miércoles, 7 de abril de 2010

SiN GaBaRdiNa


Nadine no se había quitado jamás la gabardina. El día en que Caroline fue contratada y comenzó a trabajar para la firma Hey&Key recibió la suya. Entonces Nadine se le acercó por detrás y le susurró al oído: “Recuerda que no debes quitártela bajo ningún pretexto”.

Caroline demostró desde las primeras semanas una gran competencia en la sección de albaranes a la que había sido asignada. El Jefe de sección era incapaz de disimular su malestar pero el Gerente de contratación no dejaba de redactar elogiosos informes sobre la nueva auxiliar del departamento de Albaranes y Facturas, informes que el Director General leía con fruición desde su despacho, rigurosamente enfundado en su gabardina.

El segmento de ocio de la sección en la que trabajaba Caroline empezaba a las 10:12 y concluía a las 10:27, solapándose durante cinco minutos con el segmento de ocio de la sección de Devoluciones, en la que trabajaba Nadine. El edificio de Hey&Key lindaba con los jardines de Kew Garden por lo que era habitual ver a los trabajadores de la empresa exprimir sus quince minutos de ocio sobre el perfilado césped, o a la sombra de una acacia o paseando junto a las hileras de verónicas y de rododendros.

Caroline y Nadine fraguaron una amistad llevadera al amparo del Kew Garden y de esos cinco minutos en los que sus respectivos segmentos de ocio se solapaban. La gabardina de Caroline parecía hecha a medida y al observarla podían adivinarse el motín de su frontis y sus caderas en curva. Nadine sin embargo carecía de cuerpo para llenar la suya y al verla pasear junto a su amiga la una parecía el simulacro fallido de la otra, una imitación frustrada, un remedo, un mendigo, un náufrago o una sombra. Pese a estas diferencias las dos muchachas no desaprovechaban estos cinco minutos juntas para conversar de los temas más dispares:

-¿Ni siquiera al llegar a casa? –preguntaba Caroline.

-Ni siquiera ¿qué necesidad? –respondía Nadine-. Además, su tela impermeable te protege no sólo de la lluvia sino también de las corrientes de aire. En los días de calor nadie te impide remangártela o incluso bajarte las solapas.

Cuando llegaba la canícula de agosto se formaba entre la gabardina y la piel una delgada película de sudor, muy refrescante.

Un día el Jefe de sección la abordó por detrás de su escritorio. Fumaba cigarrillos de menta para ocultar una halitosis con la que llenaba el aire de una peste a verdura ácida y a podredumbre:

-Señorita Caroline, el Gerente de Contratación está muy satisfecho con usted y el Director General me ha encargado que la felicite. ¿Hay algo que pueda hacer la compañía para que se sienta más a gusto entre nosotros?

Aquella misma mañana la tormenta y la lluvia habían sorprendido a Caroline sin paraguas. Su gabardina seguía empapada y al sentarse había encharcado todo su asiento y parte del escritorio. A la mayor parte de los albaranes que había comprobado se les había desdibujado la tinta con el agua y de la recia tela de la gabardina todavía seguían cayendo gotas de lluvia que hacían aún más ostentoso el charco que bajo sus pies se había formado en la moqueta.

-Pues no sé –dijo ella- me pregunto si sería posible…

Caroline se había quedado mirando al perchero vacío que permanecía, como olvidado, en una esquina. La mirada del Jefe de sección se iluminó con un brillo melifluo.

-Prosiga, se lo ruego. Puede pedir lo que usted quiera.

Caroline se atrevió a formular su demanda:

-Me pregunto si podría quitarme la gabardina aunque sólo sea para intentar secar todo esto. Será sólo un momento.

El Jefe de sección no frunció el ceño ni vociferó ni se tiró de las hebillas de su gabardina como muestra de enojo, sino muy al contrario, adoptó un tono de complicidad y de dulzura:

-Usted sabrá, señorita Caroline. Confiamos en usted y es por ello que le damos autonomía para que decida lo que es mejor en cada momento.

El Jefe de sección exhaló el humo del cigarrillo y tras un guiño y una mirada traviesa al perchero se dio la vuelta y se marchó. Caroline consultó el reloj y al ver que casi eran las 10:12 decidió esperar a hablar con Nadine:

-¡Estás loca! ¡Eso es lo último que debes hacer!

