacia me queda a mano de mi nueva residencia, de mi curro, del piso o apartamento en el que paso un par de semanas, tarde o temprano terminan iniciándose: llaman al laboratorio (sito en Las Palmas), mandan a pedir un par de cajas y, poco a poco, aprenden a despachar con naturalidad la exquisita panacea de todos los males, sin necesidad de gestos de estupor y extrañeza, sin necesidad de consultar el ordenador, sin necesidad de que se lo deletree otra vez, ni de hacerme quedar delante de todos como un puto hipocondríaco, como un bicho raro, como un auténtico freaky de los medicamentos: "t-o-n-s-i-o-t-r-é-n".

Desde que empecé a dar clases me di cuenta de que la garganta era mi talón de Aquiles.

Ese descubrimiento hizo que fuera gestándose en mi rutina diaria un entramado de normas de obligado cumplimiento, un sistema abigarrado y complejo de condicionantes que, pese a restarme libertad de movimientos, acción y pensamiento en esta azarosa aventura del vivir, apuntalaban concienzudamente mi debilitada y siempre vulnerable garganta. Aunque no se trate de un catálogo discreto y concreto, de una lista finita de preceptos, sino de algo más global y holístico, de un modo de vida, de una forma de ser, de una actitud ante mi cuerpo, la sociedad y el cosmos circundante, puedo intentar aislar del todo, del sistema, alguna de sus partes, y estamparla aquí:

a) Beber cantidades ingentes de agua, preferentemente Lanjarón.

b) Controlar cómo hablar, cómo respirar, cómo modular la voz pero también cuánto. (Hubo un tiempo en que me encerraba por las tardes, apagaba el móvil y hacía una cura de silencio. Afortunadamente aquella época triste está ya superada. Aunque de aquellos cuidados extremos algo queda).

c) Pasear la cerveza unos segundos por la cavidad bucal, para que no descienda tan fría por la faringe.

d) Tomar helados sólo cuando resulta estrictamente necesario. (Mi pediatra decía que los helados cuando se está malo son como papel de lija para la garganta: esa metáfora siempre me ha atormentado).

e) El ron cola siempre con una o más rodajitas de limón.

f) Atiborrarse de aquellos alimentos que dicen tienen un efecto benéfico sobre la garganta: miel, jengibre, limón...

g) Tener siempre a mano: un tapacuellos o braga militar, un suéter de cuello alto, bufanda.

En fin, podría quedarme sin letras del abecedario. El caso es que la piedra de toque de todo ello, el núcleo neurálgico de este modus essere, viene a ser precisamente esa pastillita blanca y casi insípida: el tonsiotrén.

La palabra "tonsiotrén" despierta en mi tantas evocaciones y remembranzas como entradas aparecen en el buscador de Google al escribir la palabra "sex". Me pregunto ahora de dónde saqué que "tonsiotrén" era de género masculino y acentuación aguda. Da igual: tras tan largo periplo juntos sería inconcebible ahora mismo mirarnos a la cara y decirle "Eres una tonsiotren maravillosa".

Un día de catarros e irritaciones lo probé y el efecto fue inmediatico, milagroso, panaceático. En seguida empecé a encargarlo en la farmacia más cercana, en cantidades industriales. Y a consumirlo a todas horas. Tras las comidas, siempre. Lavarme los dientes, enjuagarme y calzarme el tonsiotrén en el paladar se hicieron todo uno, uno y trino, tres acciones indisociables. Iba a todas partes ligero de equipaje, con lo estrictamente imprescindible: llaves, dinero y algunos tonsiotrenes. Cortaba con unas tijeras la tabletilla metálica y transparente en la que vivían las pastillas a fin de no llevar siempre conmigo los 20 nichos. Luego conseguí un pastillero con distintos departamentos: uno de ellos quedó pronto encalado por el polvillo blanco -y por tanto equívoco- que dejaba el rastro o recuerdo de las pastillas de tonsiotrén.

