"Los animales encuentran mucha más satisfacción que nosotros en la mera existencia; esta última satisface a la planta absolutamente; y al hombre según su grado de estupidez. En consecuencia, la vida del animal contiene menos dolor, pero también menos placer, que la humana. Ello se debe ante todo al hecho de que, por una parte, el animal está libre del cuidado y la preocupación, con su inevitable tormento; mas, por otra, también a que le falta el recurso de la verdadera esperanza, lo cual le impide, por ende, beneficiarse, merced al pensamiento, de la anticipación de un gozoso futuro y de su deliciosa secuela de fantasmagorías, alimentada por la facultad imaginativa, que son fuente de la mayor y mejor parte de nuestros placeres y alegrías; en este sentido, pues, el animal carece de esperanza. Si esos dos sentimientos le faltan, es porque su conciencia está restringida a lo intuitivamente percibido y, por tanto, al presente".
"El animal es la encarnación del presente; de ahí que sólo experimente el temor y la esperanza por referencia a objetos ya dados en la percepción intuitiva del presente y, por tanto, en fugasísimos momentos; mientras que la conciencia del hombre tiene un horizonte intelectual que abarca la totalidad de la vida e incluso la sobrepasa. Consecuencia de ello es que, en comparación con el hombre, los animales parecen ser realmente sabios en un respecto: en su sereno e imperturbado goce del presente. La ostensible paz de que disfruta su ánimo frecuentemente humilla al nuestro, atormentado de continuo por sus propios pensamientos y cuidados".
"Mas ni siquiera los placeres debidos a la esperanza y la anticipación, que acabamos de analizar, nos han sido otorgados gratuitamente. Pues cuando un hombre, valiéndose de la imaginación y la esperanza de una satisfacción venidera, disfruta de algo por anticipado, pierde luego cierto caudal de placer real en el momento en que lo consigue, y la cosa misma le satisface ya bastante menos. El animal, por el contrario, está libre de ese placer anticipado como también del descontento que luego lo acompaña, y disfruta por tanto de la realidad presente en su integridad y sin menoscabo. Y también sucede que los males presionan sobre el animal descargando sobre él solamente su peso propio y real, mientras que en nosotros el temor y la previsión (...) multiplican a menudo ese peso por diez".
(Arthur Schopenhauer: Sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir)
4 comentarios:
A mí me da que el dueño de la casa lo puso ahí encima para que custodiara el vino...
Pafri.
Jajajajaja...
¡Bravo!
Un abrazo.
No sabía que Schopenhauer estuviese tan próximo a la filosofía oriental...
Sí, a finales del XIX la filosofía oriental y el budismo apenas eran conocidos por estos lares. Schopenhauer fue el primer gran filósofo occidental influido por estas y otras ideas de oriente. También fue uno de los primeros que teorizó (antes que Freud) sobre el sexo como una faceta no marginal de la vida humana.
Eso sí, después de leerlo dan ganas de hacerse el hara kiri.
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