-Pero si me dio carta blanca.

-Ese tipejo quiere tu perdición, créeme.

Las dos compañeras se quedaron en silencio. Podía oírse el incesante zumbido de las abejas libando de flor en flor. El sol había interrumpido la mañana de lluvias.

-Nadine, quiero contarte algo.

-Qué.

-Un sueño. Fue hace un par de días. Soñé que estaba en la empresa. Todos estaban trabajando. Todos llevaban puesta su gabardina. Y de repente, sentí el impulso de quitármela. Y lo hice. Me quité la gabardina, Nadine: ¿y a qué no sabes lo que ocurrió entonces?

-Dímelo tú.

-Nada.

-¿Cómo nada?

-Como lo oyes, Nadine, no ocurrió absolutamente nada.

-Qué sueño más estúpido.

Los meses se fueron sucediendo siempre iguales y únicamente en los paseos por Kew Garden podía percibirse el cambio de las estaciones y el paso del tiempo. Hasta que un día, por culpa de un descuido y de un cigarrillo, ocurrió aquel trágico accidente en las oficinas de Hey&Key, precisamente en el departamento de Albaranes y Facturas.

Antes de que nadie pudiera darse cuenta de cómo había sucedido, el hombre ya estaba en llamas, revolcándose por el suelo y gritando: “¡Me quemo! ¡Auxilio!”. Todos los trabajadores de la sección se quedaron estupefactos, sin saber qué hacer para evitar la muerte del Jefe de sección. Caroline en cambio se llevó instintivamente las manos a la gabardina. Si se la quitaba y la arrojaba sobre su cuerpo quizás habría alguna posibilidad de salvarle la vida. Pero fue sólo un segundo y en seguida se avergonzó de esta idea. Afortunadamente tampoco ella se quitó en esta ocasión la gabardina.


8 comentarios:

Montse dijo...

¡Joooo, esta vez sí me has intrigado!, ¿qué pasa con la gabardina? cuenta, cuenta.

Un abrazo, Montse

Anónimo dijo...

Creo Montse que el relato acaba ahí. A mi me gustó así
Saludos

Andriu dijo...

En efecto, el relato acaba ahí. Cuando, aparece una prohibición en una historia lo que esperamos es que el personaje la transgreda para ver qué ocurre. Es el modelo clásico (ejemplo: los Gremlins). Pero también puede ocurrir que el personaje no "abra nunca esa puerta". Son otras las sensaciones que nos produce el relato: ¿o no?

Un abrazo.

Montse dijo...

Pues a mí me hubiera gustado que transgrediera la norma para ver qué pasaba. Me produce impotencia quedarme con la duda, jooooo.

Cizañas, ¿te apuntas a las Lagunas de Ruidera? Del 30 de abril al 2 de mayo hay una expedición de canarios con una manchega, estáis invitados.

Un abrazo, a los dos, Montse

Andriu dijo...

Montse: sí, a mi también me gustan más los conflictos con prohibición de tipo tradicional, pero era un ejercicio de clase y quería explorar esa otra posibilidad. Oye, el Cizañas es experto en las lagunas de Ruidera, sería genial que se apuntara: ¡Cizañitas! ¡Apúntate, lo vamos a pasar muy bien!

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Ummm... la lagunas de ruidera! este año creo que están a rebosar...
Pero estoy pendiente de cambiar de piso y es probable que ese fin de semana, que cambia el mes, tenga que hacer la mudanza. A ver como evoluciona la cosa
Un abrazo a los dos

Andriu dijo...

Ok, bueno, ya nos tendrá informados por si cambias de planes.

Un abrazo.

Montse dijo...

Cizañas, anímate que Ruidera ruge como hace muchos años que no lo hacía. Os esperamos por aquí a ti y a quien quiera acompañarte.

Un abrazo, Montse

PD: Deja la mudanza para otra ocasión!!! Bueno, si no puedes dejar la mudanza entonces habrá que repetir la visita a las Lagunas, dependerá de tu capacidad de persuasión para "obligar a Andriu bajo amenaza de muerte" a que venga dos veces a La Mancha, ¡que anda que no le está costando!