Por las noches caían siempre, uno, o dos en determinadas temporadas. Era un ritual: sin la pastilla en la boca disolviéndose no conseguía conciliar el sueño. Me dormía y el tonsiotrén tardaba horas en consumirse y fundirse con mi carne. A veces me despertaba a las 3 o 4 de la madrugada y allí seguía, fínisima y translúcida, como una hostia de pan ázimo, en lenta consagración, revitalizando la glándula tiroides, minando la moral y las fuerzas de las huestes del ejercito bacteriano, fortaleciendo la tensión, torsión y vitalidad de mis cuerdas vocales, en sagrado reposo. Así aprendí que el tonsiotrén no había que chuparlo ni absorberle con ansiedad enfermiza toda su substancia, como si de una cabeza de gamba se tratara: se trataba de dejarlo en reposo y dejarlo actuar por su cuenta. Lentamente. Incorporé este ritmo a las horas del día. Cuando la pastilla se había por fin disuelto por sí misma era el momento de hacer "plof" con el pulgar sobre otro de aquellos nichos de metal (como quien revienta un himen) e introducirse en la boca otra pastilla más. La respiración recobraba entonces su ritmo habitual, así como el ritmo cardiaco, y el cerebro volvía a funcionar correctamente. Tuve la certeza entonces de que nunca me haría fumador, pues los comprendía demasiado bien.

Podría llenar incontables y prolijos tomos sobre la materia... pero no. Lo vuelvo a repetir:

Hace mucho tiempo que no me tomo un tonsiotrén.

Se acabó. Basta. Finito. Kaputt. Esto es un adiós a mis días de tonsiotrén. La escritura es restauración de las ruinas del pasado y al revivir aquí todas mis precauciones pretéritas, todos mis miedos y supersticiones, todas mis profilácticos pensamientos, me siento ajeno y diferente, como si de pronto me viera al otro lado del río, como si hubiera cruzado ya el puente que me separa ahora de mi otro yo, de aquel yo esquizoide, hipocondríaco y encerrado en su propio delirio...


Y ello a pesar de todo esto, a pesar de esta dieta con la que me desayuno, almuerzo y ceno durante toda esta semana.

Y es que mi cuerpo trata aún de subyugar a mi mente rebelde.

Mi cuerpo no soporta que de pronto mi mente se haya librado del yugo del tonsiotrén.

No soporta que se haya hecho libre.

No soporta que se haya hecho inmune a los azotes y embestidas del cuerpo, que dice "no me olvides", que dice "estoy aquí", que añora ese otro andriu en que la mente era prisionera y esclava de los achaques del cuerpo.

"¡Viva Platón!" -proclama el nuevo andriu: "El cuerpo es sólo la cárcel del alma".

Y en su venenoso rencor, en su venganza infinita, en su absoluta desconfianza en la fuerza de este nuevo e insólito rival, el cuerpo, ese cuerpo, ha querido ponerme a prueba:

Con un papiloma.

Con hongos en la planta del pie.

Con una luxación de hombro.

Con llagas en la boca.

Con un cordal insidioso a extraer.



He aquí mi pie, ese pie.

A la izquierda el hongo, a la derecha el papiloma.

Éste soy yo; no sé si ponerme en "mi perfil".


He aquí mi hombro, tras haber vuelto todo a su sitio, de donde jamás debió haber salido.


He aquí el pastillaje que me mandó el podólogo: una en cada comida durante un mes. Un buen pretexto para seguir midiendo el tiempo.


¡Adiós tonsiotrén!

Fue maravilloso compatir contigo mis días, tantos años de mi vida.

Pero todo son ciclos y éste se cierra.

No me tientes con esas tres pastillas; será en vano.

Ya no te necesito: mi mente ha madurado.

No pienso tirarte a la basura.

Conservaré estos 3 últimos orgasmos en potencia con los que te me insinúas.

Pero sólo para demostrarte mi fortaleza.

Aprenderé a vivir contigo pero sin ti.

Contigo en las farmacias, contigo en algún rincón de mi casa, contigo en mi imaginación deseante.

Pero sin ti.

Sin ti en mi paladar, sin ti por las noches, sin ti en mi desasosiego.

