Hace unas horas sonó el timbre de la calle. Descolgué el auricular del telefonillo:
-Buenos días, cartero de correos -era una voz de mujer.
Abrí y al instante volvió a sonar el timbre:
-Hay una postal para usted, señor Andriu.
Aquello parecía una broma pero bajé los cuatro pisos y abrí el buzón.
En efecto, había una postal en la que se veían unos jeroglíficos egipcios.
En el reverso había escrito lo siguiente:
"Te estoy esperando, Andriu"
-Buenos días, cartero de correos -era una voz de mujer.
Abrí y al instante volvió a sonar el timbre:
-Hay una postal para usted, señor Andriu.
Aquello parecía una broma pero bajé los cuatro pisos y abrí el buzón.
En efecto, había una postal en la que se veían unos jeroglíficos egipcios.
En el reverso había escrito lo siguiente:
"Te estoy esperando, Andriu"
¿Quién me está esperando?
¿Y dónde?
Me hice estas preguntas, aunque sin excesiva convicción. Pues aunque ignoraba el quién sabía que el lugar no podía ser otro que el Templo de Debod.
Fui hasta allí.
¿Y dónde?
Me hice estas preguntas, aunque sin excesiva convicción. Pues aunque ignoraba el quién sabía que el lugar no podía ser otro que el Templo de Debod.
Fui hasta allí.
Di un paseo por el parque, escrutando atentamente las caras de cuantos se cruzaban conmigo, dándome la vuelta cada tres pasos, observando los árboles detrás de los cuales alguna sombra furtiva podría estar apostada, vigilándome.
Pero no descubrí a nadie.
Me di cuenta de que todavía no había entrado nunca al interior del templo y decidí hacer la visita.
Me di cuenta de que todavía no había entrado nunca al interior del templo y decidí hacer la visita.
Estaba lleno de turistas y hacía mucho calor en el interior: jeroglíficos, maquetas en miniatura, inscripciones en piedra, cámaras mortuarias, pasadizos oscuros, recovecos...
-¡Cuánto has tardado!
Me di la vuelta y era ella, mi vecina.
-¿Qué significa todo esto? -le dije.
-Mejor vamos afuera ¿quieres?
Me di la vuelta y era ella, mi vecina.
-¿Qué significa todo esto? -le dije.
-Mejor vamos afuera ¿quieres?
Nos sentamos en un banco, por fuera del templo.
-Entonces te parece que mi pelo es castaño.
-No te entiendo.
-Eso dijiste. Eso escribiste en el blog.
-¿Conoces mi blog?
-Sí. Lo leo desde hace tiempo.
-Pero si Christian...
-No, no fue Christian quien me dio la dirección.
-Entonces ¿quién?
-Te sorprendería saberlo... Pero eso ahora no importa.
-¿Ah, no? ¿Y qué es lo que importa? ¿Quién eres? ¿Por qué me dijiste que vivías en el 2º piso?
-No te entiendo.
-Eso dijiste. Eso escribiste en el blog.
-¿Conoces mi blog?
-Sí. Lo leo desde hace tiempo.
-Pero si Christian...
-No, no fue Christian quien me dio la dirección.
-Entonces ¿quién?
-Te sorprendería saberlo... Pero eso ahora no importa.
-¿Ah, no? ¿Y qué es lo que importa? ¿Quién eres? ¿Por qué me dijiste que vivías en el 2º piso?
-Fue una pequeña mentira piadosa. No pensé que fueras a tocarle al señor Rigoberto. Toca muy bien el piano ¿verdad?
-¿Vives en el 4º? ¿Eras tú la que me estabas espiando ayer desde tu ventana?
-Bueno, todo es relativo. Yo podría decirte que eras tú quién me espiabas a mí desde la tuya.
-¡Por favor! ¿Qué es lo que quieres de mí?
-Tranquilízate. No perdamos la calma.
-¿Qué es lo que quieres entonces?
Mi vecina tardó en responder. Volvió la cabeza hacia el frente, hacia el horizonte colmado de nubes, distantes y en fuga hacia otros cielos que recorrer. Luego me volvió a mirar a los ojos.
-Quería despedirme, sólo eso.
-¿Despedirte? Pero si apenas nos conocemos.
-Sí que nos conocemos, Andriu.
-Ni siquiera sé cómo te llamas.
-He leído que te gusta Cortázar.
-¿Intentas cambiar de tema?
-En absoluto, intento responderte.
-Has leído bien.
-¿Conoces el relato en el que Alina Reyes se entretiene formando palíndromos y anagramas?
-No, creo que no.
-Se titula: Lejana. No dejes de leerlo. Te va a gustar.
-¿Pero cómo te llamas?
-Lee el relato, Andriu. Me tengo que ir.
-¿Adonde?
-Lejos, supongo, como Alina Reyes.
-¿Vives en el 4º? ¿Eras tú la que me estabas espiando ayer desde tu ventana?
-Bueno, todo es relativo. Yo podría decirte que eras tú quién me espiabas a mí desde la tuya.
-¡Por favor! ¿Qué es lo que quieres de mí?
-Tranquilízate. No perdamos la calma.
-¿Qué es lo que quieres entonces?
Mi vecina tardó en responder. Volvió la cabeza hacia el frente, hacia el horizonte colmado de nubes, distantes y en fuga hacia otros cielos que recorrer. Luego me volvió a mirar a los ojos.
-Quería despedirme, sólo eso.
-¿Despedirte? Pero si apenas nos conocemos.
-Sí que nos conocemos, Andriu.
-Ni siquiera sé cómo te llamas.
-He leído que te gusta Cortázar.
-¿Intentas cambiar de tema?
-En absoluto, intento responderte.
-Has leído bien.
-¿Conoces el relato en el que Alina Reyes se entretiene formando palíndromos y anagramas?
-No, creo que no.
-Se titula: Lejana. No dejes de leerlo. Te va a gustar.
-¿Pero cómo te llamas?
-Lee el relato, Andriu. Me tengo que ir.
-¿Adonde?
-Lejos, supongo, como Alina Reyes.
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