lunes, 22 de marzo de 2010

eN pRoCreSo 21





Me puse el sombrero y salí escaleras abajo corriendo detrás del hombre.

Pero al llegar a la puerta del 2º 2 escuché una música de piano y me quedé un instante allí parado, pensando qué hacer.

Recordé entonces a la vecina del 2º, a la amiga de Christian que se había ofrecido a entregarle ella misma su correspondencia. Había pasado muchas veces por delante de su puerta y había escuchado la música del piano. No tenía ninguna prisa por devolverle el sombrero al hombre alto y extraño. Es más, pensé que podría ser una buena idea preguntarle a la amiga de Christian si conocía a aquel hombre.

Toqué el timbre. Dejó de sonar el piano. Esperé medio minuto y al fin apareció en la puerta un señor mayor en albornoz.

-¿Qué quiere, joven?

-¿Está...? Vaya, suena muy bien el piano ¿es usted quien lo toca?

-Soy yo ¿a quién busca?

-Verá... a su hija.

-Está usted equivocado. No tengo ninguna hija.

-Entonces a...

-Vivo solo ¿entendido? Le ruego que no me haga perder mi tiempo. Buenas tardes.

La puerta volvió a cerrarse. Un minuto después la música de piano se había reanudado.


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