Hasta siempre, amigo, amante, ramera, remedio y remedo.

¡Adiós!

5 comentarios:

» Natalia « dijo...

Leí todo porque me llamó la atención, pero no sé exactamente que opinar, voy a ver que me sale...

Resulta que mi papá trabaja en un laboratorio en la parte de marketing farmaceútico, razón por la cual en mi casa siempre hubo medicamentos de a montones, es más, tenemos un enorme placard que lo único que tiene son medicamentos. Mi mamá siempre lucho, desde que con mi hermano eramos chiquitos, de que mi viejo no se la pase automedicandonos, puesto que él lo hace todo el tiempo. Y sobre todo a mi mamá le daba miedo que se formara en nosotros una adicción o necesidad.
Ahora que tengo 23 años, no sé si habrá sido culpa de él o no, pero ese placard en cierto sentido me tienta.
En lo único que te comprendo con esto que acabo de leer, es lo siguiente: yo tengo anemia desde los 13 años, y siempre me están resetando medicamentos con hierro, los tomo desde esa edad todos los años. Ahora llegó un punto en que me parece que si no tomo esas pastillas con vitaminas y hierro no voy a poder hacer mi vida con tranquilidad porque me voy a debilitar, y lo pienso aunque los médicos me digan que ya está todo en su lugar, las sigo tomando mientras pueda.
Sé que no es lo mismo que planteas vos, pero solo en ese sentido te puedo entender, y sobre todo felicitarte porque es como decís vos, el fin de una etapa. La verdad es que es buenísimo que hayas podido dejar eso atrás, te felicito de verdad, y ojalá puedas mantenerte así sin recaer.

Mis más cálidos saludos...

N.

Andriu dijo...

En realidad, el tonsiotrén es un medicamento homeopático y, como tal, inocuo, inofensivo. Lo peor que te puede ocurrir tomándolo del modo en que yo lo hacía es simplemente que no te haga nada.

Así que mi adicción-afición era puramente psicológica, psicosomática y algo inercial.

Precisamente la noche en que escribí el post pusieron por la tele un documental sobre el consumo y prescripción médica de pastillas como tranquilizantes, ansiolíticos y somníferos (rohipnol valium, etc.)en Alemania y pude ver qué eso sí era una verdadera adicción. Pobre gente. Amas de casa, padres de familia, gente integrada en el sistema (demasiado, diría yo) con apariencia de ciudadanos ejemplares que en la intimidad eran aténticos yonquis.

Al parecer, para desengancharse de 10 años de consumo de tranquilizantes hacen falta 10 meses, en los que la dosis ha de ir reduciéndose gradualmente: hoy una pastilla, dentro de un mes 3 cuartos, dentro de 2 meses media...

Quizás puedes intentar tú también "quitarte" gradualmente, para que tu cuerpo no note que le niegas de golpe aquello con lo que lo has estado prodigando durante años.

Un abrazo.

rohipnol

Aureliano Buendía Malanoche dijo...

Que hay Andriu, me alegro de que salgas de tu escalada obsesivo compulsiva. Creo que todo el mundo sigue algún tipo de ritual durante su vida diaria. Todos realizamos algún gesto inútil con el cual esperamos que el día nos sea propicio... que nuestra salud no sufra o que el amor nos sonria.
Supongo que el problema empieza cuando ese ritual (a veces sin sentido lógico) nos limita... cuando no podemos realizar una actividad o prescindir de una prenda...
Yo tomo tres naranjas cada mañana, y es una tontería... porque me hace retrasarme, podría hacer un jugo.
Tienes mucha razón, escribir ayuda. Un abrazo Andriu

Andriu dijo...

¿Una tontería? ¿tres naranjas solamente? Yo me tomo cinco o seis, lo equivalente a una pinta. Con eso me siento inmunizado contra los contagios potenciales de la jornada.

Un abrazo.

pd: a fecha de hoy, no he vuelto a tomarme un tonsiotrén desde que escribí el post. Pues sí: ayuda.

Yaiza dijo...

jajajajja. Me encanta.