
Ayer hablé por teléfono con mis padres.
Y me hablaron del blog.
Me dijeron que un amigo nuestro, un amigo de la familia, de nacionalidad americana, lo había estado leyendo y se había divertido con él, pero que, al mismo tiempo, no había dejado de sentir cierta preocupación al leer ciertos comentarios y alusiones a temas sensibles, como la bandera, la identidad nacional u otros.
Su inquietud venía de su conocimento de sus propios compatriotas.
El mensaje venía a ser: ten más cuidado con lo que escribes.
Si hasta la fecha he sido bastante comedido, ello ha sido por varias razones.
En primer lugar: por respeto y gratitud.
Y me hablaron del blog.
Me dijeron que un amigo nuestro, un amigo de la familia, de nacionalidad americana, lo había estado leyendo y se había divertido con él, pero que, al mismo tiempo, no había dejado de sentir cierta preocupación al leer ciertos comentarios y alusiones a temas sensibles, como la bandera, la identidad nacional u otros.
Su inquietud venía de su conocimento de sus propios compatriotas.
El mensaje venía a ser: ten más cuidado con lo que escribes.
Si hasta la fecha he sido bastante comedido, ello ha sido por varias razones.
En primer lugar: por respeto y gratitud.
Soy un (profesor) visitante en Texas y en Estados Unidos. Se me está brindando la oportunidad de vivir y trabajar en este país en virtud de un acuerdo bilateral entre el Ministerio de Educación en España y su homólogo estadounidense. Además, desde que he llegado la actitud general de los americanos, tanto en la escuela como en la calle, ha sido de una hospitalidad sin tacha. Así las cosas, respeto y gratitud son dos ingredientes que necesariamente han de estar presentes en estas crónicas, como un contrapunto a la reacción que en mí suscitan algunas de las cosas que veo a mi alrededor.
En segundo lugar: por relativismo cultural.
A menudo nos quejamos de que los americanos son etnocéntricos y ombliguistas, de que sólo conocen, o sólo les interesaría conocer, su país. Sea o no cierto el estereotipo, ello no justificaría por mi parte sucumbir a esa misma tentación de simplificar la realidad al percibirla desde nuestra particular y a veces localista y pueblerina visión del mundo. Quizás por ello, antes de escribir algunos de los posts que tengo en mente acerca de la religión, el consumismo, la política y la cultura en general he preferido esperar y seguir observando. He preferido no precipitarme y tener, antes de vomitar cualquier diatriba antiyanqui, la ocasión y el tiempo de reflexionar, de repensarme a mí y a la cultura de la que procedo, para así poder esquivar mejor cualquier prejuicio injusto.
Y en tercer lugar: por prudencia.
En efecto, soy consciente de que este blog es perfectamente localizable por cualquiera provisto de un bagaje tecnológico básico, incluso si no hubiese ofrecido en él datos personales. Soy consciente de que la línea que separa al Andriu que lo firma del Andrés Fajardo que ocupa una plaza en una Escuela Elemental del norte de Tyler es finísima. El primero no es tan libre de publicar lo que quiera cuando esa línea es tan fina y al segundo le advirtieron -otros profes españoles veteranos- que no era aconsejable tomarse una cerveza en un café de Tyler con la camiseta de la escuela puesta. Soy consciente de que se espera de mí por parte de quien nos ha contratado cierta etiqueta y que el responsable del Ministerio de Educación español nos advirtió de que tuviéramos mucho cuidado con lo que hacíamos y que no olvidáramos que además de profesores éramos "embajadores españoles" en Estados Unidos y que era responsabilidad nuestra "que las puertas quedaran abiertas" para que en el futuro pudieran seguir viniendo más profesores visitantes al país.
Joder, qué mal rollo me está entrando...
Son demasiadas razones, demasiados obstáculos para un blog, que es casi por esencia un producto cultural ácrata y libre, personal e idiosincrático, a menudo anónimo.
Son demasiadas razones, demasiados obstáculos para un blog, que es casi por esencia un producto cultural ácrata y libre, personal e idiosincrático, a menudo anónimo.
Por otra parte, el número de lectores y comentaristas ha aumentado y se ha diversificado en los últimos tiempos. Qué lejos quedan aquellos posts interminables escritos en soledad y febrilmente en alguna madrugada caletera, casi como un diario personal a la vieja usanza, como una bitácora de a bordo sólo accesible al capitán, en la que sólo muy de cuando en cuando naufragaba algún comentarista insólito. Ello, quiéralo uno o no, necesariamente impone cierta autocensura o contención.
Así que la noticia o el comentario telefónico me cayó, en principio, como un jarro de agua fría.
¿A quién no le agría el domingo pensar que la policía federal, las autoridades escolares o las espirituales-religiosas de Tyler pudieran estar potencialmente interesadas en meter las narices en el blog de uno?
Pero luego, pensándolo mejor, he conseguido darle la vuelta a la noticia.
Y es que nada hay más excitante y estimulante que tener que fintar con el lenguaje.
Y es que nada más intelectualmente sano que pensarse las cosas dos veces antes de publicarlas.
Nada más entretenido y sugestivo que introducir cierta complejidad al recurrir al gesto parcialmente inhibitorio de la contención literaria...
¿A quién no le agría el domingo pensar que la policía federal, las autoridades escolares o las espirituales-religiosas de Tyler pudieran estar potencialmente interesadas en meter las narices en el blog de uno?
Pero luego, pensándolo mejor, he conseguido darle la vuelta a la noticia.
Y es que nada hay más excitante y estimulante que tener que fintar con el lenguaje.
Y es que nada más intelectualmente sano que pensarse las cosas dos veces antes de publicarlas.
Nada más entretenido y sugestivo que introducir cierta complejidad al recurrir al gesto parcialmente inhibitorio de la contención literaria...